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La ONU apoya una fuerza para luchar contra el yihadismo en el Sahel

Estará integrada por unos 10.000 soldados de los cinco países africanos del G5

José Naranjo
Un soldado de la fuerza de estabilización de la ONU pra Malí en un resort de Bamako, atacado el domingo.
Un soldado de la fuerza de estabilización de la ONU pra Malí en un resort de Bamako, atacado el domingo. MICHELE CATTANI (AFP)

El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ha dado su apoyo a la creación de una fuerza para luchar contra los grupos terroristas en el Sahel que estará integrada por unos 10.000 soldados de los cinco países africanos del G5, Chad, Níger, Mauritania, Burkina Faso y Malí. La resolución, presentada por Francia, fue adoptada por unanimidad el miércoles tras superar las reticencias de Estados Unidos, pero deja en el aire la espinosa cuestión de su financiación que se resolverá mediante una próxima conferencia de donantes.

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Esta fuerza militar conjunta fue aprobada en la cumbre de jefes de Estado del G5 celebrada el 20 de noviembre de 2015 en Yamena, la capital chadiana. Sin embargo, no fue hasta este año que los países sahelianos han pisado el acelerador para que pueda estar operativa antes de 2018. El pasado 5 de junio, los ministros de Asuntos Exteriores de los 5 países anunciaron que esperaban llegar a 10.000 efectivos frente a los 5.000 inicialmente previstos.

El acuerdo del Consejo de Seguridad de la ONU no fue fácil. París presentó hace dos semanas un proyecto de resolución que preveía un mandato explícito de Naciones Unidas que autorizaba a esta fuerza militar conjunta a usar “todos los medios necesarios” en la lucha contra el terrorismo, el tráfico de drogas y la inmigración irregular. Sin embargo, Washington decidió vetar la iniciativa alegando que con una simple declaración de apoyo era suficiente. Finalmente, la resolución llegó suavizada al Consejo de Seguridad para superar la oposición estadounidense, aprobándose sin mandato de la ONU y sin apelar al uso de la fuerza.

Pese a todo, la diplomacia francesa está satisfecha del consenso alcanzado y del texto final. “Esta resolución enviará un mensaje fuerte, muy fuerte, de que el Consejo de Seguridad está unido frente al terrorismo en el Sahel. Creo que todo el mundo es consciente de que una misión como esta es más necesaria que nunca en la región”, dijo a France Press François Delattre, embajador francés en la ONU. Del mismo modo, los países del G5 se han mostrado optimistas con la resolución.

El yihadismo radical se ha convertido en uno de los grandes problemas de seguridad en el Sahel, una región del mundo en la que operan decenas de grupos y que sufre algún tipo de atentado cada semana. Malí, en cuya capital se produjo este domingo el último ataque con el resultado de cinco muertos y cuatro terroristas abatidos, es el principal escenario de esta violencia, pero países vecinos como Níger y Burkina Faso han sufrido una escalada de acciones terroristas en el último año y medio.

La columna vertebral de la nueva fuerza militar la integrarán Burkina Faso, Malí y Níger, los países más afectados. Ya cuentan con un comandante en jefe, el general Didier Dacko, jefe de las Fuerzas Armadas de Malí, lo que apunta a que la base principal estará en Bamako. Aunque persisten serias dudas sobre quién va a pagar una factura que se estima puede ser superior a los 400 millones de euros para su puesta en marcha, la Unión Europea ya ha anunciado una aportación de 50 millones.

Los ejércitos del G5 ya colaboran estrechamente con la operación antiterrorista francesa Barkhane, que mantiene a unos 3.000 soldados en la zona. Frente a la intensificación de la cooperación en materia de seguridad, los grupos armados también han decidido unir fuerzas. A finales de febrero pasado nacía Jamaat Nasr al Islam wa al Mouslimin, una fusión de las tres organizaciones yihadistas más activas en la zona bajo el sello de Al Qaeda y la dirección del terrorista maliense Iyad Ag Ghali, que ha reivindicado el ataque del pasado domingo al campamento Kangaba a las afueras de Bamako.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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