Yemen niega haber retirado a EE UU el permiso para ataques antiterroristas
La medida había sido revelada poco antes por fuentes estadounidenses a 'The New York Times'
Yemen ha desmentido este miércoles que haya retirado a EE. UU. la autorización para llevar a cabo operaciones antiterroristas en su territorio, tal como aseguraba The New York Times. El ministro yemení de Exteriores, Abdulmalik al Mekhlafi, ha manifestado que su país sólo ha pedido a Washington una “revaluación” del último ataque contra Al Qaeda, a finales de enero, que causó una quincena de víctimas civiles y un gran malestar en el país más pobre de la península Arábiga. Un portavoz militar estadounidense también niega que hayan interrumpido sus misiones allí.
“Yemen continúa cooperando con Estados Unidos y teniéndose a todos los acuerdos”, ha declarado Al Mekhlafi, según ha repetido a EL PAÍS uno de sus asesores. El ministro también ha añadido que su Gobierno “está en conversaciones con la Administración norteamericana sobre el último ataque”, pero que “no es cierto” que haya pedido a Washington que cesen las operaciones especiales.
El Mando Central de operaciones del Ejército de Estados Unidos en Oriente Próximo (CENTCOM), que coordina las misiones en Yemen también ha desmentido la paralización de sus actividades en ese país. “No hemos recibido la orden de suspender ninguna operación, ni se nos ha dicho que paremos la planificación operativa”, ha respondido a este diario el comandante Josh T. Jacques, portavoz del CENTCOM. “No vamos a cesar en nuestro objetivo de degradar, destruir y aniquilar a Al Qaeda”, ha subrayado tras indicar que actúan “de acuerdo con la legislación internacional y en coordinación con el Gobierno de Yemen”.
The New York Times cita a “funcionarios estadounidenses” sin identificar que aseguran que se ha producido esa suspensión tras el fiasco de la operación en Al Baydah, uno de los feudos de Al Qaeda en el sur de Yemen, durante el último domingo de enero. El ataque, el primero de esa naturaleza aprobado por el presidente Donald Trump, terminó en un confuso tiroteo que dejó una treintena de muertos, entre ellos uno de los comandos. Fuentes médicas locales aseguraron que la mitad de las víctimas yemeníes eran mujeres y niños.
El bombardeo, muy criticado por los expertos, indignó a los gobernantes yemeníes, ya presionados por el estancamiento del conflicto con los rebeldes Huthi y sus aliados que les acusan de ser una marioneta de Arabia Saudí, y que se quejaron de no haber sido consultados. Al Mekhlafi, el titular de Exteriores, llegó a calificar las muertes de “asesinatos extrajudiciales” en su Twitter.
“El Gobierno de Yemen es un socio clave en la lucha contra el terrorismo, pero esa cooperación no puede llevarse a cabo a expensas de los ciudadanos yemeníes y de la soberanía nacional”, manifestó por su parte el embajador yemení en Washington, Ahmed Awad Bin Mubarak, entrevistado en la cadena panárabe Al Jazeera. Bin Mubarak, que es una persona cercana al presidente Abd Rabbo Mansur Hadi, también dijo que éste había mencionado el asunto con el embajador estadounidense para Yemen, durante una cita en Riad, donde se halla el grueso del Gobierno yemení internacionalmente reconocido.
El Pentágono concedió el pasado jueves que en el ataque de Al Baydah habían muerto varios civiles y que estaba investigando. Las explicaciones de algunos portavoces sobre que las mujeres fallecidas eran combatientes suscitaron escepticismo a la vez que las imágenes de los cuerpos de niños ensangrentados en las redes sociales agitaban el malestar de los yemeníes.
Según las fuentes de The New York Times, la decisión “no afecta a los ataques con drones militares”, como ocurriera en 2014 cuando el Gobierno de Saná canceló los vuelos de drones debido a las numerosas víctimas civiles que causaban. Poco a poco, a medida que la atención se centraba en otros problemas, el programa se reanudó incluso con más intensidad si cabe a la vista de que el creciente caos en el que se sumía el país estaba dando alas a Al Qaeda y a otros grupos yihadistas.
Significativamente, la medida tampoco alcanza al puñado de asesores militares norteamericanos que facilitan apoyo de inteligencia a los yemeníes y a las fuerzas de Emiratos Árabes Unidos (EAU), las únicas de la coalición liderada por Arabia Saudí con presencia significativa sobre el terreno.
Yemen, un país fracturado en mil pedazos por una larga superposición de conflictos, fue desde el principio un refugio perfecto para los miembros de Al Qaeda, pero su importancia creció a partir de 2001 cuando EE. UU. empezó a bombardear Afganistán, en represalia por el 11-S. Al crecimiento y desarrollo de ese grupo, que años más tarde se fundiría con la rama de Arabia Saudí para formar Al Qaeda en la Península Arábiga (AQPA), contribuyó sin duda la duplicidad de su presidente durante 33 años, Ali Abdalá Saleh, quien utilizó su amenaza para extraer ayuda de Washington. Ahora la intervención de Arabia Saudí, para frenar el golpe de Estado de los rebeldes Huthi aliados con Saleh, ha dado aire a Al Qaeda.
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