Rusia afronta más riesgos por su implicación militar en Siria
El país se ha involucrado en una guerra de gran envergadura que genera inestabilidad para todos sus participantes mucho más allá de la zona de combate
El maestro Valeri Gergiev y los músicos de la orquesta sinfónica del teatro Mariinski de San Petersburgo recibieron la medalla de La Liberación de Palmira el pasado 16 de mayo. Con aquella condecoración recién creada, el ministerio de Defensa ruso distinguía a los músicos por el concierto celebrado once días antes e el anfiteatro de la histórica ciudad. Culminaba una primavera esperanzadora que se había iniciado el 14 de marzo, cuando el presidente Vladímir Putin ordenó que a partir del día siguiente comenzara la retirada del "grueso" de la agrupación militar rusa, que oficialmente fue enviada a Siria el 30 de septiembre de 2015.
Para explicar la retirada, Putin aseguró que se habían cumplido los objetivos militares de la misión y que se habían puesto las bases para una solución negociada entre las fuerzas políticas sirias. A partir de aquel momento, aseguraba el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas Rusas el objetivo de las bases en el puerto de Tartus (la única de Moscú en el Mediterráneo) y en el aeropuerto de Jmeimim, en Lakatia era vigilar el cumplimiento del régimen del alto el fuego.
Muchos respiraron aliviados, pensando que Rusia había evitado un nuevo Afganistán. Pero los acontecimientos demostraron que el triunfalismo era precipitado. El concierto, las medallas y la retirada a bombo y platillo responden, en parte, a una infravaloración de las tareas que aguardaban a los rusos en Siria y, en parte, son también reflejo del agudizado componente teatral de la cultura política rusa.
En diciembre el Estado Islámico volvía a controlar Palmira y otras localidades al oeste de la ciudad, incluidos unos yacimientos petroleros, y el 80% de la población había tenido que ser evacuada, según el gobernador de la provincia de Holms, Talal Barazi. El jefe del batallón ruso en Palmira, el mayor Sanal Sanchírov, había perecido.
Inicialmente, los dirigentes rusos justificaron su intervención militar en Siria sobre todo con el argumento de que servía para rechazar en el extranjero a los combatientes del Estado Islámico procedentes de Rusia y países postsoviéticos y para evitar que este grupo y otros considerados terroristas por Moscú plantearan la batalla en el territorio de misma Federación Rusa o de sus aliados centroasiáticos. Sin embargo, el conflicto que se inició en 2011 tiene múltiples vertientes. En Siria la oposición moderada ha perdido terreno en beneficio de los radicales, y en la vecina Turquía, el presidente Erdogán es hoy más vulnerable. Rusia exterminó en Siria a posibles combatientes islámicos que hubieran podido regresar al Cáucaso, pero se enfrenta a nuevos riesgos. Según el analista Mijáil Rostovski, Rusia y sus ciudadanos "han ascendido algunos escalones en la lista de blancos que los terroristas quieren destruir".
También el político Grigori Yavlinski cree que, en su intento de salvar el régimen de Bachar el Asad, los dirigentes rusos han involucrado al país en un conflicto de gran envergadura que genera inestabilidad para todos sus participantes mucho más allá de la zona de combate. "Rusia se ha enfrentado no solo a los adversarios sirios de Asad sino a todo el mundo sunita, al que pertenece la mayoría de los musulmanes de Turquía y de Rusia". "En la guerra de Siria, en la que estamos profundamente involucrados, Rusia no controla nada" y además ha garantizado a Asad el control de Alepo al precio de grandes pérdidas de reputación y económicas, así como de potenciales amenazas serias".
El territorio que los sirios fieles a Bashar el Assad habían perdido en Palmira lo han ganado en Alepo con ayuda de la aviación rusa. En un balance de la operación en Siria, el ministro de Defensa de Rusia, Serguéi Shoigú, manifestó el jueves en Moscú que la aviación rusa había realizado 71.000 ataques y había exterminado a 35.000 insurgentes, entre ellos 204 jefes guerrilleros. La operación rusa ha permitido "evitar la desintegración del estado sirio" y "se ha roto la cadena de revoluciones de colores, que se reproducían en el Próximo Oriente y África", dijo el ministro.
Oficialmente la intervención rusa se remonta a 2015, pero desde 2013 como mínimo actuaban en Siria uniformados rusos pertenecientes teóricamente a empresas de seguridad privadas, como la expedición "El Cuerpo Eslavo". Dmitri Utkin, uno de aquellos expedicionarios y hoy jefe de la empresa militar PMC Wagner, era uno de los invitados en una recepción oficial celebrada este mes en el Kremlin en honor de los defensores de la Patria. Utkin es veterano del servicio de espionaje militar (el Gru) y está condecorado con la orden del Valor de Rusia.
Según datos oficiales, en Siria el número de bajas mortales rusas, entre soldados y oficiales es de 25. No se conoce el número de bajas de las compañías privadas ni la cifra de heridos. Un grupo integrado por efectivos de los batallones especiales Vostok (Este) y Zapad (Occidente) (formados sobre todo por chechenos y sometidos al ministerio de Defensa de Rusia) fueron concentrados en la base militar de Jankalá, cerca de Grozni, para ser enviados a Siria, según el periódico Kommersant.
Por su parte, el periódico Nóvaia Gazeta informó que, para ser enviados a Siria, se preparan dos batallones especiales de voluntarios (un total de 1200 personas), reclutados entre los funcionarios del ministerio del Interior de Chechenia. El líder checheno Ramzán Kadírov desmintió a la agencia Interfax, que las autoridades chechenias se encarguen de formar estos batallones, pero subrayó que si "es necesario" reclutarlos cualquier funcionario checheno considerará "un honor" cumplir con la orden del comandante en jefe en cualquier punto del globo.
Las tácticas empleadas por los rusos y por los grupos armados con los que se enfrentan en Siria recuerdan las que emplearon las tropas rusas y sus adversarios chechenos en la primera guerra en aquella república caucasica (1994-1996), señala el periodista Vladímir Dolin, que cubrió la contienda. En Chechenia, los rusos conseguían expulsar a sus contrincantes de las ciudades a costa de grandes pérdidas y víctimas entre la población civil, pero los insurgentes se "disolvían" en las montañas y bosques como ahora, en Siria, se "disuelven" en el desierto, para volver a atacar en el momento necesario. En Siria y en Chechenia el problema no es la conquista de una u otra ciudad, sino el mantenimiento del control de lo conquistado lo que presupone el uso de infantería, señala Dolin. Esta función es la que podrían desempeñar los grupos especiales chechenos si son enviados a Alepo y es también la que podría haber sido tratada en las conversaciones de los ministros de Defensa de Rusia, Irán y Turquía celebrada esta semana en Moscú.
Este mes la Duma Estatal (cámara baja del parlamento ruso) aprobó un proyecto de ley que permite al ministerio de Defensa concertar contratos de corta duración con soldados y oficiales entre otras cosas "para "atajar actividades terroristas internacionales fuera de la Federación Rusa" y para participar en "expediciones navales". Según la nueva ley, cualquier joven que cumpla su servicio militar podrá firmar un contrato de corta duración de hasta un año. Esto supone una fórmula más flexible, en función de la demanda para sustituir a condiciones de contratación más rígidas, según las cuales el ministerio de Defensa ofrecía contratos de dos años para los soldados y de cinco para los suboficiales y oficiales. El 20% de quienes desean servir por contrato en las Fuerzas Armadas quieren periodos más cortos para participar en operaciones concretas, según la nota justificativa de la nueva ley. La operación rusa ha permitido "evitar la desintegración del estado sirio" y "se ha roto la cadena de revoluciones de colores, que se reproducían en el Próximo Oriente y África", se ha parado la difusión de las organizaciones terroristas internacionales en la región, en opinión del ministro Shoigú.
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