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EXPLOSIÓN EN MÉXICO
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

No solo es una tragedia, es una vergüenza

Es la hora de pedir responsabilidades por la catástrofe

Un hombre camina entre los escombros de San Pablito. APFoto: atlas
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La explosión del mercado de pirotecnia de Tultepec con sus decenas de muertos, heridos y desaparecidos no solo es una tragedia, es una vergüenza nacional, reveladora de un estado de cosas en México que, por sabidas, no deben de dejar de escandalizarnos. Un mercado de fuegos artificiales del tamaño de dos campos de fútbol en plenas navidades se convirtió en cuestión de segundos en un infierno de cuerpos carbonizados.

Ya había ocurrido antes, en 2005 y el año pasado. Más aún: en agosto el municipio inauguraba la temporada alta de venta de juguetería pirotécnica donde se preveía la venta de 100 toneladas de material a todo el país. En la nota oficial, el alcalde de Tultepec agradecía al gobernador del Estado de México, Eruviel Ávila, que se brindase atención médica a quien sufriese algún accidente porque, según el propio regidor, “anteriormente cuando ocurría algún incidente, los afectados y sus familias peregrinaban en busca de atención médica y difícilmente eran aceptados en hospitales como el Rubén Leñero, el de Magdalena de las Salinas…” La nota añadía que el director general del Instituto Mexiquense de la Pirotecnia aseguraba que “el tianguis de pirotecnia de San Pablito era el más seguro en Latinoamérica”. ¿Qué dirá hoy? ¿Qué pensará el alcalde? Lo que piensa y ha dicho el gobernador ya lo sabemos: que la Fiscalía se hará cargo de la investigación. Y cualquier mexicano entiende qué significa eso en realidad: no habrá culpables

Pero la catástrofe de Tultepec no puede ser pura rutina, otra desgracia más que se abate sobre la raza, otra tragedia más sobre los pobres, los jodidos de México, curada con las lágrimas, la soledad y la resignación de quienes hace siglos que no esperan nada. ¿Quiénes son los responsables de la desgracia? ¿Quiénes son los que permitieron la acumulación de esa cantidad de explosivos? ¿Quiénes velaban por la seguridad del recinto? ¿Cuántos tianguis existen en la República con esa posibilidad, mejor dicho, probabilidad de riesgo? ¿Qué medidas van a tomar las autoridades para que no haya otro Tultepec?

México lleva demasiado tiempo aceptando la anormalidad como normalidad, asumiendo que la tragedia cotidiana, un secuestro, una extorsión, un asesinato, un atropello en las calles, una estafa de las instituciones públicas o privadas, un soborno o un accidente con decenas de víctimas causado por la incuria criminal de sus responsables es un hecho de la vida cotidiana, refugiándose en la impotencia y el conformismo cuando no, y aún peor, en el cinismo y la sumisión.

Es la hora de las responsabilidades, es la hora de pedir de verdad la tan gastada rendición de cuentas, es la hora de que México empiece a cambiar.

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