Trump promete retirarse de sus negocios sin aclarar los conflictos de interés
El presidente electo evita concretar si mantendrá la propiedad y el papel de sus hijos
El futuro presidente de Estados Unidos, Donald Trump, prometió este miércoles abandonar la gestión de su imperio empresarial, pero dejó sin aclarar detalles esenciales. Por ejemplo, cómo resolverá los conflictos de intereses que persistirán si mantiene la propiedad de las empresas o si cede la gestión a sus hijos, que ejercen un papel central en los preparativos de la nueva administración. Trump, que debe jurar el cargo el 20 de enero, tiene negocios en más de una decena de países.
En un mensaje en la red social Twitter, su plataforma preferida para comunicar las decisiones, el presidente electo anunció una rueda de prensa el 15 de diciembre, junto a sus hijos, para explicar la decisión. Dijo que abandonará su “gran negocio, de forma completa”, para centrarse “totalmente en dirigir el país”. Y añadió: “Aunque no estoy obligado a hacerlo por ley, creo que visualmente es importante, como presidente, que en modo alguno haya un conflicto de interés con mis varios negocios. Por tanto, se están preparando los documentos legales para sacarme totalmente de las operaciones de negocios. ¡La presidencia es una tarea más importante!”
Que en el mensaje Trump hable de las operaciones de negocios y no de la propiedad de la Trump Organization da a entender que el arreglo se limitaría a separarle de sus funciones en la gestión de sus empresas, pero él seguiría teniendo la propiedad. Los mensajes no aclaran quién se encargará de controlar las operaciones. Tampoco sus portavoces ni colaboradores han querido ofrecer más detalles.
Las posibilidades son múltiples. La mejor forma de disipar cualquier sospecha de conflicto de intereses sería vender completamente la empresa a alguien que no fuese familiar suyo. Otra posibilidad consistiría en crear un blind trust o fideicomiso ciego: colocar a un administrador que se encargase de gestionar la Trump Organization durante el tiempo que Trump sea presidente de Estados Unidos, y él se olvidase completamente de los negocios. Es lo que ha hecho otros presidentes. El problema sería si, como Trump ha señalado en el pasado, fuesen los propios hijos los encargados de la gestión.
En este caso, y en el caso de que Donald Trump mantenga la propiedad, los conflictos de intereses no desaparecerían y podrían ser una fuente constante de problemas para él. Podría parecer que, en sus relaciones con países donde la organización tiene negocios, el presidente quiere favorecer estos negocios. O podría darse que gobiernos extranjeros favorecieran las empresas de Trump esperando complacer al líder de la primera potencia mundial. Su contacto familiar con los tres hijos involucrados en la organización —Ivanka, Don Jr. y Eric— le mezclaría inevitablemente con los negocios.
The New York Times citaba un ejemplo reciente de potenciales conflictos en Turquía. El presidente turco Recep Tayyip Erdogan pidió la retirada del nombre de Trump de las Torres Trump de Estambul después de que el Trump, entonces candidato republicano a la Casa Blanca, prometiese prohibir la entrada de musulmanes a EE UU. Las críticas a las Torres Trump se acallaron cuando Trump defendió su derecho de Erdogan a reprimir a los disidentes después del intento de golpe de estado en julio. El Times concluía que este caso alimenta la percepción de que Trump decida sus políticas en función de sus intereses comerciales. Desde la victoria en las elecciones del 8 de noviembre, Trump ha recibido a socios de otros países y sus hijos han participado en reuniones con líderes extranjeros.
Una incógnita añadida son las declaraciones fiscales del presidente-electo, que ha mantenido ocultas en contra de la tradición en las campañas presidenciales. Estos documentos pueden contener claves sobre los acreedores de sus empresas, estadounidenses y extranjeros, otra causa potencial de conflictos de intereses.
La ley no obliga al presidente a separarse de sus negocios. Mantiene un privilegio que se remonta a los orígenes de Estados Unidos, como recuerda la revista The New Yorker. En aquella época los presidentes eran propietarios de tierras y de esclavos.
Sí existe, en la Constitución, la llamada cláusula de los emolumentos, y esta puede plantear complicaciones a Trump en el caso de que siga ligado a las empresas.
La sección 9 del artículo 1 de la Constitución dice: “Estados Unidos no deberá otorgar ningún título de nobleza: y ninguna persona que ocupe un cargo de provecho o confianza deberá, sin el consentimiento del Congreso, aceptar ningún regalo, emolumento, o título, de cualquier tipo, de ningún rey, príncipe o estado extranjero”.
Trump podría vulnerar esta cláusula desde el momento en que la Trump Organization vendiese un servicio o una propiedad a un gobierno extranjero por encima del valor de mercado, según explica la publicación vox.com, citando a Richard Painter, jurista y exasesor ético del presidente George W. Bush. Otros, como el New York Times, han citado el hecho de que la Torre Trump de Manhattan tenga entre sus inquilinos al Banco de China, o la posibilidad de que mandatarios o ministros extranjeros se alojen en el hotel de Trump en Washington, y favorezcan así los intereses de la familia Trump.
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