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México estrecha el cerco sobre las peleas de perros

El Senado aprueba una ley que prohíbe la organización de estas prácticas mientras el congreso prepara una reforma penal para blindar aún más el castigo

David Marcial Pérez
Pelea de perros
Pelea de perros

El cruel y lucrativo divertimento de las peleas de perros puede tener los días contados en México. El senado aprobó este miércoles una reforma legal que prohíbe la organización de estos eventos a nivel federal. A la vez, las organizaciones de defensa de los animales han colocado en el congreso dos iniciativas para blindar esta prohibición y extenderla a toda la cadena del negocio: cría, comercio, entrenamiento y hasta los asistentes. Las peleas de perros, incrustadas en el imaginario popular mexicano a través de canciones o películas, están cerca de quedar aún más soterradas en la clandestinidad.

Muchos estados contemplan restricciones en sus normativas sobre los espectáculos crueles con animales, la mayoría de las veces insuficientes, según las organizaciones civiles. De manera ilegal y furtiva, los certámenes se suceden por el país, como la reciente Convención anual Aguascalientes de Game Dogs: 11 combates entre perros de distintos pesos anunciados sin pudor durante las fiestas municipales.

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El nuevo texto de la Ley General de Equilibrio Ecológico y la Protección al Medio Ambiente contempla la prohibición de “organizar, inducir o provocar peleas de perros”. Las organizaciones civiles han celebrado el paso adelante y esperan que en un plazo de tres meses haya un nuevo avance en el congreso para su aprobación definitiva.

“Es una buena noticia para erradicar esta práctica. Los organizadores suelen matar brutalmente a los que pierden. Y los animales que resultan “ganadores” muchas veces mueren debido a las hemorragias, heridas o infecciones derivadas de la pelea. Estos eventos también les provocan daño emocional y afección de sus estados mentales, ya que ningún animal es agresivo por naturaleza”, explica Antón Aguilar, director ejecutivo de Humane Society International México (HSI), una organización estadounidense que trabaja a ambos lados de la frontera.

En su tarea de rastreo, HSI ha constatado que han aumentado los casos en México y países de Centroamérica debido al cerrojo estatal y federal que ha impuesto recientemente EE UU. “Esta actividad tiene consecuencias más amplias que el maltrato animal. Los perros son valorados en miles de dólares y el dinero en las apuestas es muy alto. En estos eventos suelen estar involucradas las mafias de la delincuencia organizada”, añade Aguilar.

Abriendo el espectro del daño, más de 200 organización civiles –entre ellas, algunas centradas en luchar contra la trata de personas– han logrado colocar en el congreso dos iniciativas de ley para utilizar el código penal como herramienta de castigo contra las peleas de perros y su entorno.

“Los más importante es que queden tipificados como delitos toda la cadena de negocio. Desde la crianza y la comercialización de especies, los propietarios de los locales, los vendedores de los boletos y los asistentes. Las peleas suelen celebrarse por las noches, en lugares apartados. Para la policía es muy difícil pescar infraganti a los organizadores”, continúa Aguilar.

El material especializado que utilizan los criadores para el entrenamiento parece sacado de una película de terror: máquinas para fortalecer la quijada y el cuello que dejan colgado de los dientes al animal; caminadores especiales para que fortalezcan las piernas y hasta un artilugio conocido como pedestal de coito forzado: los perros alcanzan tal grado de agresividad que son incapaces de cruzarse de manera natural sin hacerse daño.

El trabajo que llevan haciendo las organizaciones civiles también es pedagógico. Según una reciente encuesta de la firma Parametría, el 99% de los mexicanos rechaza las peleas caninas y el 80% está a favor de que se prohíban. Otra muestra más de los fallidos y peligrosos estereotipos culturales.

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Sobre la firma

David Marcial Pérez
Reportero en la oficina de Ciudad de México. Está especializado en temas políticos, económicos y culturales. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en El País. Antes trabajó en Cinco Días y Cadena Ser. Es licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y máster en periodismo de El País y en Literatura Comparada por la UNED.

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