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Donald Trump respira: los aviones ya no perturbarán el ambiente de su mansión Mar-a-Lago

El Servicio Secreto prohibirá los sobrevuelos y el presidente electo retira una demanda

Pablo de Llano Neira
La mansión Mar-a-Lago, en una foto de 1995.
La mansión Mar-a-Lago, en una foto de 1995. MARC SEROTA (REUTERS)

Después de 20 años de pleitos con el aeropuerto de Palm Beach (Florida), Donald Trump ha decidido retirar su demanda por los vuelos sobre su mansión Mar-a-Lago. Ganando unas elecciones, Trump ha logrado lo que no ha había conseguido en los tribunales. Por motivos de seguridad, el Servicio Secreto ha comunicado al aeropuerto que cuando Trump esté en su mansión, a cuatro kilómetros de las pistas, los aviones no podrán pasar por encima.

El pleito, por lo tanto, ya no es necesario. Trump pedía la interrupción de los vuelos sobre su propiedad y 100 millones de dólares de indemnización por “la cantidad desmedida de ruido y contaminación sobre Mar-a-Lago” que acabó con su ambiente “antes sereno y tranquilo”. El presidente electo de Estados Unidos llegó a acusar al aeropuerto de reaccionar con saña a su demanda, concentrando el trafico aéreo sobre su residencia de estilo hispano-morisco.

'El Emprendedor', retrato de Trump del pintor Ralph Wolfe Cowan para Mar-a-Lago.
'El Emprendedor', retrato de Trump del pintor Ralph Wolfe Cowan para Mar-a-Lago.

“Suponemos que ahora tiene asuntos más importantes de los que ocuparse”, ha declarado Steven Abrams, un funcionario de Palm Beach, un condado acomodado a 110 kilómetros al norte de Miami en el que viven decenas de multimillonarios. El ayuntamiento celebra el fin del proceso judicial, que ha costado unos 600.000 dólares al contribuyente.

Trump compró la finca de siete hectáreas en 1985 por diez millones, incluida la mansión, construida en los años 20 por la oligarca neoyorquina Marjorie Merriweather Post, propietaria de General Foods y en su día la mujer más rica de Estados Unidos. La dama de alta sociedad contrató a arquitectos americanos y diseñadores europeos que concibieron un conjunto de inspiración mediterránea, con tejas de Cuba y miles de azulejos españoles. Merriweather Post murió en 1973 y en su testamento ordenó que Mar-a-Lago pasase a ser una residencia de invierno para los presidentes de Estados Unidos. Sus deseos nunca se cumplieron y sus herederos le acabaron vendiendo la propiedad a Trump, persuadido por su exesposa Ivana.

La mansión, en primera línea de la costa Atlántica, está catalogada como patrimonio arquitectónico por el Gobierno federal de Estados Unidos y aparte de servir como residencia de los Trump cuando viajan a Florida funciona como club privado. La inscripción cuesta 100.000 dólares y la cuota anual, 14.000. Trump también la ha usado para actos de campaña, igual que su club de golf de Miami, el National Trump Doral.

La neoyorquina Marjorie Merriweather Post (1887-1973), propietaria original de Mar-a-Lago.
La neoyorquina Marjorie Merriweather Post (1887-1973), propietaria original de Mar-a-Lago.

Como todo en la vida de Trump, Mar-a-Lago ha dejado un reguero de polémicas. Primero fue motivo de encono con los vecinos cuando a mediados de los noventa decidió convertir buena parte de la residencia en club exclusivo. Los patricios anglosajones de Palm Beach temieron una invasión de nuevos ricos y a través del condado intentaron ponerle toda clase de trabas normativas. Trump no hizo caso y siguió a lo suyo, poniendo los nervios de punta a los señores de la zona al levantar una bandera de Estados Unidos de 24 metros de alto en el jardín. Sus vecinos lo veían como una vulgaridad.

Las denuncias de acoso sexual contra Trump también han tocado Mar-a-Lago. Una de las 11 mujeres que lo acusaron durante la campaña de agredirlas, Mindy McGillivary, dijo que el empresario la había “manoseado” en su mansión de Palm Beach, y una reportera de la revista People, Natasha Stoynoff, afirmó que Trump, mientras le daba un paseo por Mar-a-Lago, la llevó a una habitación y trató de besarla a la fuerza.

A partir de enero, Mar-a-Lago será la residencia de descanso del presidente de EE UU, protegida por el más sofisticado aparato de inteligencia y sin el molesto ruido de los aviones. Los invitados a alguna de sus 126 habitaciones decoradas con mármol y pan de oro recorrerán la mansión y se encontrarán con un cuadro del líder de la nación más poderosa del mundo retratado en ropas blancas de tenis, bronceado, ufano y con un tempestuoso ocaso de fondo, Florida style.

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