El favorito del líder supremo
Ebrahim Raisí es el candidato con más posibilidades de suceder a Jamenei como máxima autoridad de Irán
Su nombre apenas suena fuera de Irán. Sin embargo, sayed Ebrahim Raisossadat, conocido como Ebrahim Raisí, ha sido un clérigo en permanente ascenso en el complejo sistema iraní durante las últimas tres décadas. Ahora, a sus 56 años y a raíz de que el líder supremo, el ayatolá Ali Jamenei, lo haya nombrado rector del Mausoleo del Imam Reza, en Mashhad, se ha convertido en uno de los candidatos más serios para sucederlo como máxima autoridad espiritual y política de la República Islámica.
Para comprender la importancia de ese puesto, conviene saber que, desde hace años, el ayatolá Jameneí pasa las vacaciones del año nuevo iraní (que empieza el 21 de marzo) en Mashhad, desde cuyo mausoleo pronuncia el discurso de felicitación en el que marca las directrices del sistema para el ejercicio. El santuario, dedicado al octavo imam de los chiíes, es el mayor del mundo musulmán tanto por su extensión como por los 28 millones de peregrinos anuales que recibe, y como resultado, por su recaudación. Se estima que la fundación que dirige Raisí gestiona un patrimonio de miles de millones de euros, lo que sin duda contribuirá a reforzar su imagen.
Asimismo, llama la atención que el líder supremo haya elegido para esa responsabilidad al relativamente joven Raisí frente candidatos mayores y con más peso político en el sistema iraní. Es inevitable pensar en ayatolás como sayed Ahmad Alamolhoda, de 72 años, imam de plegarias en Mashhad, la segunda ciudad de Irán, y representante del propio líder en la provincia de la que es capital, o como Sadegh Lariyaní, quien aunque tiene 55 años, es presidente del Poder Judicial y miembro de una de las grandes familias del sistema.
Aunque no es raro que los clérigos iraníes asuman altos cargos políticos, son contados los religiosos a quienes los Guardianes de la Revolución (los Pasdarán) rinden cuentas. Raisí ya es uno de ellos. Los altos mandos de este ejército ideológico que se fundó tras la revolución de 1979 lo visitaron en mayo, apenas dos meses después de su nombramiento, para escuchar sus puntos de vista sobre la situación en Siria, Irak y Líbano. En aquella reunión, el jefe de los Pasdarán, el general Mohammad Ali Jafari, le presentó un informe de sus actividades, y Qasem Soleimani, responsable del cuerpo de élite para misiones en el exterior, la Fuerza Qods, le explicó la posición estratégica de Irán en esos conflictos. También los jefes de la Guardia de Fronteras han acudido a informarle.
Su trayectoria conservadora no augura cambios en la línea seguida con Jamenei de recelo hacia Occidente
Este tipo de encuentros, junto a su papel en consolidación de la República Islámica, hacen que destaque en la lista de potenciales candidatos al liderazgo supremo. Desde la operación de próstata del ayatolá Jameneí en septiembre de 2014, se rompió con el tabú de plantear la sucesión del líder, quien a pesar de su aparente buena salud, tiene 77 años. Aunque la designación del sustituto recae en la Asamblea de Expertos, renovada el pasado febrero y de la que Raisí es uno de sus 88 miembros, la influencia de Jameneí y los Pasdarán no debe despreciarse.
En el complejo sistema político iraní, la máxima autoridad del país no recae en el presidente de la República, sino en el líder supremo, que tiene la última palabra en todas las cuestiones de seguridad nacional y política exterior, además de marcar las líneas generales de la gestión del país. La institución (velayat-e faqih, o gobierno del jurisconsulto), creada por el ayatolá Jomeini, el fundador de la República Islámica, no tiene parangón en el resto del mundo. Aunque algunos diplomáticos iraníes establecen paralelismos con los reyes constitucionales europeos, el poder del líder supera el de los monarcas absolutos porque a la autoridad terrenal, suma la espiritual.
El clérigo se ha ganado la confianza de los sectores más fieles a los principios revolucionarios
Resulta muy significativo que la web del Mausoleo del Imam Reza informe de que, desde septiembre, Raisí ha empezado a dar clases de Kharej, una materia de nivel superior en los seminarios chiíes que normalmente solo imparten las fuentes de emulación (marja) o los ayatolás de más alto rango. Eso significa que Raisí ha sido reconocido como tal por sus maestros y sus pares. La Constitución iraní exige que el designado como líder supremo tenga esa dignidad de ayatolá, literalmente “signo de Dios”.
¿Qué significaría Raisí como líder supremo? Resulta prematuro de aventurar, pero su trayectoria revolucionaria y conservadora no augura cambios en la línea que Irán ha seguido bajo Jameneí de hostilidad hacia EE. UU. y recelo hacia Occidente en general. De hecho, su respaldo se interpreta como una forma de proteger su legado en un momento en el que la demografía, los nuevos medios de comunicación y las necesidades económicas del país empujan hacia una reforma del sistema instaurado por Jomeini en 1979 sobre los pilares del islam, la autarquía y el antiimperialismo.
Desde que en 1981, con apenas 20 años, fue nombrado fiscal de Karaj, una ciudad al oeste de Teherán, Raisí ha desarrollado toda su carrera profesional en la judicatura. Ejerció como fiscal general de la capital, vicepresidente del Poder Judicial, fiscal general del país y presidente del Tribunal Especial para el Clero. Además, es miembro del consejo central de la Sociedad del Clero Combatiente, una asociación conservadora clave durante las últimas cuatro décadas. A lo largo de estos años, el clérigo se ha ganado la confianza del líder supremo y de los sectores más fieles a los principios revolucionarios, en especial con su participación decisiva en situaciones críticas para el sistema islámico.
El nuevo rector formó parte del comité de cuatro miembros que supervisó las ejecuciones de presos políticos de 1988, ordenadas por el ayatolá Jomeini. A diferencia de uno de los implicados, nunca se ha distanciado de aquel controvertido episodio. Más recientemente, cuando en 2009 se produjeron las protestas postelectorales y era vicepresidente del poder judicial, se mostró favorable al arresto domiciliario de los dirigentes del Movimiento Verde, en clara sintonía con Jameneí.
Las relaciones de Raisí con el líder supremo son también de carácter personal, ya que durante 14 años fue alumno suyo en el seminario y es yerno del influyente ayatolá Alamolhoha. Además, su pedigrí religioso se ve incrementado por su condición de sayed, o descendiente de Mahoma, un requisito extraoficial para ser líder espiritual de Irán. Los chiíes consideran llevar el turbante negro que distingue al linaje del profeta del islam no solo un privilegio religioso y espiritual, sino un factor del prestigio social y credibilidad pública.
Aun así, el trecho que todavía le queda por recorrer a Raisí para convertirse en la máxima autoridad de Irán no es un camino de rosas. Afronta la rivalidad de ayatolás tan poderosos como el citado Sadegh Lariyaní, o su predecesor al frente del Poder Judicial, Hachemí Shahrudí. Pero los analistas señalan que tal vez sea el candidato que suscita menos polémica.
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