Entre jamón y tapices, Ségolène Royal da un aviso a España por negligente
La ministra acudió a la embajada española para presionar porque Madrid atrasa la firma del acuerdo climático
Entre tapices, alfombras y esculturas, los salones de las embajadas parisinas son lugares habituales para medir el nivel de entendimiento entre países, pasar mensajes o dejar constancia de un malestar. Todo eso se ha mezclado estos días en las recepciones con motivo de la fiesta nacional de España con un zulo de ETA y la Cumbre del Clima en el telón de fondo.
Una de las inesperadas asistentes a la recepción de la embajada bilateral fue la ministra de Medio Ambiente, Ségolène Royal, llamada por muchos “la vicepresidenta” por la capacidad de influencia sobre su expareja, el presidente François Hollande.
- ¿Es la primera vez que viene a la embajada?, fue preguntada a la entrada.
- Sí. Para empujar a ver si España firma por fin el acuerdo del Cop21 (la Cumbre del Clima de París)
Lejos de la lengua de madera tan usada en diplomacia, Royal afeó con esa rotundidad la actitud de España. Es uno de los pocos países europeos que aún no ha firmado el acuerdo. Una consecuencia más de los 300 días sin Gobierno.
La parte más festiva de la multitudinaria recepción –el jamón y el vino españoles ayudan- estaba en otros círculos más reservados. El día había comenzado con una noticia espectacular: el descubrimiento de un importante zulo lleno de pistolas con las que ETA pensaba escenificar una entrega de armas negociada con el Gobierno francés.
Allí estaban, mezclados entre los invitados, entre los tapices de la Real Fábrica y alguna escultura de Benlliure, los responsables de la operación, tanto de los servicios de información franceses como de la Guardia Civil, intentado pasar desapercibidos.
Como prueba de su buen entendimiento, los primeros eligieron el día de la fiesta de la Guardia Civil para hacer la operación. “Sí, un homenaje”, decía uno de los franceses.
A su lado estaba el hombre que más sabe de terrorismo en Francia, Patrick Calvar, el poderoso jefe de la Dirección General de la Seguridad Interior (DGSI). Y el primer investigador de los atentados, el fiscal antiterrorista François Molins.
El protagonismo, sin embargo, era el de la Guardia Civil. Hasta el final, cuando varios agentes tuvieron que empujar amable y diplomáticamente a los rezagados que, fuera de hora, aún buscaban una última copa de Rioja y un pincho de tortilla. Pasa todos los años.
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