Brasil se endurece
Cambia el juego en Mercosur y en el hemisferio
Es axiomático en el realismo. En las relaciones internacionales el poder debe usarse. Cuando un Estado tiene poder estructural—sea por su geografía, riqueza, poderío militar, o la mezcla de todo ello—por lo general no pierde tiempo anunciando qué va a hacer. Comunica hechos consumados.
La política exterior se convierte así en el lenguaje corporal de las naciones. Se esperaba que una vez concluido el impeachment, el tímido Brasil del último tiempo dejaría de serlo. Cuando el gobierno ya no fuera temporal, Brasil regresaría para recordarnos a Brasil.
Es que, en términos de distribución de poder, América Latina no es Europa. Por el contrario, el poder está mucho más concentrado: viene Brasil y después los demás. Es una asimetría aún más pronunciada en Sudamérica y lo es todavía más dentro de Mercosur. Por ello alcanzó con la aparición de Brasil en escena para ponerle fecha de vencimiento a la membresía de Venezuela en el club del sur.
Si era impensable que la política exterior del PT, protector del chavismo, continuara bajo Temer, ello era imposible con José Serra como canciller. Socialdemócrata, reconocido economista, ahijado político de Fernando Henrique Cardoso, exiliado en su juventud, defensor de los derechos humanos, el nombre de Serra significaría el fin de un Brasil bolivariano.
La belleza de los 140 caracteres es que no hay espacio para las naderías que algunos usan como sinónimo de diplomacia
Ya había emitido una señal cuando dijo que Bolivia y Ecuador, siempre cámara de resonancia de Caracas, tenían mucho que aprender sobre democracia antes de hablar de la destitución de Dilma Rousseff. Ahora fue suficiente con un tuit desde @joseserra para que el tablado de los ambivalentes—las cancillerías de Argentina y Uruguay—se sintiera mover bajo sus pies. La posición que el canciller Loizaga de Paraguay había mantenido desde el comienzo se hizo letra oficial del bloque.
Curiosamente, y a propósito de hechos consumados, el tuit de Serra estaba online antes que la comunicación oficial de las cancillerías: “Finalmente solucionamos el impasse creado en el Mercosur por la posibilidad de que Venezuela asuma la presidencia del bloque”. Anuncia también que la presidencia será ejercida por una comisión de los cuatro países fundadores y que Venezuela tiene plazo hasta el 2 de diciembre para cumplir con los compromisos contraídos, de otro modo “será suspendida del Mercosur”.
La belleza de los 140 caracteres es que no hay espacio para las naderías que algunos usan como sinónimo de diplomacia. Luego llegaron los comunicados oficiales de las cancillerías, con un párrafo adicional en la de Paraguay haciendo referencia a que ninguno de los cuatro países puso objeciones a esta decisión. Tal vez fue una estrategia de Asunción para neutralizar posibles guiños a Caracas.
No es superfluo, a propósito de guiños. Ocurre que la cancillería de Uruguay no emitió un comunicado propio, solo reprodujo la resolución de Mercosur en su portal, escaneada, y la cancillería de Argentina solo hizo referencia a negociaciones comerciales y a la importancia que Venezuela se adecúe a los protocolos, en un lenguaje tan híbrido como fuera posible.
Las interpretaciones de prensa que llegan desde Montevideo y Buenos Aires infieren que el primer caso se explica por que el gobierno de Tabaré Vázquez tiene esperanza que Venezuela pague su deuda con los productores agropecuarios, entre otros rumores. El segundo caso tendría que ver con que la canciller Malcorra continúa postulada a la Secretaría General de Naciones Unidas y Venezuela continúa en el Consejo de Seguridad.
En contraste, Itamaraty no solo hizo referencia al “Acuerdo de Complementación Económica número 18” de 1991 sino también al “Protocolo sobre Compromiso con la Promoción y Protección de los Derechos Humanos” de 2005. El canciller Serra, además, volvió sobre la cuestión de derechos humanos en una entrevista en el periódico paulista Estadao al día siguiente. La venganza es un plato que se come frío, habrán pensado en Mburuvicha Róga en Asunción.
Mientras tanto en Caracas, al final de una semana de intrigas, secretos y chantajes varios, el diputado Timoteo Zambrano, coordinador de asuntos internacionales de la MUD, casi se constituyó en vocero de la cancillería. En lenguaje que parece prestado por la siempre locuaz Delcy Rodríguez, el diputado rechazó las sanciones de Mercosur—la “amenaza de Mercosur”, según reportó El Universal de Caracas—dado que perjudicaría a los venezolanos residentes en los países miembros.
Muy loable, pero eso se resuelve con la generosa política migratoria que existe con los exiliados venezolanos, pues eso son. No hay más que tomarse un café en cualquier capital de la región y conversar con los tantos jóvenes venezolanos que allí trabajan. Para que Zambrano no se preocupe, también se los encuentra en Bogotá, Lima o el DF, capitales de países que no son miembros de Mercosur.
Lo que ocurre es que la presión internacional sobre Maduro ha dado un giro y Zambrano reacciona ante ello, menos como opositor que como oficialista. Ahora es Brasil quien comienza a actuar. Ya nada será como era entonces en América Latina para el chavismo.
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