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Camboya juzga a los jemeres rojos por imponer matrimonios forzosos masivos

Miles de hombres y mujeres fueron obligados a casarse con extraños entre 1975 y 1979 en ceremonias en masa que incluían desde dos a 300 parejas al mismo tiempo

Imagen de archivo de un matrimonio forzoso.Vídeo: El País Vídeo

La camboyana Ouk Main explicaba recientemente que no tuvo más remedio que callar y casarse. Cuando tenía 21 años la granjera fue elegida para contraer matrimonio, enfundada en un uniforme militar, con un miembro de los jemeres rojos de 29 años. La ceremonia nupcial duró poco más de cinco minutos. Como parte de la boda, la mujer tuvo que comprometerse públicamente a tener un hijo en el periodo de un año. Tras el enlace, los soldados espiaron frecuentemente a los cónyuges para asegurarse de que mantenían relaciones sexuales.

“¿Qué podía hacer?”, se pregunta Main. “Si no me casaba quién sabe lo que hubiera sido de mí. Tenía miedo y al mismo tiempo estaba muy enfadada. Los oficiales eran arrogantes y peligrosos”. La mujer quedó viuda un año después, poco antes de la caída del Gobierno de los jemeres rojos en 1979. Nunca volvió a casarse.

“¿Qué podía hacer? Si no me casaba quién sabe lo que hubiera sido de mí. Tenía miedo y al mismo tiempo estaba muy enfadada. Los oficiales eran arrogantes y peligrosos.”

El tribunal que juzga los crímenes de esta guerrilla comunista, integrado por magistrados camboyanos y extranjeros y denominado las Salas Extraordinarias de las Cortes de Camboya (ECCC por sus siglas en inglés), han comenzado este martes las vistas de uno de los aspectos menos conocidos del régimen jemer que tuvo lugar en Camboya entre 1975 y 1979: los matrimonios forzosos por los que miles de hombres y mujeres fueron obligados a casarse con extraños en ceremonias en masa que incluían de dos a 300 parejas al mismo tiempo. Aquellos que no querían casarse desaparecían, contó una víctima que apareció vestida con traje oscuro, según informa France Presse. "Nos forzaban", dijo. El tribunal juzga desde 2006 a los octogenarios jefes de los jemeres rojos que siguen vivos. Su líder, Pol Pot, murió en 1998 sin rendir cuentas.

En la actualidad todavía se desconoce cuántos hombres y mujeres fueron víctimas de los matrimonios forzados, ya que el rango de selección era de todos aquellos que tuvieran entre 15 y 35 años y las bodas se celebraron en todo el país, en cada pueblo. La mujer con el traje oscuro explicó al tribunal que un soldado la amenazó con dispararla si no consumaba el matrimonio con ella. Fruto de la unión forzosa, nació una hija de la que fue separada hasta unos años después. "Nunca le he contado esta historia a nadie antes, pero es hora de hablar", ha confesado.

Las parejas en muchos casos no se habían visto nunca antes de la boda y eran avisadas horas antes por los jefes de los campos de trabajo que actuaban de casamenteros. Las familias no estaban permitidas en la ceremonia y las celebraciones también quedaron prohibidas: no había baile, cantos ni ropa tradicional. En algunas ocasiones se les permitía a los oficiales casarse con una mujer de su elección, como le sucedió a Ouk Main.

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Los matrimonios tenían varios objetivos, explica Rodrigo Montero, asesor de la Agencia Alemana de Cooperación para el Desarrollo (GIZ, por sus siglas en alemán). “Por un lado asegurar la reproducción biológica y social bajo el yugo del Estado militar y, por otro, perpetuar la hegemonía de la ideología del régimen y la alienación de la población hacia él”.

Cuando los jemeres rojos tomaron el poder en 1975, evacuaron completamente las ciudades, abolieron la religión, la propiedad privada, el dinero y el sistema judicial. Las familias fueron separadas por género y edad y enviadas a los campos de trabajo donde debían trabajar de sol a sol para cumplir las inalcanzables cuotas de producción. Se estima que murieron alrededor de 1,7 millones de personas como consecuencia del hambre, las ejecuciones masivas o el trabajo forzado: una cuarta parte de la población.

Para Montero, la consolidación de un sistema de justicia transicional es de vital importancia para las víctimas, ya que muchas de ellas “están muriendo sin haber encontrado reparación y justicia”. “Sus verdugos también están muriendo sin ser juzgados y falta voluntad por parte del Gobierno camboyano para resarcir a las víctimas y perseguir a los criminales del régimen”.

En esta parte del juicio están llamados a testificar dos expertos, ocho partes civiles y tres testigos como parte del caso 002/02 que juzga al número dos del Jemer Rojo, Nuon Chea, de 88 años, y el jefe de Estado de la entonces llamada Kampuchea Democrática, Khieu Samphan, de 83 años. 

Las violaciones también ocurrían fuera de los matrimonios forzados, pero “no forman parte de esta investigación por no tratarse de una política del Jemer Rojo”, concluye Sarath Young, gerente de proyectos en la sección de apoyo a las víctimas del tribunal ECCC.

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