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Futuro emperador busca profesor de español

El príncipe heredero de Japón, Naruhito, aprendió español antes de visitar España

José Manuel Abad Liñán
El príncipe Naruhito posa junto a su profesor antes de la boda del príncipe Felipe en Madrid.
El príncipe Naruhito posa junto a su profesor antes de la boda del príncipe Felipe en Madrid.Cortesía de F. Rodao

No todos los días a un profesor de idiomas le proponen darle clase a un futuro emperador, pero un día de principios de 1992 eso es lo que le ocurrió al descolgar el teléfono a Florentino Rodao, hoy profesor de historia de Asia en la Complutense y entonces becario en Tokio.

Al otro lado de la línea, el gran chambelán, una suerte de alto secretario de la casa real japonesa, le proponía enseñar español a un alumno de lujo, el príncipe Naruhito, próximo emperador tras el deseo de abdicar de su padre, Akihito. El heredero se había propuesto aprender el idioma cuatro meses antes de visitar la España de la Expo y las Olimpiadas, y quería practicarlo con un hablante nativo.

Al profesor le consta que puso en práctica el idioma, incluyendo un chapurreo en catalán, en su visita a España

Florentino veía el palacio Kokyo todos los días desde su trabajo, una academia en las torres gemelas de Tokio, pero nunca se imaginó que terminaría entrando en él una vez por semana para atravesar jardines y palacios. Al pasar, los jardineros le hacían reverencias. Después de caminar 15 minutos dentro del recinto imperial, se topó con las puertas del Karigosho, el palacio provisional, donde vivía el príncipe. Los funcionarios le hicieron permanecer solo en una sala para que esperase allí la entrada de su alumno.

¿Por qué lo habían escogido a él? Supo que el Palacio Imperial había pedido a la Embajada de España referencias, pero cree que en la decisión de escogerlo primó que ambos, profesor y príncipe, tuvieran la misma edad: 32 años.

Por una de las puertas, apareció al cabo Naruhito. ¿En una clase, el profesor manda siempre o ese imperativo queda en nada si el alumno es un futuro emperador? "No, qué va, no mandaba nada, fue siempre muy amable". Florentino Rodao recuerda el entusiasmo con el que quería hablarle a su alumno de sus investigaciones sobre las relaciones de España con Asia, el ámbito de su tesis doctoral. "Estaba emocionado por enseñarle mis libros y él, en cambio, me empujaba con sus manuales de español", comenta entre risas. "Estaba claro que lo que quería era aprender español lo antes posible".

Aunque aparte tomaba clases de gramática, el español de Naruhito era aún muy básico para mantener una conversación profunda. "Estaba empezando, pero daba envidia. Yo me decía al final de cada clase: '¡qué rápido aprende!'. Era mi alumno más listo. Ayudaba que ya sabía idiomas, al menos inglés y francés, y también, para la pronunciación, que el japonés tenga las mismas cinco vocales que el español".

De hecho, no recuerda tener que corregirle mucho. "Era una persona que lo pillaba todo al vuelo". Así, literalmente, se lo comentó al chambelán en presencia real. Naruhito respondió: "¿qué dice del abuelo?". "Nunca había oído la expresión al vuelo, pero tenía un oído espectacular, como buen músico [Naruhito toca la viola]". A Florentino le sorprendió la dedicación: "Siempre traía hecha la tarea que le enviaba para después de clase". También el esfuerzo: "Por viajar unos días a un país extranjero, ¿qué rey se va a poner a estudiar un idioma durante cuatro meses?". 

Tan solo una vez hubo un problema de entendimiento. De un viaje, el profesor trajo un par de camisetas sobre España ("recuerdo que una llevaba la portada de Astérix en Hispania"). Las llevó a clase y le preguntó al príncipe: "¿Cuál prefiere?". Naruhito entendió que le regalaba las dos. "Me dejó a mí sin ninguna y pensé: 'otro día tengo que enseñarle qué significa la palabra cuál", rememora entre risas.

Aprendiendo español con el sumo

Cada día, era el profesor el que proponía los temas de conversación. Eso sí, el día en que había combate de sumo, en clase ya no se hablaba de otra cosa. "Poníamos los combates en la televisión y yo le hacía preguntas básicas: '¿quién ha ganado?' para incitar la conversación". Pero los asuntos de actualidad de España también terminaban por filtrarse en la conversación. En una de las últimas clases antes de la visita oficial a España, recibieron la noticia de que un toro había embestido a un estadounidense en los sanfermines. Se resbaló en la carrera y en lugar de tumbarse, se levantó y lo mató el animal. "Eso dio pie a hablar de la importancia de los toros en España".

También se servían de unos textos para aprender castellano, muy sencillos. En uno una chica contaba que había tenido varios novios y se había desengañado de todos ellos. "Eso a él le hacía reír mucho, es una persona expresiva". La formalidad de las primeras clases —corbata de rigor— fue relajándose tanto como lo permitía el estricto protocolo de la corte japonesa.

Conforme se acercaba la fecha del viaje, a Naruhito le interesaba cada vez más conocer las ciudades que visitaría, Sevilla y Barcelona. Eso dio pie a extender, por el mismo precio ("no recuerdo cuánto me pagaron, pero fueron generosos"), las clases al catalán. "Aproveché que un amigo había publicado un diccionario catalán-japonés para que aprendiera algunas palabras". A Florentino Rodao le consta que puso en práctica ambos idiomas, incluido el chapurreo en catalán, en su visita a España. "Sorprendió muchísimo", ilustra.

A la vuelta a Japón, el príncipe quiso seguir aprendiendo. Dieron alguna clase más, pero entonces llegó el anuncio formal de su boda con Masako, otra políglota (habla japonés, ruso, inglés, francés y alemán). El compromiso llevó a cancelar las clases, pero eso no quitó para que todos los años, unos días antes del 23 de febrero, Florentino Rodao haya seguido recibiendo la invitación a una recepción por el cumpleaños principesco.

Hubo que esperar muchos años, hasta 2004, para que docente y alumno volvieran a verse. Ese año Naruhito visitó Madrid para asistir a la boda del príncipe Felipe y Letizia y se acordó de su antiguo profesor. "Nos contamos nuestra vida. En esos años los dos nos habíamos casado, y también que habíamos sido padres, y también el mismo año". El profesor le enseñó con orgullo un vídeo de su hijo de apenas tres años, al que había enseñado a contar del uno al diez en japonés. "Apenas hablaba español. La noche anterior me había dicho un palabro con su media lengua: algo así como 'aduna' y se lo comenté al príncipe". "Tsuki?", le preguntó Naruhito. El niño, sí, había señalado a tsuki, la luna.

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Sobre la firma

José Manuel Abad Liñán
Es redactor de la sección de España de EL PAÍS. Antes formó parte del Equipo de Datos y de la sección de Ciencia y Tecnología. Estudió periodismo en las universidades de Sevilla y Roskilde (Dinamarca), periodismo científico en el CSIC y humanidades en la Universidad Lumière Lyon-2 (Francia).

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