Un juez libera al hombre que trató de matar a Reagan
A los 35 años del ataque, Hinckley no es considerado un peligro y podrá vivir con su familia
Han pasado 35 años y John Hinckley Jr. ya no es un peligro público. Este es el razonamiento que hizo este miércoles un juez al ordenar la liberación del hombre que en 1981 trató de matar al entonces presidente estadounidense Ronald Reagan. Hinckley, de 61 años, podrá abandonar la próxima semana el hospital psiquiátrico en el que está internado en Washington y vivirá con su madre, bajo estrictas condiciones, a las afueras de la ciudad. La fundación Reagan criticó la decisión.
“Desde 1983, cuando por última vez trató de suicidarse, no ha mostrado síntomas de una enfermedad mental activa, no ha mostrado una conducta violenta ni interés en armas, ni ha mostrado ideas suicidas”, sostiene el juez federal Paul Friedman. Hinckley ha hecho en los últimos diez años unas 80 visitas sin supervisión a su familia que vive en Williamsburg (Virginia), a 200 kilómetros al sur de Washington.
La justicia declaró en 1982 a Hinckley no culpable, por motivos de demencia, de los disparos contra Reagan, que resultó gravemente herido junto a su jefe de prensa, un policía y un guardaespaldas. La sentencia causó entonces estupor entre la opinión pública y la clase política, y llevó a algunos Estados a dificultar que la demencia pueda ser un motivo de exoneración judicial. También propició cambios legales que endurecieron el acceso a las armas.
El tirador quería impresionar a la actriz Jodie Foster, de la que se había obsesionado tras ver la película Taxi Driver. En el film, de 1976, Foster interpreta a una joven prostituta. Hinckley se identificó con el protagonista, Travis Bickle (interpretado por Robert de Niro), que planea asesinar a un candidato presidencial.
Hinckley, que había abandonado la universidad y tenía ambiciones musicales frustradas, estuvo varios años tratando de contactar con Foster cuando la actriz estudiaba en la Universidad de Yale. Le dejó cartas y poemas en su dormitorio. Tras no lograr captar su atención, Hinckley empezó a escrutar los movimientos del presidente Jimmy Carter y fue detenido por posesión de armas. Tras las elecciones de 1980, empezó a espiar a Reagan.
El 30 de marzo de 1981, le escribió una carta a Foster en que le detallaba sus planes de matar a Reagan. Ese mismo día, ejecutó su plan: se acercó al presidente a las puertas de un hotel de Washington el que acudía a un acto y abrió fuego. Una bala impactó en un pulmón de Reagan, pero se recuperó con rapidez. No su jefe de prensa, James Brady, que quedó postrado en una silla de ruedas y murió en 2014 como consecuencia de esa lesión. Entonces, un juez consideró imputar a Hinckley por asesinato, pero poco después lo descartó.
Estrictas condiciones
Una vez abandone el hospital psiquiátrico, como pedía su familia desde hace años, Hinckley tendrá que vivir un año con su madre, que tiene 90 años. Si la madre resulta incapacitada de vigilarle, entonces lo harán su hermano o hermana. Si el equipo médico lo considera apropiado, Hinckley podrá más adelante vivir por su cuenta si así lo desea.
Hay más condiciones impuestas por el juez. Al menos una vez al mes tendrá que visitar a su psiquiatra en Washington. Podrá conducir hasta la ciudad solo pero tendrá que notificar al Servicio Secreto. En los alrededores de Williamsburg (Virginia), donde reside su familia, tendrá límites de adonde podrá conducir por su cuenta.
Hinckley tendrá que trabajar o hacer de voluntario al menos tres días a la semana y, si no lo hace, su ausencia deberá ser notificada. Tendrá que llevar un teléfono móvil que registre sus movimientos. No podrá hablar con medios de comunicación, ni Foster, ni miembros de las familias Reagan, Brady y de las otras dos víctimas. No podrá estar en un lugar en el que esté el presidente o vicepresidente estadounidense, congresistas o altos cargos del Gobierno. Y, salvo el consentimiento unánime de su equipo médico, no podrá tener un perfil en una red social.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.