Ciudad de México prohíbe a los microbuses entrar al Zócalo
El Gobierno pretende sacar de circulación a estos pequeños, populares y contaminantes autobuses
La cruzada ecológica del Gobierno de la capital mexicana contra los microbuses ha llegado al corazón de la ciudad. Los populares peseros, el único medio de transporte que conecta el centro con la inmensidad capilar de la periferia, tendrán prohibida la entrada al Zócalo, la plaza nuclear capitalina, a partir de la segunda semana de agosto.
“La salida de toda la circulación de la plancha para esos vehículos es inminente, en la primera quincena de agosto estaremos con esto operando”, anunció este jueves el jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera. Ciudad de México vive ahogada en una crisis de contaminación que en los últimos meses ha obligado a dosificar la salida de coches particulares durante los días más grises, y que ha forzado incluso a salir a la palestra al ministro de Medio Ambiente, al titular de Energía y hasta al director general de Pemex, para justificar que la boina oscura y densa que encapota el cielo de la ciudad no se debe a gasolinas de baja calidad.
La acumulación de automóviles en la megalópolis mexicana es de lejos la primera causa de la contaminación. El programa hoy no circula, implantado en 1989 y que retira de circulación a millones de automóviles diarios, se ha visto rebasado por la magnitud de la crisis ambiental, la primera en 14 años.
Con el tamaño de cinco campos de fútbol, el Zócalo lleva funcionando como una gigantesca glorieta durante más de 60 años
En este contexto humeante, Mancera anunció a principios de junio que los pequeños, populares y contaminantes peseros tenían los días contados. Unos 35.000 microbuses circulan por la ciudad soltando más de un millón y medio de toneladas de tóxicos al año. Vehículos en su mayoría antiguos y descuidados, el plan es que los que todavía se mueven por la ciudad puedan cumplir su vida útil -hasta los 15 años como máximo- y luego desaparezcan para siempre.
A la espera de la publicación de la norma por parte del Gobierno, el dilema será la alternativa para los millones de habitantes que diariamente usan este transporte en una urbe cogestionada al máximo. Alrededor del 60% de la población de Ciudad de México depende de los peseros, porque son los únicos que llegan a puntos de la periferia olvidados por la red de metro. Según el Centro de Estudios Mario Molina, el Nobel de química mexicano, en las llamadas zonas conurbadas vive el 55% de los habitantes y sólo un 15% tiene cerca una estación de metro o de autobús regular.
El Zócalo es uno de los nodos centrales en las rutas de los peseros desde el centro a la periferia. Con el tamaño de cinco campos de fútbol, la tercera plaza más grande del mundo después de Tiananmén y la plaza Roja de Moscú, lleva funcionando como una gigantesca glorieta durante más de 60 años. En 2011 se presentó ante la UNESCO un plan integral de mejora que incluía obras de peatonalización y de acceso restringido a la plaza y a calles aledañas. Del plan, que tenía este año como plazo tope, sólo se ha cumplido el cierre al tráfico de la calle Madero.
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