Un siglo contra el wahabismo
Indonesia defiende el islam que se practica en su territorio como el remedio contra el extremismo que impera en Oriente Próximo
“Me pregunto por qué los jóvenes de las nuevas generaciones de musulmanes en Europa están interesados en unirse al ISIS”, reflexiona Said Aqil Siroj mientras se recuesta en la enorme butaca marrón de su despacho de la sede central en Yakarta de Nahdlatul Ulama (NU), la organización que dirige desde hace seis años. Indonesia, constitucionalmente un Estado secular, es el país musulmán más poblado del mundo: más del 90% de sus 250 millones de habitantes son suníes. Y NU, además de la principal del país, es también una de las organizaciones musulmanas más amplias del mundo, con un número de seguidores calculado entre 40 y 50 millones de personas (pero que su secretario general lo eleva hasta 80).
Nahdlatul Ulama fue fundada por un grupo de clérigos en la isla de Java hace 90 años con la meta, entre otras, de contrarrestar la expansión del wahabismo [corriente del sunismo] que se iniciaba entonces con la consolidación de la actual Arabia Saudí. Hoy, casi un siglo después, mantiene entre sus prioridades aquel objetivo fundacional. “El wahabismo tiene muchísimo dinero con el que se puede reclutar a la gente pobre. Por eso puede expandirse en África, India, Bangladés o aquí, en Indonesia”, lo justifica Aqil Siroj. Con el paso de las décadas, NU se convirtió en una organización con una amplísima red de colegios y universidades que hoy mantiene. Para algunos expertos, el trabajo que ha realizado ha sido clave para evitar una radicalización del país. “Desempeña un papel muy importante para mantener un islam antimilitante”, destaca Robin Bush, una de las mayores expertas en el país sobre NU.
Aqil Siroj, profesor de teología, utiliza su propia organización para establecer comparaciones con Oriente Próximo y describir la situación del islam en esa región. “Se puede ser secular y nacionalista. Nosotros lo somos. Pero en Oriente Próximo no existe ese secularismo. Los ulemas de aquella región son más inteligentes y tienen un mayor conocimiento, pero no pueden unir a la gente. Nosotros no somos tan brillantes, pero sí podemos mantener a los nuestros juntos. El problema es que cultura y religión no están conectados y que la religión siempre está metida en la política. Aquí no sucede eso”, afirma. De ahí proviene, según su análisis, la “crisis del islam” en la región. “De hecho, creo que el islam allí corre incluso el riesgo de desaparecer. Porque la cultura, la confianza y el orgullo de ser musulmán desaparecerán si sigue habiendo luchas”, afirma.
Nahdlatul Ulama consigue su influencia gracias sobre todo a su programa educativo. Además, trabaja desde hace años en analizar los libros y los textos que se utilizan en Indonesia para retirar los que propagan las ideas más radicales. E incluso promueve programas de becas para que iraquíes o afganos, entre otros, acudan a estudiar en Indonesia, similares a los que desde hace décadas se han desarrollado en la península arábiga para clérigos y eruditos extranjeros que después regresan a sus países de origen. “En Oriente Próximo hay una percepción equivocada de qué es el islam, que allí es muy duro. Y ejemplo de ello es ese wahabismo, que no es terrorismo, pero cuyas reglas estrictas conducen al terrorismo. La diferencia está en cómo entender el islam. Son muy diferentes a nosotros, pero deberían aprender de nuestro islam genuino, Nusantara, porque eso les ayudaría a resolver el problema”, afirma Aqil Siroj.
Los expertos advierten de que el país también tiene grupos radicales, simpatizantes del Estado Islámico
Él aboga por la propagación del islam que se practica en Indonesia como el remedio contra el extremismo. La extensión de lo que se conoce como Islam Nusantara, un concepto de difusa definición que hace referencia al islam que llegó a este descomunal archipiélago a finales del siglo XIII en los barcos mercantes, que arraigó y evolucionó conviviendo con otras religiones y fusionándose con las culturas de las islas. El secretario general lo denomina el islam de Indonesia, “el genuino, el enseñado por el profeta”, en comparación con el “impuesto por Arabia Saudí”. Esa singularidad es la que ha favorecido también que no calaran las ideas más radicales. El salafismo y el wahabismo no cuadran con el pluralismo político y religioso y la pureza y ortodoxia que, según proclaman, se perciben contrarias al sincretismo del Islam Nusantara.
Indonesia, no obstante, no ha estado exenta de ataques extremistas durante los últimos años. El más importante, el atentado de 2002 en Bali perpetrado por el grupo radical de la región Jemaah Islamiya, ligado a Al Qaeda. El último, el pasado mes de enero en Yakarta, cuando varios ataques simultáneos de terroristas vinculados al ISIS terminaron con siete muertos, cinco de los atacantes entre ellos. Según revela un informe del Institute for Policy Analysis of Conflict (IPAC) indonesio, no existe hoy unidad entre los simpatizantes del ISIS, divididos al menos en tres facciones. “Sin embargo, aunque compitan entre sí, deberían preocuparnos las posibles células extremistas en Indonesia, Malasia y Filipinas. Sus seguidores son más peligrosos divididos que unidos, porque resulta más complicada su vigilancia y porque exhibir una competencia mayor que sus rivales puede ser un incentivo para atacar”, explica Sidney Jones, directora de IPAC.
Durante los últimos años se ha producido en el país un aumento del radicalismo religioso. Así lo han denunciado organizaciones como Human Rights Watch o Amnistía Internacional, que han alertado de un incremento de los casos de persecución a grupos religiosos minoritarios. Aunque es en la ultraconservadora región autónoma de Aceh, en Sumatra, donde más se percibe desde hace ya más de una década con la implantación de la sharía (ley islámica) y la imposición de castigos como los latigazos públicos. Para Aqil Siroj, esa radicalización no es un fenómeno exclusivo de su país, sino consecuencia, como lo define, “del radicalismo global, de la influencia extranjera”.
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