El proyecto que reúne las canciones más tristes de Colombia
Compositores de todo el país recuerdan con su música las tragedias que han marcado más de cinco décadas de violencia
Ya lloraron y lo lamentaron. Ahora cantan para recordarlo, para hacer memoria. “Era el primero de enero del 84 y nuestro hogar fue saqueado por hombres armados. Como botín se llevaron a mi padre. La violencia absurda huérfanos nos dejó”. La canción se llama Desaparecido y es una carranga, música campesina de la región andina de Colombia, que relata uno de los más de 60.000 casos de personas desaparecidas que se registran en el país.
Durante cinco meses, 45 compositores e intérpretes de las zonas más afectadas por el conflicto colombiano se unieron para sacar sus dolores y convertirlos en canciones, que fueron compiladas en el proyecto Tocó cantar, una travesía contra el olvido, liderado por el Centro Nacional de Memoria Histórica. “Encontramos una necesidad generalizada de contar, pero sobre todo de cantar la memoria de nuestros territorios y esta necesidad cumple con varias funciones. La música crea memoria, pero también busca verdad, transformación. Es una catarsis que convoca a la unidad”, dice Lucia Ibáñez, productora del proyecto.
En Tocó cantar se reúnen por primera vez en un mismo trabajo musical los ritmos más representativos del territorio colombiano para hablar de la guerra. Con acordes característicos de los indígenas, afros, campesinos y ritmos urbanos relatan los momentos más tristes de la historia contemporánea del país. Con el sonido de un arpa, propia de la música del llano, cuentan la historia de las ejecuciones extrajudiciales o ‘falsos positivos’, como en el 2008 se conoció en Colombia el asesinato de decenas de jóvenes a manos de fuerzas del Estado. Los músicos, que lograron entrar a la iniciativa tras una convocatoria pública, no son famosos y lo único que los une es haber vivido en carne propia la violencia.
José Ancizar Cano canta sobre la masacre de su pueblo. Recuerda que hace 25 años una toma armada acabó con la vida de 17 personas y otras más fueron desaparecidas. Desde entonces, él y su familia siguen esperando noticias del papá de su esposa. No saben si está muerto o si hace parte del grupo de campesinos de quienes no se tiene rastro desde el día en que las balas se metieron en su pueblo. Ibáñez habla del significado de la música como herramienta para contar verdades y representar a comunidades, algunas olvidadas por el Estado durante mucho tiempo. “En este trabajo, públicamente se dan a conocer las afectaciones de la guerra en diferentes esferas y territorios del país. Además, permite que distintos actores (músicos profesionales, músicos empíricos, indígenas, afrodescendientes, campesinos, víctimas, tribus urbanas, jóvenes, adultos mayores) narren con sus propias voces lo sucedido”.
Marta Giraldo le canta a las mujeres. “Baldío es una canción que recuerda el dolor del desarraigo de nuestro pueblo colombiano”, dice en el documental que se incluye en el proyecto y que muestra la travesía que se emprendió por todo el país para reunir tantas y tan diversas voces. El relato de esta mujer, acompañado de una guitarra, recuerda la lucha de las miles de mujeres que han tenido que alejarse de sus tierras y dejar a sus familias a causa del conflicto, que en cincuenta años ha dejado al menos 7 millones de desplazados.
“La memoria de nuestro territorio es plural, así que cualquier voz nueva aportaría mucho a este compendio”, dice la productora, quien agrega que “Tocó Cantar deja ver un esfuerzo generalizado en el territorio nacional de no olvidar lo que ha sucedido para poder construir nuevos escenarios de paz”.
Ibáñez reconoce la participación de personas que fueron afectadas de diferentes formas por el conflicto. Habla de uno de ellos que vive en exilio en España y recuerda que la guerra en Colombia no ha distinguido entre bandos. “El conflicto nos ha tocado a todos en Colombia, creo que en este trabajo vemos que lo inaceptable es el olvido. Los diferentes grupos participantes en su interacción con nuestro equipo de trabajo nos han hecho sentir en la piel que lo que más duele es la indiferencia, ignorar lo que ha pasado”, concluye.
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