Un superviviente del ataque en una peña de Irak: “Era el único lugar para olvidar los problemas”
Abdelkarim, madridista como muchas víctimas, cuenta su experiencia y su pasión por el fútbol
Maher Abdelkarim se perdió el último partido del Real Madrid, el pasado sábado. A pesar de ser su equipo favorito, el atentado del jueves contra la peña merengue de Balad (Irak) en la que se reunía con otros aficionados, le ha hecho mella. Podía haber estado entre los 14 muertos que causó el ataque terrorista. Uno de sus vecinos resultó herido. Aun así lo ocurrido no ha mermado su pasión por el fútbol, la única evasión en un país destruido por cuatro décadas de guerras sucesivas, un Estado disfuncional y la ausencia de perspectivas de futuro para quienes como él han crecido inmersos en la violencia sectaria. El Estado Islámico (ISIS, en sus siglas en inglés), asumió la autoría del ataque en un comunicado difundido en las redes sociales.
"Varios hombres armados entraron en la cafetería y abrieron fuego contra los chicos que estábamos allí. Algunos cayeron muertos, otros heridos", recuerda aún afectado Maher. Entre los heridos estaba su vecino Sadik Murad. "Una bala le alcanzó en la mano derecha; se la extrajeron en el hospital", apunta. No todos tuvieron tanta suerte. "Dos de los ingresados murieron después", añade.
Este joven, de 23 años y en paro como el 18% de los iraquíes de su edad, acude a esa cafetería cada jueves. "A veces solo, a veces con mi primo Husam, para hablar sobre los jugadores y criticar a los nostálgicos del Barcelona", cuenta por teléfono desde Balad. El jueves pasado, equivalente al viernes occidental porque en Irak el fin de semana es viernes y sábado, iba con su primo, que también es madridista.
"Llegamos sobre las seis de la tarde y nos sentamos según se entra a la derecha", describe repasando mentalmente aquellos últimos momentos de despreocupación. La visita a la cafetería es casi un ritual. "Vamos allí porque es el único lugar para olvidar los problemas de la vida en Irak", confía.
Y no son pocos. Maher nunca ha vivido en un país normal. Cuando nació en 1993 Irak era víctima de las sanciones internacionales por la invasión de Kuwait. El deterioro de las infraestructuras y la escasez de productos básicos marcaron toda esa década. Con el cambio de siglo y cuando él empezaba a tener conciencia del mundo, se produjo la invasión estadounidense y el derribo de Sadam Husein. Desde entonces, la mala gestión de los ocupantes, las ambiciones de los vecinos y las rencillas sectarias acumuladas durante años entre los iraquíes impiden la paz.
En lugares como Balad, que a pesar de sus 250.000 habitantes sigue siendo un villorrio desde el punto de vista de servicios e infraestructuras, la vida ha sido especialmente difícil. Aunque la mayoría de su población es chií, la ciudad está rodeada de enclaves suníes, lo que la situó en la línea de frente primero, de la lucha contra la insurgencia (EE UU tuvo allí su principal base aérea), y después, de la guerra sectaria que ahora ha reavivado el ISIS.
Desde hace tres años, los numerosos seguidores del Madrid en Balad decidieron fundar una peña en la cafetería donde coincidían para ver los partidos y comentar las jugadas debido a su gran pantalla de televisión. La Al Furat, o Éufrates en árabe por uno de los dos ríos que atraviesa Irak, está situada en el centro de la ciudad, en una calle comercial llena de restaurantes populares, concesionarios de automóviles y otras tiendas.
Los Irak Blancos, cuatro mil y pico hinchas según su presidente, carecen de carné y los formalismos habituales en este tipo de asociaciones. Lo suyo es pura pasión. "Desde niño amaba al Real Madrid y eso se ha trasladado a la peña", asegura Maher. "Soy del Madrid hasta el tuétano. Mira si alguien de mi familia no está con los blancos, le retiro la palabra", resume. El joven agradece el gesto de los jugadores de haber jugado el sábado con un brazalete negro en señal de luto por las víctimas del atentado. "Mejor que nuestro Gobierno que mantuvo silencio", concluye.
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