Perú: fin de la primera manga
Las elecciones peruanas han sido democráticas, pero en extremo chapuceras
Las elecciones presidenciales peruanas, de las que el domingo se corrió la primera manga, han sido objeto de durísimos comentarios, como el de The Economist que las tachaba de "peligrosa farsa", cuando, en una tradición más hispánica, antes bien eran sainete. Contrariamente, sí han sido elecciones democráticas, pero en extremo chapuceras. Dos candidatos, César Acuña y Julio Guzmán fueron eliminados de la carrera por irregularidades de las que era igualmente responsable la ganadora de la primera vuelta, Keiko Fujimori, a la que la autoridad electoral no tuvo valor de mandar a casa.
En 1958 un notable político y ensayista, Luis Alberto Sánchez, publicó Perú: retrato de un país adolescente, que caracterizaba como si le faltara un hervor. Ha pasado mucho tiempo, pero el profesor norteamericano, Steven Levitsky, excepcional observador del Perú, donde vive, escribía en plena campaña que era "uno de los Estados más disfuncionales de América Latina". Tradúzcase "disfuncional" por aquella colectividad en la que los partidos son de quita y pon, apenas máquinas electorales a tiempo parcial; los líderes suben y bajan en la apreciación popular en atrición constante; y las sorpresas electorales ya no sorprenden a nadie; uno de los eliminados de la justa, Acuña, ha protagonizado una inusitada comedia de las equivocaciones, cuando, acusado con pruebas irrefutables de dedicarse a copiar el libro ajeno, jamás pensó por ello en retirarse; y la propia Keiko tiene a su padre, el expresidente, Alberto Fujimori, en la cárcel, por corrupción y vulneración masiva de los derechos humanos, de cuya ejecutoria se ha desligado únicamente con la boca pequeña y hasta fecha reciente anunciaba que, como presidenta, se apresuraría a amnistiarlo.
Pedro Pablo Kuczinsky, que disputará la segunda vuelta a la Fujimori junior, era hasta el año pasado ciudadano estadounidense, ha sido ministro, encuentra su fuerza en una Lima, tecnócrata, urbana y elitista, aunque, coqueto, dice que acepta gustoso que le llamen "progresista". Pero el enfrentamiento de junio será directamente entre dos posiciones muy personales: fujimorismo y antifujimorismo. Una opinión de fuerte acento popular recuerda con nostalgia al expresidente, casi tan japonés como peruano, que derrotó a Sendero Luminoso, encabezó un periodo de fuerte crecimiento económico, pero, sobre todo, encarnaba por la vía de las urnas el fin de la "Colonia", de los descendientes de la Lima del virreinato, siempre en el poder cualquiera que fuese el criollo presidente.
¿Encarna Fujimori un nuevo proyecto de país? La que podría haber sido alternativa, Verónika Mendoza, candidata difusamente bolivariana, quedó en tercer lugar, lo que, teniendo en cuenta lo modesto de sus recursos, equivalía a toda una resurrección de la izquierda que, con el descalabro del APRA, del también expresidente Alan García, estaba desaparecida. Y aunque sea más funcional que ideológico, una cierta renovación supone que la ex Primera Hija haya creado la única formación política estructurada allí donde su padre -justicia poética- había destruido el sistema de partidos.
Perú, pese a todo, avanza. La transmisión de poderes del 28 de julio será la cuarta sucesión ininterrumpida por un golpe –incluido el de Fujimori senior en 1992- desde Augusto B. Leguía en 1908. La institucionalización lleva su tiempo.
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