_
_
_
_
ABRIENDO TROCHA
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Domingo de dudas

Muchos se preguntan cómo afectará a la futura gobernabilidad el actual clima enrarecido

Diego García-Sayan

Las elecciones dentro de dos días en el Perú suscitan interrogantes en dos planos. De un lado, un proceso electoral que no ha sido particularmente ejemplar. Las deficiencias de una legislación electoral dictada a último momento y la peor aplicación de la misma por la autoridad electoral llevaron a exclusiones de candidatos ya inscritos y que estaban participando protagónicamente en la competencia electoral. Las exclusiones cambiaron súbitamente el escenario electoral y fueron interpretadas con suspicacia y reservas por buena parte de la sociedad.

La primitiva interpretación de la ley (“al pie de la letra”), el percibido atropello al “derecho a la participación” —consagrado en la Constitución y los tratados internacionales— y el uso de varas distintas para medir cada caso ante situaciones semejantes, generó un clima enrarecido. Desde que se recuperó la democracia en 2000 todos los procesos electorales fueron impecables. Ahora es otra la situación. Por otro lado, preocupa el devenir de la polarización abierta a partir de las irregularidades del proceso y la posibilidad de que triunfe la candidatura fujimorista. Algunas decisiones del Jurado Nacional de Elecciones (JNE) son percibidas por cerca de la mitad de la población encuestada como parcializadas a favor de este partido. Resucitan pesadillas de un período (1990-2000) autoritario, con escuadrones de la muerte y, además, muy corrupto. Todo dinamiza la protesta callejera frente a la amenaza del retorno del fujimorismo, como lo hicieron decenas de miles de jóvenes en todo el Perú el martes 5 (aniversario del “autogolpe” de Alberto Fujimori).

En la campaña electoral de su hija Keiko se ha visto su intento de distanciarse de ese pasado. En el debate presidencial del domingo 3 tendió una rama de olivo con una carta-compromiso prometiendo reconciliación, no repetición y respeto a los derechos humanos. Sin ser irrelevante, dista de ser suficiente y van de la mano paralelas conductas de personajes de su entorno que en la misma campaña no parecen haber dejado atrás el pasado. Sed de venganza y la fácil acusación de “terrorista” contra quien los cuestione han sido visibles en varios de estos episodios.

¿Enterrada el hacha de guerra y de venganza contra quienes desempeñaron, por ejemplo, papel protagónico en la reconstrucción democrática del 2000-2001 o en hacer viable el encausamiento penal a Fujimori por corrupción y crímenes de lesa humanidad? Si fuese así, bienvenido sea; pero habrá que ver las cosas en el día a día pues se requiere mucho más que una carta emitida al fragor de la campaña. A esto se añade el cambio en el escenario electoral con el ascenso acelerado de la candidatura de izquierda de la cusqueña Verónika Mendoza (Frente Amplio). Con un escaso 3% de respaldo hace dos meses, ahora empata la segunda posición con Kuczynski al conquistar a indecisos, jóvenes y a sectores del sur. Si bien el movimiento de preferencias puede tener algo que ver con espacios generados por las exclusiones de candidatos, el frente izquierdista ocupa un espacio lógico, que ha sido torno al 30% del electorado cuando inusualmente ha apostado a una carta propia y relativamente unitaria.

Este domingo la votación seguro se concentrará en tres candidaturas (Fujimori, Mendoza y el exministro Kuczynski); Mendoza muy bien podría llegar a disputar en junio la segunda vuelta con Keiko Fujimori, visible puntera. Lo que muchos se preguntan, sin embargo, es cómo afectará a la futura gobernabilidad el actual clima enrarecido en una sociedad ya erizada, impaciente y polarizándose.

Resultará vital para la gobernabilidad construir espacios de amplia concertación para el ejercicio del nuevo Gobierno desde julio. La transparencia, tolerancia y el respeto a los derechos ciudadanos deberían ser ingredientes medulares en un indispensable esfuerzo para cortar la peligrosa espiral polarizante en curso.

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_