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La Basílica de Guadalupe, el gran bastión del catolicismo latinoamericano

Francisco asiste esta tarde al templo del Tepeyac para cumplir con un deseo personal: estar a solas con la virgen de los mexicanos católicos

Cuando anunció que vendría a México en 2016, el papa Francisco fue claro respecto a las ciudades que visitaría. Quería ir a ciudades que no hubiera pisado antes un pontífice, pero haría una excepción con la capital por una razón: “Si no fuera por la virgen de Guadalupe, no voy a la Ciudad de México”, dijo sin tapujos. La tarde de este sábado, Jorge Mario Bergoglio cumplirá su deseo de visitarla en la Basílica como máximo jefe de la iglesia católica, por vez primera.

“Es el papa guadalupano”, asegura Fred Álvarez, analista especializado en temas religiosos. El problema del Papa, afirma Álvarez, es que dice la verdad, por eso confesó abiertamente que de no ser por Guadalupe, omitiría la parada en Ciudad de México en su gira nacional, que incluye los Estados de Chiapas, México, Michoacán y Chihuahua. “Eso fue un duro golpe a Norberto Rivera, yo creo que le dolió”, dijo el analista respecto al arzobispo de la capital.

El momento más importante de la gira de Francisco, por lo tanto, será su oración frente al ayate de Juan Diego, el indígena chichimeca que –según la leyenda- fue testigo de la aparición de la virgen de Guadalupe en el cerro del Tepeyac, donde posteriormente se construyó la Basílica en su honor. El ayate es la prenda que portaba Juan Diego y sobre la cual se imprimió la imagen de Guadalupe. “El Papa va a orar sólo en dos ocasiones: en la Basílica, que va a ser su momento mágico, y en San Cristóbal de las Casas (Chiapas). A eso viene el Papa”, puntualizó Fred Álvarez.

“Lo que pediría como un favor a ustedes, esta vez que va a ser la tercera que piso suelo mexicano, me dejen un ratito solo delante de la imagen”, dijo Francisco en una entrevista cedida a la agencia Notimex. El obispo de Roma relató que ha visitado México dos veces antes de ocupar el máximo cargo de la iglesia católica, una vez en 1970 por una reunión de jesuitas y la segunda siendo Juan Pablo II el Papa, en los años noventa. En ambas ocasiones visitó a quien llama “la señora, la madre”, la primera vez en la vieja Villa, la segunda en la actual basílica. Una de las dos veces que fui me querían explicar la imagen, preferí que no, quedarme en silencio mirando. Es una imagen decidora, la imagen de una madre que cobija, que está metida en su pueblo, eso es lo que siento delante de ella”, expresó el Papa.

Pero el papa Francisco tampoco tenía la opción de venir a México sin visitar la capital, según el investigador Fernando M. González, catedrático de la Universidad Nacional y autor del libro ‘Marcial Maciel’. “No venir sería como un desacato”, sentenció.

En contraste, Fred Álvarez asegura que el afecto de Jorge Bergoglio hacia Guadalupe y Juan Diego queda de manifiesto en la capilla que mandó construir para el santo en Buenos Aires, “ese es el otro personaje mágico de Francisco”, dice el analista. El Papa llamó a este templo ‘Patrono de los floristas’, pues según el mito, Juan Diego Cuauhtlatoatzin subió a recolectar flores al cerro del Tepeyac cuando la virgen apareció.

San Juan Diego me dice mucho también. Hombre bueno, pero se tuvo que meter en todo ese mundo de convencer al obispo y sentir la humillación de que no le creía. El milagro de las flores sí es posible porque la madre es la gran flor de México”, expresó Francisco en declaraciones previas a su gira por este país.

Juan Diego fue canonizado en julio de 2002 por Juan Pablo II y, sin embargo, es un santo abandonado por el Episcopado y la Arquidiócesis Primada, asegura Álvarez. “Tan está abandonado, que no tiene un templo. El que tiene ahora es el que era la casa de Disney, pero aún no se ha construido”, dijo en referencia a un sitio que en los años 80 fuera un cine exclusivo para cintas infantiles de esa productora, ubicado en Insurgentes Norte.

La Basílica de Guadalupe tiene dos templos: la “vieja Villa” ubicada en el cerro, y el nuevo templo, construido a los pies del monte entre 1974 y 76 por órdenes del entonces abad Guillermo Schulenburg, un polémico personaje por haber puesto en duda la existencia de Juan Diego al decir que era sólo “un icono”. Según el experto en religiones Bernardo Barranco, Schulenburg es un actor determinante en la mediatización de la religión católica en México, pues a través de su estrecha relación con el presidente de Televisa, entonces Emilio Azcárraga Milmo, consiguió posicionar en televisión las misas dominicales y la transmisión en vivo de la celebración del ‘día de la Virgen’ desde la Basílica, cada 12 de diciembre.

El abad, según Fernando M. González, dijo que el verdadero milagro guadalupano no es la aparición de la virgen a Juan Diego, sino la permanencia de este mito hasta nuestros días. El catedrático relató que mientras realizaba una investigación sobre el expresidente mexicano Plutarco Elías Calles -quien modificó el Código Penal en 1926 para limitar las manifestaciones religiosas y conocido por ello como el “perseguidor católico”- encontró una pregunta que le hicieron en el exilio al exmandatario. La pregunta era “¿Cuál fue su error?”, a lo que Calles respondió “no darme cuenta que, hasta en la última casa de México había una imagen de la virgen de Guadalupe”.

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