La cúpula castrense se aleja de la ortodoxia chavista
Los militares comunicaron a EE UU que respetarían el resultado electoral
Hartos de los corrosivos efectos de la crisis económica y el desgobierno en la sociedad y en los cuartos de banderas, militares venezolanos comunicaron a sus homólogos en las Fuerzas Armadas de Estados Unidos que respetarían los resultados electorales del domingo: no permitirían algaradas bolivarianas si el oficialismo era derrotado, ni secundarían las bravuconadas de Nicolás Maduro alentándolas. Un oficial del almirantazgo filtró la noticia en las vísperas de la convocatoria a las urnas, durante una recepción a la asistían personas susceptibles de publicar sus comentarios en la prensa. El marino venezolano vino a decir que la vigencia política de Maduro y Diosdado Cabellos, presidente de la Asamblea Nacional, había concluido.
Los tranquilizadores comentarios no solo respondían a la preocupación por la posibilidad de un baño de sangre en Venezuela si se registraba un pucherazo y la oposición tomaba las calles para impedirlo. La aclaración del marino, el alejamiento de la cúpula castrense de la ortodoxia chavista, aparentemente irrestricta durante más de un decenio, se fraguó mucho antes de las parlamentarias: es el resultado de un proceso de cocción lento, complejo, con derivaciones familiares, internacionales, penales y mucho chaqueteo entre la alta oficialidad y el generalato. Las denuncias de corrupción castrense, las comisiones y cuentas en el extranjero y las presiones norteamericanas en distintos ámbitos de la sala de máquinas militar no han sido ajenas al progresivo desenganche ideológico de los uniformados.
El mundo se pregunta cuál será el comportamiento de los cuartales durante el progresivo desmoronamiento del régimen. Salvo que se presente una situación de preguerra civil en Venezuela, los militares se mantendrán como observadores; negociarán con la oposición su autonomía, se atendrán a la Constitución, y terminarán arreglándose entre ellos.
Respetarán un nuevo gobierno en la medida en que el nuevo gobierno no se meta con ellos. Dentro de la institución irán haciendo los ajustes necesarios para que los que comulgan con la oposición vayan tomando posiciones en la pirámide de mando pero garantizando en todo caso que lo pasado, pasado está, y no se toca.
Los resultados electorales han dejado a Maduro tocado del ala, sin apenas herramientas para seguir volando. Su salida es cuestión de meses y los militares asumen su caducidad. El chavismo ha quedado grogui, tan derrotado y humillado que no va ser factor beligerante más allá de que siga defendiendo sus principios ante una audiencia, sus bases electorales, que ya está cambiando la camiseta roja bolivariana por otra multicolor. Esa audiencia, poco ideologizada, acostumbrada a los subsidios, volverá a calzarse la roja si los nuevos gobernantes recortan o anulan las ventajas sociales, en sanidad, educación, alimentación y vivienda, que alcanzaron con el chavismo.
Todo indica que el Ejército actuará como el camaleón, es decir, se irá adaptando a la nueva situación y se producirá un relevo paulatino en sus mandos pero sin vendettas porque entre bomberos no se pisa la manguera. Es posible que surja algún recalcitrante, chavista o antichavista, pero el corpus castrense se encargará de neutralizarlo. En las instituciones armadas, el beneficio común se impone a las partes.
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