6D: Elecciones en Estado de excepción
Maduro cree que es un juego de rufianes, como él, y se niega a aceptar que su popularidad no llega al 23 por ciento
Desde este lado de la frontera, cerrada hace ya tres meses, medida que además implica que los pueblos de más de 20 municipios que están en estado de excepción no podrán votar el próximo 6D, con los precios del petróleo por el suelo a 34,93 dólares y la violencia política de los últimos días, el proceso electoral en Venezuela no será libre y mucho menos limpio y sin embargo los porcentajes de las últimas encuestas plantean un escenario muy restringido para que el régimen de Nicolás Maduro se vuelva a salir con las suyas.
El país de 26 millones de ciudadanos sometidos a una inflación de 190 por ciento, con la tasa de homicidios desbordada, ha tenido que ver cómo en las calles a la vista de todos un sicario le quita la vida al líder de la oposición, Luis Manuel Diaz, y la sangre salpica la cara a Lilian Tintori, la esposa del preso político Leopoldo López condenado por un sistema judicial fraudulento a 14 años de cárcel.
La primera autoridad del país dice que la víctima prácticamente recibió su merecido en un ajuste de cuentas. Y frente al denunciado vínculo de los asesinos con el chavismo, ¿tiene algo que decir?
Nicolás Maduro cree que es un juego de rufianes, como él, y se niega a aceptar que su popularidad no llega al 23 por ciento, según las últimas cifras de Datanálisis, y que el 63 por ciento de los venezolanos dice que votará por la oposición para la asamblea legislativa. Se niega a aceptar que el otrora liderazgo de Hugo Chávez no es transferible y que su figura no es respetada como tampoco la de sus militares investigados por tráfico de drogas en otros hemisferios que él desprecia.
Y aunque para muchos se da por descontado de la oposición ganará las elecciones en esta oportunidad, Maduro está confiado en el control institucional, el abuso de los recursos públicos y la censura a los medios, además de las operaciones “libertad del pueblo” que según analistas como Roman Ortiz, han servido para ocupar y tomarse distritos con la excusa de desmantelar a las bandas criminales y van acabando con los opositores.
Treinta mil soldados por ejemplo patrullan las zonas de frontera con Colombia, en donde los habitantes temen salir a votar pero en cambio esos soldados sí lo harán. Las milicias chavistas estarán a cargo del orden público el día de las elecciones. O sea que Venezuela irá a elecciones en estado de excepción. Por eso ha dicho incluso que el verdadero resultado electoral se dará en las calles y no en las urnas.
Las elecciones de la próxima semana, del domingo 6 de diciembre, sin embargo, serán el inicio de un punto de quiebre en la patria de Bolívar a pesar de las complicidades de Unasur, y lo serán por varias razones. La reciente elección de Mauricio Macri en Argentina logra con su “let´s change” generar alguna ilusión de que así como se puso fin a la era Kirchner en la que se soportaban las peores prácticas del socialismo del siglo XXI, sus efectos sobre la región lleguen a Venezuela poniendo fin de la dictadura del mercal. Además de la situación de un Brasil con sus líderes encarcelados y una situación económica deteriorada y la presión internacional cada vez más creciente.
Queda pendiente el monitoreo a las elecciones, la verificación del proceso, que sea al menos creíble para que Maduro respete los resultados y que de ganar la oposición no termine el régimen desconociendo la Asamblea y gobernando por decreto. Pero ese será otro tema. Y otro momento. De lograr la oposición una mayoría en la Asamblea, habrá fracturas al interior del chavismo? ¿De qué manera en un ambiente hostil puede darse un diálogo democrático? ¿Qué pasará con los presos políticos? Muchas preguntas para responder después del reconteo.
Diana Calderón es directora de Informativos y de Hora 20 de Caracol Radio Colombia Twitter @dianacalderonf
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