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Una segunda vida en Miami

La emigración venezolana a EE UU, antes por motivos políticos, se ha disparado por la escasez y la inseguridad en el país sudamericano

Luis Barbero
Ciudadanos venezolanos en el restaurante El Arepazo, en Doral.
Ciudadanos venezolanos en el restaurante El Arepazo, en Doral.L. ÁLVAREZ (AP)

Alexis Mogollón es el gerente de El Arepazo, un restaurante de referencia de Miami en el que los venezolanos se sienten como en casa. Vive desde hace 29 años en Estados Unidos y nunca ha visto nada igual: desde principios de 2015, entre 15 y 18 compatriotas vienen a diario a pedirle trabajo. “Es desgarrador, pero no puedo”, afirma. A cambio, cada sábado Mogollón entrega comida a una parroquia para que la reparta entre la comunidad venezolana que está en apuros.

La situación que cuenta Mogollón simboliza un fenómeno creciente: el goteo constante de venezolanos que salen de su país a Estados Unidos y, en concreto, a Miami, huyendo de la escasez y la inseguridad. Los llamados balseros del aire llegan en avión y la mayoría cuenta en los controles migratorios que va con la familia a Disney, en Orlando, situada a unos 400 kilómetros al norte de Miami. Entran con el visado de turista, con el equipaje indispensable para no despertar sospechas, pero su objetivo es quedarse en Estados Unidos.

A continuación, muchos se dirigen a Doral, una ciudad del condado de Miami-Dade que es refugio de miles de venezolanos. Doral es una ciudad emergente, con una tasa de paro del 4%, que tiene unos 70.000 habitantes, de los que casi el 30% procede de Venezuela, de ahí que muchos la denominen Doralzuela. Su alcalde, Luigi Boria, nació en Caracas hace 57 años. “La gente está huyendo de los embates, la violencia, la inseguridad, la falta de libertades”, asegura el regidor, orgulloso de la adaptación de sus paisanos, que se caracterizan en su mayoría por su alta formación académica (hay numerosos ingenieros, médicos, periodistas...) y su ánimo emprendedor (hay capital venezolano detrás de muchos de los proyectos empresariales e inmobiliarios de Miami).

Lavar platos y coches

En pocos meses, la mayoría intenta crear su propia empresa, aunque muchos pasan antes por “fregar platos y limpiar coches”, asegura José Colina, un exmilitar acusado en su país de poner una bomba contra la embajada española en Caracas en 2003 y que dirige la asociación Venezolanos perseguidos políticos en el exilio (Veppex). Doral, impregnada por acentos, sabores y sonidos que trasladan imaginariamente a Caracas, está repleta de empresas fundadas por venezolanos que se dedican a la exportación, la alimentación y la informática.

El censo que cada 10 años elabora el Gobierno estadounidense muestra a las claras esta diáspora. En 2000, había registrados poco más de 90.000 venezolanos en Estados Unidos, cifra que se disparó hasta 215.000 solo 10 años después. Estos datos están hoy claramente superados. Veppex, organización que es tildada de radical por el Gobierno de Nicolás Maduro, estima que solo en Florida hay ya más de 250.000 y que en Estados Unidos residen de forma irregular unos 90.000. Colina distingue dos etapas en este fenómeno migratorio, que tiene similitudes con las distintas oleadas de cubanos a Miami. “Entre 1999 y 2013, el 60% de los que llegaba tenían motivos políticos. Los dos últimos años, el 70% llega por el desastre económico y la inseguridad”, afirma.

En el segundo perfil encaja Juan Alberto Leal, 60 años, un ingeniero civil que llegó hace un año y medio a Miami y que en Venezuela tenía dos pequeñas empresas relacionadas con la construcción. “Todo se ha parado allí, no hay suministros para nada”, afirma Leal, que está montando un pequeño negocio para la rehabilitación de viviendas con los ahorros que aún atesora.

Hay otro elemento que distingue las dos etapas migratorias. “La gente pudiente fue la primera en llegar. Ahora viene los que no tienen nada. Llegan al aeropuerto con una maleta, con 400 dólares, sin saber nada”, afirma el gerente de El Arepazo. Es el caso de Carlos Mena, 64 años, que aterrizó en Miami hace tres meses con su esposa y sus tres hijos. En Venezuela era gandolero (conductor de camiones) y se ganaba bien la vida hasta que el ambiente se hizo irrespirable. “Para conseguir azúcar o medicinas había que hacer cola una noche entera”, afirma Mena, que sobrevive con el escaso capital que trajo, con ayuda de la parroquia, con los ingresos que su esposa logra como costurera...

En medio de este éxodo, Veppex está promoviendo con congresistas republicanos una ley que permita regularizar a los venezolanos que llegaron entre 1999 y 2013. Entre los que arribaron después, Colina ha advertido a las autoridades federales de Estados Unidos de los boliburgueses, personas que se han enriquecido bajo el cobijo del régimen venezolano y que ahora buscan en Miami proteger el dinero acumulado. “Antes vivían en la zona financiera de Miami, pero ahora invierten en Doral”, asegura Colina, quien concluye: “Su dinero viene de la corrupción. Son las ratas que huyen del barco”.

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Sobre la firma

Luis Barbero
Es subdirector de Actualidad de EL PAÍS, donde ha desarrollado toda su carrera profesional. Ha sido delegado en Andalucía, corresponsal en Miami, redactor jefe de Edición y ha tenido puestos de responsabilidad en distintas secciones del periódico.

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