Cataluña y América Latina
Un país independiente tendría que presentarse como una nación más del acervo hispánico
Siempre he creído que la existencia de América Latina ha sido un factor modestamente disuasorio para el desiderátum del independentismo catalán; no tanto como para que llegara a ser inhibitorio, pero sí que promovía la idea de que la mejor comunicación entre Cataluña y América siempre sería la que discurriera con Cataluña como parte de España. Cualquiera que fuese su estatus político, el país seguiría dirigiéndose a Latinoamérica en castellano. Ernest Lluch exministro del PSOE, miserablemente asesinado por ETA, me decía que una Cataluña independiente mimaría, sin embargo, el castellano, porque no iba a cometer el error de perderse a 400 millones de ciudadanos con los que poseía una lengua común. Pero el resultado de las elecciones del pasado día 27, con la victoria en escaños de los partidos independentistas, aunque derrota en porcentaje de votos no hace ni poco ni mucho más próxima la separación.
En toda la hispanofonía americana hay un partido proespañol, que cubre todo el espectro político de derecha a izquierda, y otro severamente crítico, a cuenta de las toneladas de oro, plata, esmeraldas y riquezas sin detallar que los antepasados, peninsulares y criollos, se llevaron de América, pero ambos grupos son minoritarios. De los dos, el partido proespañol, en el que no faltan los intelectuales de renombre es el que, lógicamente, se ha sentido más concernido por el resultado de las elecciones catalanas. Y unos cuantos escritores de peso han argumentado elocuentemente en contra de que Cataluña “se independice de América”. El colombiano Héctor Abad ya lo hizo meses atrás en El Espectador expresando su preocupación de que la independencia significara descastellanización lingüística; de Vargas Llosa, peruano pero español también de nacionalidad, cabía esperar una posición fuertemente favorable al mantenimiento de la unidad de España; a los que hay que sumar, entre bastantes más, a los mexicanos Enrique Krauze, director de Letras Libres, y el novelista Aguilar Camín; el venezolano Ibsen Martínez; los asimismo peruanos Alfredo Bryce, y el periodista Alejo Miró-Quesada.
Pero en lo público-político la reacción españolista' sería menos notable. Hace ya algunos años, cuando las olas de la Diada aún no habían batido contra las playas españolas, cuatro prominentes periodistas mexicanos, que eran o habían sido directores de medios, coincidieron en decir, en reuniones por separado, que su Gobierno no haría declaración de congoja alguna en caso de desmembramiento peninsular. Y cabe pensar incluso que el Gobierno de algún país bolivariano viera no sin simpatía el troceamiento de la antigua madrastra colonial. Una independencia de Cataluña representaría a la larga para al menos parte de América Latina un nuevo interlocutor internacional, aunque notablemente más alejado que lo que habría que llamar Resto de España.
Cataluña no entraría en un plazo de tiempo previsible en la UE o la OTAN, y expertos aseguran que hasta ingresar en la ONU llevaría tiempo, pero ante América Latina, Cataluña tendría que presentarse como una nación más del acervo hispánico, puesto que así bautizaron los romanos a la península: Hispania.
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