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Fin de fiesta para los jóvenes chinos

Tras décadas de auge, el frenazo económico empaña las expectativas de una generación

Macarena Vidal Liy
Ciudadanos chinos esperan en un centro de búsqueda de empleo el pasado 18 de septiembre en la ciudad de Yiwu.
Ciudadanos chinos esperan en un centro de búsqueda de empleo el pasado 18 de septiembre en la ciudad de Yiwu.Kevin Frayer (GETTY)

La sonrisa de Yang Rui, de 23 años, tiene un deje de amargura. Acaba de repartir su currículum por decenas de casetas en una feria de empleo al norte de Pekín. Pero después de cuatro meses de paseos por los departamentos de Recursos Humanos de toda la capital, este recién licenciado en Urbanismo por la Universidad de Construcción de Tianjin no tiene muchas esperanzas. “No hay ninguna oferta para mi sector. El año pasado a estas alturas ya hubiera encontrado algo, seguro. Pero este año se ha notado un cambio muy brusco, sobre todo en el área de la arquitectura y construcción. Tenía unas expectativas muy altas, pero ahora ya me conformo con lo que me salga, tanto si es de lo mío como si no”.

La experiencia de Yang sonará familiar a la inmensa mayoría de los recién graduados occidentales. Pero en China es un fenómeno relativamente nuevo, y que se está agravando con la ralentización de su economía, la segunda del planeta. Hasta hace unos años, una licenciatura universitaria era una llave segura para la entrada en el mercado laboral. Para aquellos sin un alto nivel de educación, las fábricas manufactureras de la costa también ofrecían un amplio campo. Pero las cosas están cambiando, y los siete millones de jóvenes que ingresan anualmente en las universidades chinas encaran ahora un índice de paro del 8% tras su graduación. Factores como las fuertes caídas de las Bolsas chinas este agosto se han sumado a sembrar las dudas sobre el futuro entre los nacidos después de 1980.

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Una queja común es la percepción de la necesidad de tener guanxi (contactos) para abrirse camino. “En la sociedad actual es muy importante tener conexiones”, apunta Zhang Song, de 22 años y que busca trabajo en el sector de control de calidad alimentaria. “Si no estás bien relacionado, tienes que hacer muchos más esfuerzos. Pero debería depender del esfuerzo y de la capacidad de cada uno, no es justo que tu carrera dependa de quién conoces”.

“Después de dos décadas en las que la realidad constante era un crecimiento de dos dígitos, la economía ha empezado a ralentizarse y muchos problemas sociales muy intensos que afectan desproporcionadamente a los jóvenes están empezando a bullir”, apunta Eric Fish, autor del libro China's Millennials: The Want Generation. La gran incógnita es cómo reaccionará esta capa de la población si se fractura el contrato social implícito que mantiene al Partido Comunista en el poder a cambio de altos niveles de empleo y crecimiento económicos.

Los jóvenes comparten aún el ideal que proclamara Deng Xiaoping de “hacerse rico es glorioso” pero, apunta Fish, “han empezado a mirar más allá del dinero como un fin en sí mismo y empezar a considerarlo como un medio para lograr un fin. Empiezan a querer una realización personal, un significado mayor de la vida”.

Viajeros y conectados a Internet

Aunque China está envejeciendo paulatinamente, las jóvenes generaciones representan aún un tercio de la población, en torno a los 400 millones de personas. Nacidas en la época de la reforma y apertura (gaige kaifang) iniciada con Deng Xiaoping, no han conocido hasta ahora más que una economía en continuo crecimiento. En el año 2000 el PIB per cápita era de apenas mil dólares, hoy día ya se acerca a los 8.000.

Son una generación muy diferente a la de sus padres. Han viajado -en 2014 un total de 107 millones de chinos salieron al extranjero-, están conectados a internet -un 80% de los adolescentes lo utilizan habitualmente-, y han desarrollado una mayor autoconfianza que sus mayores. El número de huelgas para exigir mejoras laborales va en aumento: de los 158 casos de los que la organización China Labor Bulletin tuvo constancia en 2011, en 2014 se había pasado a 1.379. Un 78% de los jóvenes, según una encuesta de la Universidad Normal del Este de China citada por Eric Fish, asegura que no tiene miedo de defender personalmente una causa si ve que las autoridades no lo hacen.

Desencantados con la política

Son, en general, generaciones desencantadas de la política. Un estudio del Instituto de Sociología de la Academia de Ciencias Sociales de China (CASS) encuentra que los jóvenes con mayor educación y procedentes de las universidades de élite son los menos proclives a solicitar el ingreso en el Partido Comunista, aunque forman la mayoría de admitidos. Según las cifras oficiales, 34 de los 85 millones de miembros del Partido tienen grados superiores; un 25% de sus militantes son menores de 35 años.

Aunque su abstención política no implica que desconozcan la solidaridad. Un tercio, según el estudio de CASS, se declara entusiasta acerca del apoyo a entidades benéficas. Los más concienciados –aún una minoría diminuta: solo un 2% admite participar en manifestaciones- han creado un nuevo tipo de activismo, menos político y más social, aunque no por ello menos peligroso. Cinco jóvenes feministas que planeaban una campaña contra la discriminación sexual fueron detenidas durante más de un mes a comienzos de este año.

El Gobierno chino ha seguido con atención esa tendencia y ha tomado cartas en el asunto. Desde la llegada al poder de Xi Jinping se ha estrechado el control de las redes sociales. A comienzos de este año las universidades recibieron instrucciones de eliminar de sus libros de texto los “valores occidentales” como la democracia o la separación de poderes.

La tendencia no da visos de abatirse. Coincidencia o no, esta semana el Ministerio de Educación chino anunciaba que los candidatos a cursar estudios de máster tendrán que someterse a una entrevista personal. Las “cualidades políticas e ideológicas” y los “valores morales” de los aspirantes serán decisivos para su admisión.

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Sobre la firma

Macarena Vidal Liy
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Previamente, trabajó en la corresponsalía del periódico en Asia, en la delegación de EFE en Pekín, cubriendo la Casa Blanca y en el Reino Unido. Siguió como enviada especial conflictos en Bosnia-Herzegovina y Oriente Medio. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid.

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