La república popular de Corbyn
Islington, el escaño londinense del favorito a dirigir el laborismo, vuelve a ser campo de batalla entre la izquierda y la derecha del partido
La historia reciente del partido laborista se puede contar en 15 kilómetros cuadrados del norte de Londres. Es lo que ocupa el barrio de Islington, que fue en los noventa el epicentro del nuevo laborismo. Aquí vivían Tony y Cherie Blair antes de mudarse al 10 de Downing Street. Este fue el hábitat del laborismo de champán, la clase media aspiracional que dio su última etapa en el poder al partido; esa izquierda cosmopolita y educada, burguesa y bohemia, que irrita al resto del país.
Pero también es el lugar que elige desde hace 32 años a Jeremy Corbyn. El hombre al que colaron a última hora en la contienda por el liderazgo del derrotado laborismo, para enriquecer el debate con su contrapunto de extrema izquierda. El mismo que, tres meses después, todo el mundo da por hecho que dirigirá el partido a partir del próximo sábado.
Aupado por simpatizantes completamente ajenos al aparato del partido, muchos de ellos jóvenes que se han registrado para votar en las últimas semanas con el objetivo de alejar de una vez por todas al partido del centro, Corbyn se dispone a sacudir los cimientos del laborismo y, temen sus críticos, a apartarlo del poder durante, al menos, diez años más. Y con la Corbynmanía, una vez más, Islington salta al centro del debate sobre el destino del Partido Laborista.
La evolución de Islington puede ofrecer pistas sobre qué ha cambiado en el laborismo en estos 20 años. Un punto de partida tan bueno como cualquier otro es la casa donde vivieron los Blair, en el número 1 de Richmond Crescent, una callecita de casas victorianas de cuatro plantas. Los Blair la compraron en 1993 por 525.000 euros. Hoy, el portal inmobiliario Zoopla calcula su valor de mercado en casi 5 millones. La entrada de la casa luce ahora cubierta por una valla de obra con la fotografía de un estudio de arquitectura chic que anuncia lo que parece la próxima construcción una “casa iceberg”: en Londres, los elevados precios y las limitaciones urbanísticas llevan a buscar nuevo valor a la casas construyendo hacia abajo.
Pero Islington no es Beverly Hills. Si uno tuerce la esquina y sube una manzana, verá viviendas sociales. El 42% de los habitantes de Islington reside en ellas. Solo el 31% es propietario de su casa.
Un partido en un barrio
Tony Blair vivió en Islington hasta 1997. En un restaurante del barrio, el Granita, hoy desaparecido, supuestamente selló con Brown el pacto de no agresión que le allanó el camino al liderazgo del partido. Jeremy Corbyn es diputado por Islington Norte desde 1983, y vive en el barrio, cerca de Finsbury Park, el campo del Arsenal. Aquí vive Neil Kinnock, líder de la oposición laborista entre 1983 y 1992. Ed Miliband, derrotado candidato cuya dimisión en mayo desató la contienda que se decide el próximo sábado, vive justo en la frontera del barrio (aunque ya en Camden), igual que Yvette Cooper, otra de las candidatas a liderar el partido, que reside en Hackney. Otros vecinos ilustres han sido Dickens, Orwell, Evelyn Waugh, Chaplin o Hitchcock. Y Lenin, que vivió aquí exiliado entre 1902 y 1903.
Islington refleja la sociedad desigual surgida tras la crisis financiera. En una casa vive una familia que ha pagado 4 millones de euros por ella y, en la de al lado, dividida en apartamentos, jóvenes profesionales que comparten cuarto de baño y familias alojadas por la autoridad local que, ante la escasez de vivienda social disponible, paga su renta a los propietarios. Aquí conviven, pared con pared, los que manejaban la burbuja financiera que explotó a finales de la década pasada en las manos de Tony Blair y Gordon Brown, y los sectores más golpeados por su onda expansiva.
Pero Islington era laborista desde mucho antes de que los pubs de la zona ofrecieran ensaladas de quínoa y cartas de vinos de dos páginas. “Hasta los años 70, Islington era una máquina de clase obrera de derechas”, explica Steven Fielding, profesor de historia política en la universidad de Nottingham, especialista en el Partido Laborista. “El barrio estaba dominado por inmigrantes irlandeses católicos. Una insurgencia desde la extrema izquierda, de la que formó parte Corbyn, contraatacó y acabó imponiéndose en el partido, y entonces los diputados locales se fueron al SDP porque el laborismo se había ido demasiado a la izquierda. Islington ha sido el campo de batalla entre la izquierda y la derecha en el partido desde los años 70”.
Javier Ortega, madrileño de 47 años, padre de dos hijos, vive y trabaja en este barrio al que llegó hace 13 años. Es jefe del departamento de Economía de la City University, en el sur de Islington. “Este es un lugar muy heterogéneo”, explica. “Un vecindario como Clerkenwell, junto al estadio del Arsenal, poco tiene que ver con la zona del sur que limita con la City. Pero incluso dentro de esas zonas la mezcla es enorme, y eso se debe a varias razones. Hay un factor urbanístico, común a otras áreas de Londres: aquí las viviendas sociales están en el centro de la ciudad, no es como la banlieue de París. La mezcla se ve también en el origen de la población. El 35% de los vecinos de Islington ha nacido fuera de Reino Unido, y el 44% de los alumnos de las escuelas primarias no tiene el inglés como primera lengua. Y por último, está el desigual nivel de riqueza, que depende de los periodos en que la gente ha ido viniendo”.
Abunda en la zona, apunta Ortega, el perfil de población que se conoce por el acrónimo francés bo-bo: bohemios burgueses. “Es gente que políticamente puede apoyar puntos de vista más radicales por razones, digamos, estéticas”, explica. La Corbynmanía se alimenta de ese sector acomodado, además de las personas con verdaderas dificultades.
Kristina Glenn conoce bien a esos otros habitantes de Islington. Dirige la fundación Cripplegate, que lleva trabajando con los más desfavorecidos de la zona desde hace nada menos que 600 años. El barrio que describe esta veterana trabajadora social no compra los capuchinos a 5 euros del café de la esquina. “Islington tiene el segundo índice de pobreza infantil más alto del país”, explica. “El 38% de los niños y el 40% de los ancianos viven en la pobreza. Tiene el índice más alto de enfermedades mentales graves del país, un 13% de la población sufre depresión. ¿A que no lo parece cuando paseas por aquí? Nosotros trabajamos con niños que nunca han cogido el metro. No conocen el centro de Londres, nunca han visto el río”.
Glenn habla del fenómeno de la uber-gentrificación, que consiste en la progresiva expulsión de las clases medias. “El mercado ha echado a la gente”, explica. “Los profesores, las enfermeras, los funcionarios ya no pueden vivir aquí. Solo hay pobres y ricos”.
Islington, resume el profesor Fielding, “es un microcosmos de Londres”. “Es un lugar muy extraño”, añade. “Aquí vivió la élite del nuevo laborismo, pero a Corbyn le han votado siempre. Pensaron que sería peor deshacerse de él que mantenerlo. Era un irritador inofensivo sentado en un escaño seguro. Irrelevante, pintoresco, un juguete de la extrema izquierda que ha vivido en una burbuja. Y ahora esa burbuja se puede extender a todo el país. En Londres, en las elecciones de mayo, el laborismo creció entre los votantes de esa izquierda londinense liberal, metropolitana, educada, acomodada. Pero las elecciones no se ganan en Londres. Tienes que ser más conservador socialmente para ganar en otras partes del país. Lo que funciona en Islington, no tiene por qué funcionar a nivel nacional”.
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