La batalla de la propaganda dispara la tensión entre las dos Coreas
El líder norcoreano pide a sus soldados estar listos para “lanzar operaciones sorpresa”
La tensión entre las dos Coreas se ha elevado a unos niveles que no se veían desde al menos hace cinco años. Y por una razón aparentemente banal: unos altavoces. Desde el día 10, Corea del Sur utiliza la cadena de ellos que tiene instalada en la frontera para transmitir propaganda hacia su vecino del norte. Pyongyang le ha dado un ultimátum muy específico de 48 horas, que expira a las 10.30 de este sábado (hora peninsular española) para apagarlos. Como medida de presión, Kim Jong-un, el líder supremo norcoreano, ha anunciado que pone a su país en pie de guerra.
Desde las 17.00 de la tarde del viernes, hora local norcoreana (10.30 hora española), los soldados norcoreanos se encuentran en alerta y “listos para lanzar operaciones sorpresa”. La vanguardia ha entrado en un estado de “semiguerra” y Pyongyang amenaza con atacar específicamente los altavoces. Según la agencia oficial KCNA, se han “enviado comandos a áreas apropiadas para destruir los medios de guerra psicológica a menos que el enemigo los apague”.
Seúl asegura que no se va a echar atrás. Su presidenta, Park Cheung-hye —que llegó al poder en 2013 con la promesa, entre otras cosas, de mejorar los lazos con el vecino del norte—, acudió este viernes vestida de uniforme a visitar a las tropas, tras cancelar otros actos previstos en su agenda. Su Ministerio de Defensa ha apuntado que mantendrá las emisiones desde las once áreas donde se encuentran los altavoces y "responderá con fuerza a cualquier tipo de ataque norcoreano".
Las transmisiones de propaganda habían sido parte de la rutina diaria a ambos lados de la frontera desde el fin del conflicto civil en la península (1950-1953) que concluyó no con un tratado de paz, sino con un armisticio, lo que les mantiene técnicamente en guerra. Durante la Guerra Fría, ambas partes machacaban a través de sus sistemas de altavoces mensajes sobre las excelencias de sus respectivos países y las malas condiciones en la parte contraria. Melifluas voces femeninas instaban a los soldados a cruzar la frontera y desertar.
La propaganda no se limitaba a los mensajes por altavoz. Corea del Norte reservaba a sus soldados más apuestos para servir en la frontera, y grababa en roca viva en la montaña mensajes que invitaban a venir al “Paraíso Socialista”. Los vecinos del Sur instalaban pantallas electrónicas que detallaban las diferencias en los niveles de vida entre los dos países.
Algunos refugiados norcoreanos en el sur han hablado de cómo esas transmisiones, captadas por radio, les persuadieron para huir. El temor a que eso se repita puede explicar la drástica reacción de Kim Jong-un, que en el pasado se ha referido en los términos más despectivos contra los desertores. Desde su llegada al poder, Kim ha endurecido las medidas en la frontera para evitar fugas de una población que, gracias a un floreciente mercado negro y una economía informal, tiene cada vez más oportunidades de conocer lo que ocurre allende su territorio.
Corea del Sur no ha dado detalles acerca del contenido preciso de sus transmisiones, pero algunos medios habían apuntado que el Gobierno ha contratado a una refugiada norcoreana como comentarista para la campaña de propaganda. Su misión era contar en las emisiones cómo escapó de Corea del Norte, anécdotas sobre su vida en aquel país y cómo vive ahora en el sur.
Los dos países habían acordado suspender las transmisiones de propaganda en 2004, en una etapa de distensión en las relaciones. Esa etapa concluyó en 2010, cuando Corea del Norte hundió en marzo un buque de guerra surcoreano en el que murieron 56 marinos y abrió fuego en noviembre contra la isla surcoreana de Yeongpyeong, en un incidente en el que murieron dos soldados y dos civiles del sur. Las relaciones, desde entonces, no han perdido la frialdad. Pero, aunque la retórica ha alcanzado momentos de enorme aspereza, ambas partes han conseguido mantener la calma suficiente para evitar que la situación degenere en violencia.
El ultimátum de Pyongyang llega después de que ambos ejércitos intercambiaran fuego de artillería durante 10 minutos en la frontera común. Aparentemente irritadas por los sonidos de los altavoces, las fuerzas norcoreanas lanzaron cuatro rondas de proyectiles hacia uno de ellos, sin alcanzarlo ni causar daños. Los soldados del sur respondieron con 29 rondas, también sin daños, según el Ministerio de Defensa en Seúl.
La tensión había crecido desde comienzos de este mes. El 4 de agosto explotó una mina en la zona desmilitarizada fronteriza. Dos soldados surcoreanos resultaron heridos: uno perdió las dos piernas, el segundo, una. Seúl aseguró que sus exámenes de los restos demostraban que la mina era de fabricación norcoreana y de colocación reciente en ese punto. Tras prometer una respuesta “dura”, comenzó las transmisiones de propaganda. El viceministro de Defensa, Baek Seung-joo, asegura que continuarán hasta que Pyongyang se disculpe oficialmente.
El nuevo episodio de tensión se produce mientras Corea del Sur y EE UU desarrollan maniobras militares conjuntas. Los ejércitos de ambos países han elevado su nivel de alerta. En Washington, que ve con ojos preocupados la escalada de tensión, uno de los portavoces del Pentágono, el comandante Bill Urban, ha declarado a la agencia Efe lo siguiente: "La seguridad de nuestro personal y sus familias es primordial y tomaremos medidas prudentes para asegurar su bienestar”.
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