“Quisiéramos relaciones más intensas con Rusia”
"No estamos interesados en debilitar a nuestro único aliado", dice Jodakovski
Alexandr Jodakovski, el secretario del Consejo de Seguridad de la autodenominada República Popular de Donetsk (RPD), reconoce que los insurgentes del este de Ucrania son “un lastre para Rusia”, su “único aliado”. El Kremlin asegura la supervivencia de los territorios que desafiaron a Kiev, pero, por temor a las repercusiones internacionales, no toma iniciativas para reforzarlos, como el restablecimiento del sistema bancario o de la línea de tren con Rusia, esto último, la razón de los encarnizados combates por el nudo ferroviario de Debáltsevo en febrero.
“Quisiéramos unas relaciones más intensas con Rusia para reanimar nuestra economía, pero Rusia en algunos aspectos nos mantiene a distancia, por razones burocráticas y por las sanciones”, dice Jodakovski, de 42 años, en una conversación con EL PAIS en Moscú. Jodakovski manda el batallón Vostok (Este), y fue comandante de la unidad de intervención especial Alfa (del Servicio de Seguridad de Ucrania) en la región de Donetsk, hasta la caída del régimen de Víctor Yanukóvich. En febrero de 2014, dirigió la toma del edificio de los sindicatos de Kiev, ocupado por los revolucionarios. De vuelta a Donetsk, el veterano de los servicios de seguridad participó en la insurrección contra los nuevos dirigentes de Ucrania.
Jodakovski razona como un analista habituado a prever variantes de los acontecimientos. Dice haberse licenciado en Historia y, a juzgar por sus citas de autores, parece leer mucho. A lo largo de su carrera en los servicios de seguridad se produjo un encogimiento del espacio que él considera su patria, primero la URSS, luego Ucrania y ahora, Donbás. “Concentrarme en los intereses del desarrollo de la región me hace menos radical sobre si debemos permanecer o no en Ucrania. Cualquier forma en la que podamos mantener nuestra identidad y autonomía es aceptable. Lo que importa es que cesen las muertes y que conservemos lo que debemos conservar. Siempre seremos un territorio de influencia de Rusia”, dice.
Jodakovski no ve contradicción entre “ser ucranio y ser ruso”, las dos identidades que confluyen en él, pero se opone a los “nacionalismos radicales”, tanto ucranios como rusos. El primero afloró en el Maidán, dice, y el segundo intentó provocar una escalada bélica en Ucrania. Ahora, “cuando los nacionalistas [rusos] vienen a ayudarnos y a luchar, les acogemos con mucha cautela, porque no estamos seguros de que la experiencia de combate que adquieren no vaya a ser utilizada aquí [en Rusia] para crear problemas internos”. En su condición de “internacionalista”, Jodakovski considera como “adversarios políticos” a los “ideólogos del nacionalismo ruso”. Se trata, dice, de “un grupo pequeño de gente radical”, pero “la práctica muestra que un grupo pequeño de radicales puede cambiar la historia”.
Jodakovski distingue entre Putin y los nacionalistas rusos. “Temo que si Putin dejara la arena política aquí comenzarían a desarrollarse procesos muy destructivos y levantarían cabeza los nacionalistas rusos. El nacionalismo ruso, entendido no como cultura o sentido de la vida, sino como las armas a las que recurre para cambiar algo”, dice.
Algunos medios políticos rusos desearían hoy que la tierra se tragara Donbás y sus problemáticos insurgentes, le digo. Lo admite, y agrega: “Eso nos obliga a estar constantemente en guardia”. Debido a la presión exterior, las autoridades rusas se apoyan en las fuerzas patrióticas interiores y esas fuerzas están influenciadas por la situación en el este de Ucrania. “En nuestro territorio se forja en parte el patriotismo ruso y, sobre el telón de fondo de la confrontación con occidente, algunas fuerzas políticas, incluido Vladímir Putin, dependen de la intensidad de los ánimos patrióticos. Los índices de popularidad dependen de la situación en Donbás”.”Rusia nos ayuda a parecer humanos, pero al mismo tiempo lucha por sus intereses. No es altruismo. Es cálculo”, dice.
Con sus interlocutores en Moscú (aparentemente de los servicios de Seguridad) Jodakovski se disponía a hablar sobre el tráfico de armas desde la RPD en dirección a Rusia. “Como especialista, me preocupa el tema del terrorismo y entiendo que hoy hay muchas armas en manos de la gente y un estado de ánimo radical en ambos lados del frente. Del escenario bélico se emprenden intentos de llevar armas a Rusia y tenemos que tomar medidas para atajar eficazmente ese flujo”, dice. El intento de controlar que el armamento no caiga en manos de terroristas podría ser “un elemento común” de acuerdo con Ucrania, donde “los acopios de armas” se convertirán más pronto o más tarde en un problema para el Estado”, afirma.
La política en Rusia es diferente a la de Ucrania, constata. “Estábamos acostumbrados a más libertad y a más crítica. Nadie nos obligaba a adorar a nuestros líderes. Respeto mucho a Putin, pero los rusos parecen tener un órgano especial en la cabeza, responsable del amor a Vladímir Vladírovich”, dice, y lo atribuye a las “tecnologías para influir en la población”. “No es el amor sincero de un niño por su padre. Es algo impuesto. En Ucrania eso no ocurría. Si queríamos a alguien, lo queríamos, pero teníamos la sensación de libertad interna”.
Donbás amaba al expresidente Yanukóvich. “Era malo, pero era nuestro”, dice, y cuenta que aquel líder dejó de pagar las subvenciones estatales a las ciudades del Este, cuyo electorado consideraba garantizado, para dárselas a las del Oeste, donde tenía que conquistar a los electores. Su hijo, Alexandr, era intermediario monopolista entre los consumidores del carbón y las minas a las que imponía precios inferiores a los de coste. “El maidán se levantó contra esa élite podrida” y en él “había muchos grupos” y también “muchos idealistas”.
Donbás está hoy “entre dos sistemas de coordenadas diferentes”: el “nacionalismo ucranio que afloró, fuerte y agresivo” y el “difícil mundo ruso donde no entendemos muchas cosas porque somos como niños que volvemos como el hijo pródigo y nos encontramos con unos que nos acogen muy bien y otros que hubieran preferido que no hubiéramos vuelto”. “Resultó que no somos ni unos ni otros, pero somos muchos [2,4 millones de personas en la RPD hoy] y tenemos que seguir viviendo y encontrar nuestro enfoque”.
Los acuerdos de Minsk para una resolución pacífica “funcionan en general”, opina, aunque con vaivenes, debido a la lógica del frente. Los insurgentes quisieran ampliar su territorio hasta los límites de la región de Donetsk, pero “comprendemos que las consecuencias de eso podrían ser muy duras desde el punto de vista geopolítico, porque Rusia experimenta dificultades por sus decisiones en relación a Crimea y porque nos apoyó a nosotros. No estamos interesados en debilitar a nuestro único aliado. Si Rusia dice que debemos disminuir nuestra actividad y renunciar a algunos de nuestros planes, renunciaremos a esos planes, pese a la importancia que tienen para nosotros, porque nuestro fin prioritario es mantener la alianza con Rusia”.
Afirma Jodakovski que Moscú y la RPD actúan de forma consensuada, el primero como “socio senior” y el segundo, “socio júnior”, siendo este último más débil y con menos acceso a los dirigentes del Kremlin que los líderes de los territorios problemáticos de los años noventa, como Igor Smirnov, el líder del Transndiéster. “En los próximos dos o tres años, se llame como se llame la situación, Donbás tendrá las características de un territorio independiente, incluso si se considera como parte de una Ucrania descentralizada”, dice.
Jodakovski tiene cuatro frentes abiertos: Rusia mantiene las distancias y los trata como a un hijo no deseado cuya existencia no puede ignorar; Ucrania bloquea la zona secesionista y frustra así las esperanzas de superar el conflicto mediante la colaboración económica; La población de la RPD sufre porque “la situación de ni paz ni guerra dura demasiado” y vive como un “desprecio” las distancias que guarda Moscú. Se intuyen también matices internos entre aquellos que están dispuestos a repetir los esquemas viciados del pasado y los que quieren una reforma a fondo. La problemática sería la misma que del lado de Kiev, entre los revolucionarios del Maidán y los burócratas y oligarcas que reproducen los viejos esquemas, pero con una diferencia: “Ucrania se ha quedado en el interior de la vieja sociedad, pero en nuestra región la vieja sociedad ha sido totalmente destruida y conservamos la posibilidad de construir algo mejor. La arcilla no se ha secado aún. Podemos modelarla. Aspiramos a ello”. No es fácil. El intento de Jodakovski de lanzar una cadena de televisión local para fomentar el diálogo y hablarle a la gente con un lenguaje normal se ha visto frustrado por los partidarios de la retórica de guerra (incluidos los patrones rusos) temerosos de perder el control de la opinión pública. El líder de la RPD no quiere comentarlo. “Mientras no se acabe la fase militar, es necesario mantener movilizada a la población”, afirma.
Jodakovski dice que no participó en la organización del plebiscito de mayo de 2014 en Donbás, en el que muchos creían votar por a incorporación a Rusia. “Nunca exhorté a integrarnos en Rusia porque para mí era evidente que Rusia no podía repetir con nosotros lo que había hecho con Crimea, por razones de política internacional, económicas y, sobre todo, militares”. “Deberíamos haberle dicho a la gente que no confiara en que Rusia los acogería y que las circunstancias eran completamente distintas. Yo comprendía que exhortar a algo que no iba a ser realizado era delictivo, pero por desgracia aparecieron políticos que alentaron las esperanzas de la gente y le inculcaron la idea de que eran realizables”.
Sobre la colaboración con Rusia, no se ha fijado una fórmula de cooperación económica estable, no hay decisión aún sobre la entrega de pasaportes rusos a los habitantes del Donbás, después de que las autoridades ucranias se llevaran los sellos y el papel oficial. Organizar grandes volúmenes de transporte por ferrocarril no es posible porque es “poner en peligro a los grandes empresarios”. Tampoco es posible formar el sistema bancario. “Hay cosas que se pueden hacer, que todos saben, pero que no se pueden demostrar”. Por las alusiones, intuyo que esto afecta al pago de impuestos por parte de empresarios que también los pagan en Kiev y también a los acuerdos tácitos o explícitos que han permitido a los oligarcas del pasado y a la familia Yanukóvich mantener su patrimonio en el este de Ucrania.
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