Un destino que atrae turismo diverso y considerado seguro hasta ahora
Tailandia, país muy frecuentado por españoles, sufrió un golpe de Estado incruento en 2014
Bangkok es una ciudad de ocho millones de habitantes con estética futurista. Salpicada de altísimos rascacielos, descomunales centros comerciales y con un modernísimo tren elevado (conocido por sus siglas BTS) que cruza la ciudad de norte a sur y de este a oeste. La explosión de este lunes que ha costado la vida a al menos 12 personas ha sucedido en el cruce de Ratchprasong, entre dos de las más céntricas estaciones del BTS, en una zona que suele estar llena de turistas (en esta época son sobre todo chinos y europeos) porque hay varios hoteles de cadenas internacionales y tiendas para los extranjeros aficionados a las compras. La capital es un hervidero de gente y un caos de tráfico desde el amanecer hasta la madrugada.
Tailandia, un país de mayoría budista, es una auténtica potencia turística que recibe millones de foráneos cada año, incluidos un número significativo de españoles, sobre todo recién casados. Es uno de esos destinos exóticos que se consideraba —al menos hasta hoy— seguro. Uno de esos lugares donde el turista puede pasear sin temor alguno por cualquier rincón incluso de noche. Tailandia ha logrado la difícil combinación de atraer con la misma naturalidad al turismo de compras, al que busca playas espectaculares, parejas homosexuales, a familias con niños o a musulmanes estrictos. Este país del sudeste asiático, de 67 millones de habitantes, no ha sufrido ningún gran atentado indiscriminado en los últimos años (aunque hubo un ataque a diplomáticos israelíes y, recientemente, otra explosión que nadie asumió causó heridos) y la situación en el grueso del país es estable. Existe un grupo insurgente de la minoría musulmana en el sur del país, en la frontera con Malasia, pero no suele actuar fuera de aquella zona.
El año pasado, el jefe del Estado mayor, Prayuth Chan-Ocha, dio un golpe de Estado incruento a la primera ministra democráticamente elegida, Yingluck Shinawatra, en una batalla que los analistas vinculan al pulso sobre la sucesión del rey Bumibhol. Las élites tailandesas —militares, burócratas y la corte por un lado y los nuevos ricos por el otro— libran una guerra de desgaste desde hace años para estar bien colocados cuando llegue el momento decisivo.
El anciano monarca, el que más tiempo lleva en el trono y el más rico del mundo, padece diversas dolencias y vive prácticamente instalado en un hospital con su esposa desde hace años. El primogénito de la pareja, el príncipe Maha Vajiralongkorn, fue designado tiempo atrás heredero, pero algunos de los miembros de la corte lo consideran inadecuado para el cargo. El príncipe es aficionado al juego y, según los cables de Wikileaks, nombró a su perro mariscal. De todo esto jamás se habla en público en Tailandia, donde una durísima ley de lesa majestad persigue con largas condenas la publicación de cualquier información que se considere injuriosa contra el rey o su familia, lo que, de hecho, impide que el asunto de la sucesión o los escándalos que rodean a la familia se debatan en la prensa.
Este domingo, el heredero encabezó una marcha en bicicleta —bautizada como "En bici por mamá"— en la que participaron miles de personas para celebrar el cumpleaños de la reina Sirikit. Es una de las escasas ocasiones en que el príncipe se mezcló con el pueblo.
La defenestrada primera ministra es la hermana de Taksin Sinawatra, el político tailandés con más éxitos en las urnas desde los años noventa. El desembarco de este exitoso empresario del norte del país en la política nacional sacudió el panorama. Capitalizó el apoyo de los pobres y de la creciente clase media. Con golpes militares o con lo que en Tailandia se conoce como golpes legales (vía tribunales), los que durante medio siglo coparon el poder han intentado torpedear a Taksin. La última vez, en el golpe de Estado que apartó a su hermana del poder hacer un año.
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