Elecciones de alta tensión en Burundi
Sumergido en una grave crisis política que ha dejado al menos 100 muertos, el país celebra unos comicios boicoteados por la oposición
"O transición… o guerra". Allain no ve otra salida. Son los dos escarpados senderos que Burundi puede tomar a partir de las tensas elecciones presidenciales de este martes, según este periodista burundés. Allain quiere proteger su voz y su punto de vista bajo un nombre falso: las reprimendas contra las opiniones críticas han hecho desaparecer a algunos compañeros y mandado al exilio a disidentes políticos y periodistas en las últimas semanas.
Burundi, un pequeño país en el corazón de África, llega a los controvertidos comicios tras una noche de tiroteos y explosiones intermitentes y después de casi tres meses de violencia. En las horas previas a la apertura de los colegios electorales un policía y un miembro de la oposición han muerto.
La crisis de violencia estalló a finales de abril cuando el actual presidente, Pierre Nkurunziza, anunció que se presentaría a un tercer mandato, pese a la prohibición de la Constitución. La sociedad civil y la oposición se lanzaron a la calle para protestar y la respuesta de las fuerzas de seguridad se impuso con armas de fuego. Los enfrentamientos entre los grupos anti-Nkururnziza y las fuerzas que le son fieles —Ejército, policía y milicianos— han dejado al menos 100 muertos y 150.000 personas han huido del conflicto. Los choques se han concentrado en la capital, Bujumbura, pero algunos combates han estallado también en el norte del país, en las provincias fronterizas con la República Democrática del Congo y Ruanda.
En los centros de voto, las papeletas muestran este martes ocho candidatos, pero cuatro de ellos ha boicoteado los comicios y se han retirado. "Algunos pequeños partidos le acompañan en esta farsa, pero no son representativos", afirma Allain, que trabaja para uno de los pocos medios de comunicación que sigue activo, que no ha sido censurado ni atacado. "Sabemos lo que podemos decir y lo que debemos callar". El 26 de abril las autoridades prohibieron a tres radios privadas emitir fuera de la capital. Dos semanas después fueron destrozadas por desconocidos, junto a otras dos emisoras más.
Nkurunziza, al frente del Ejecutivo burundés desde el final de la guerra civil, en 2005, no concibe compartir el poder. Ni renunciar a él. Por eso se ha negado a todas las presiones que le pedían aplazar las elecciones hasta conseguir un ambiente más seguro. Incluso las negociaciones mediadas por el presidente de Uganda, que intentaron arrancar un acuerdo hasta el último momento, fracasaron el pasado fin semana. El Gobierno de Nkurunziza simplemente les plantó: el domingo no acudió a la mesa de diálogo.
Durante la campaña electoral, el presidente-candidato se autoproclamaba como único garante de la paz. Desde que él dirige Burundi "es la primera vez desde la independencia que la gente no se mata entre ella por razones étnicas", lanzaba en uno de sus últimos mítines, en Cibitoke, una de las provincias afectadas por los combates.
Las barricadas en los barrios no afines al presidente-candidato se han levantado de nuevo durante las horas previas a los inciertos comicios y el silencio político impuesto a golpe de amenaza se cierne ante un escenario resbaladizo, una sordina que despierta muchos miedos acumulados en Burundi, país vecino de Congo —que sufre el conflicto más mortífero del planeta— y Ruanda – que mantiene muy vivos los recuerdos del genocidio—.
Fantasmas del pasado en una región convulsa
Los amargos ingredientes de la crisis en Burundi se cuecen en un caldo añejo en la región más inestable del planeta y el actual terremoto amenaza en despertar viejos —o no tan viejos— fantasmas. La actitud férrea de Nkurunziza, el control de los medios y la brutalidad de las autoridades no augura conciliación alguna. Pero, además, hace revivir capítulos muy cercanos en el tiempo y en el territorio. La actitud violenta de las juventudes del partido de Nkurunziza, los llamados imbonerakure, estremecen a los que ven una remota semejanza con los interhamwe, las milicias progubernamentales que encendieron el genocidio de Ruanda. Los imbonerakure han recibido armas, según algunas fuentes, y durante el tenso periodo preelectoral han amenazado a parte de la población.
EE UU advierte de la nula credibilidad de los comicios
El departamento de Estado de EE UU ha afirmado este martes que las elecciones presidenciales de Burundi "no serán creíbles" y que desacreditan "aún más" al actual Gobierno. "Los Estados Unidos advierten de que las elecciones de Burundi no serán creíbles y desacreditan aún más gobierno" , reza el comunicado, que lleva la rúbrica de un portavoz del Departamento de Estados estadounidense.
Por su parte, Didier Reynders, ministro de Relaciones Exteriores de Bélgica —de la que Burundi fue colonia— ha afirmado que el país africano podría arrepentirse por haber optado por esta organización de los comicios y ha recordado que podría afectar a la relación de "cooperación" entre ambos países.
Las raíces, paralelismos y coincidencias entre Burundi y Ruanda se han perseguido a lo largo de la historia. Las oleadas de masacres entre la mayoría hutu —85% de la población burundesa— y la minoría tutsi han tintado las últimas décadas de una división feroz en ambas naciones vecinas, unas brechas siempre condimentadas por un factor internacional muy presente.
Después de 300.000 muertos la guerra civil en Burundi se sofocó hace solo una década con un frágil acuerdo de paz. Y el latido de la tensión no ha llegado a desparecer nunca de los campos de refugiados que quedaron como herederos del conflicto. Ex líder de un grupo rebelde hutu, a Nkurunziza le asesinaron el padre durante las matanzas étnicas de 1972.
El genocidio en Ruanda, hace 21 años, fue el germen de la que hoy es la guerra más mortífera del planeta, la que se batalla en su vecina tierra congoleña. Las fronteras entre las tres naciones - Ruanda, Congo y Burundi – nunca han sido muy estrictas a la hora de separar el territorio, las milicias que se mueven de un país a otro y los minerales que configuran el gran negocio de la zona.
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