_
_
_
_

La polémica por la bandera sureña reabre heridas en Estados Unidos

El debate sobre la enseña confederada, símbolo racista para muchos, irrumpe en la campaña presidencial de 2016

Bandera confederada en un edificio oficial de Columbia.Foto: AGENCIA_DESCONOCIDA | Vídeo: Joan Faus / Reuters

Es una bandera pequeña, de unos cincuenta centímetros por lado, sobre un mástil de unos seis metros. Pero en ella se concentran los traumas raciales del sur de Estados Unidos y la dificultad de recordar un pasado incómodo. La muerte de nueve negros en una iglesia de Charleston, a tiros de un racista blanco, reabre viejos debates sobre la bandera confederada que ondea frente al Capitolio de Columbia, la capital de Carolina del Sur. La controversia ha irrumpido en la campaña para las elecciones presidenciales de 2016.

El debate no es nuevo, ni en Carolina del Sur ni en otros Estados sureños. Pero ahora resulta más perturbador: Dylann Roof, el blanco de 21 años acusado de la matanza del miércoles en la histórica iglesia afroamericana Emanuel, en Charleston, aparece en varias imágenes en Internet con la bandera confederada de los Estados secesionistas que se enfrentaron a los unionistas del norte en la Guerra Civil (1861-65) y confesó a la policía que quería iniciar una “guerra racial”.

La polémica por la bandera creció este lunes y se empezaron a ver movimientos políticos que podrían llevar a su retirada. La gobernadora de Carolina del Sur, la republicana Nikki Haley, convocó una reunión este mediodía con líderes políticos estatales. En el pasado, Haley defendió la bandera colocada frente al Capitolio pero, al calor de la polémica tras la matanza de Charleston, se ha mostrado abierta a revisarla. La decisión depende de la Asamblea General, en la que el Partido Republicano ostenta la mayoría. El congresista local demócrata James Smith aseguró este lunes que hay un “creciente consenso” bipartidista en resolver a corto plazo la controversia.

Los detractores identifican la enseña con esclavitud, segregación racial y fundamentalismo blanco. Los partidarios defienden su peso histórico e identitario

La polémica en Columbia, de 133.000 habitantes y en el interior del Estado, fuerza a muchos políticos a hacer equilibrios, sobre todo en el Partido Republicano, que, desde el fin oficial de la segregación racial en 1964, ha levantado un feudo en el sur, donde apela a votantes blancos, conservadores y rurales.

A la urgencia de opinar sobre la bandera, el partido sumó el domingo un nuevo quebradero de cabeza relacionado con Charleston al revelarse que tres candidatos republicanos a las elecciones de 2016 -Ted Cruz, Rick Santorum y Rand Paul- recibieron donaciones del líder de un grupo supremacista blanco que, según un manifiesto en Internet, habría inspirado al autor de la matanza racista. Cruz y Paul anunciaron que devolverán las donaciones, y Santorum no se pronunció.

La bandera toca sensibilidades. Apoyarla o rechazarla ha dado disgustos a varios políticos. Es un símbolo que coloca al sur ante el espejo del pasado. “Esta no es mi herencia”, rezaba una pancarta la noche del sábado en una festiva protesta frente al Capitolio contra la bandera. “Deberías estar en un museo”, decía otra. Se concentraban unas 1.500 personas, la mayoría blancas y de todas las edades.

La controversia por la bandera ha irrumpido en la campaña del Partido Republicano para las elecciones presidenciales de 2016

Las banderas estadounidense y estatal, en la cúpula del edificio, ondearán hasta el viernes a media asta en homenaje a las víctimas de Charleston. No ocurre lo mismo con la bandera de la Confederación. Al ser patrimonio histórico, deberían aprobarlo dos tercios de los legisladores.

Los detractores identifican la enseña -un aspa azul con estrellas blancas sobre un fondo rojo- con todos los males del sur de EE UU: la esclavitud que imperó hasta la derrota de la Confederación en la Guerra Civil, los linchamientos a afroamericanos hasta bien entrado el siglo XX, la segregación racial de los negros que fue legal hasta hace cincuenta años y el fundamentalismo blanco de personas como Roof y grupos como el Ku Klux Klan, que sigue visible en partes de Carolina del Sur.

Los partidarios, en cambio, consideran la bandera una seña de identidad y un legado histórico que es independiente de su connotación racial. Es habitual ver reproducciones de la confederada en el sur, ya sea en camisetas o en la parte trasera de los coches. Muchos blancos la asocian con una forma de vida rural y conservadora. Es también un modo de honor tras la derrota en la Guerra Civil. Carolina del Sur fue el primer Estado que se emancipó de la Unión y el conflicto estalló en Charleston. Para algunos, es incorrecto atribuirlo únicamente a la defensa o repulsa de la esclavitud entre el sur y el norte.

En el Partido Republicano, hay división de opiniones. Mitt Romney, el candidato en las elecciones de 2012, ha pedido quitar la bandera de Columbia esgrimiendo su componente divisivo. Jeb Bush, aspirante a la nominación en las de 2016 y exgobernador de Florida, ha recordado que en Florida está en los museos. En cambio, se han mostrado ambiguos otros dos aspirantes republicanos: los sureños Lindsey Graham (Carolina del Sur) y Ted Cruz (Texas).

Tres presidenciables republicanos recibieron donaciones del líder de un grupo supremacista blanco que inspiró al autor de la matanza

La confederada se colocó en la cúpula del Congreso de Carolina del Sur en 1962 como homenaje a la Guerra Civil, en lo que se consideró un gesto desafiante al entonces floreciente movimiento de los derechos civiles de los negros en el sur. En el 2000, tras intensas protestas y amenazas de boicot empresarial, se trasladó al parque frente al edificio.

En la concentración de la noche del sábado, se percibía una sensación de ahora o nunca. En una encuesta a finales de 2014, un 62% de la población estatal tenía una valoración positiva o neutral de la confederada. Sin embargo, la atrocidad racista de Roof ha encendido los ánimos.

La retirada de la bandera sería su primera consecuencia palpable. Mandaría un mensaje de cambio en un Estado que fue el último en instaurar -en el 2000, 17 años después de aprobarlo el presidente republicano Ronald Reagan- un día festivo para el líder de los derechos civiles, el reverendo negro Martin Luther King. Y que, como otros Estados sureños, mantiene calles con nombres de héroes de la Guerra Civil que rechazaban el fin de la esclavitud.

“No queremos que esas nueve vidas se hayan perdido por nada”, decía una de las manifestantes, Susan Robinson, blanca de 65 años. “Ese joven [Roof] creció en un ambiente que fomentaba sus creencias, sin hacerle dudar. Es inaceptable”. A poca distancia, una mujer negra de 40 años que declinó dar su nombre agregaba: “Esto es solo el principio. Carolina del Sur tiene un largo camino que avanzar”.

Pero algunas cosas empiezan a cambiar. El sur de EE UU es cada vez más urbano y menos blanco, lo que beneficia teóricamente al Partido Demócrata. La gobernadora Haley es de origen indio. Y el pasado noviembre, el republicano de Carolina del Sur Tim Scott se convirtió en el primer senador negro en ganar una elección en el sur desde el fin de la Guerra Civil.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_