Enrique Iglesias contra Bin Laden
Un afgano formado en Australia revoluciona la televisión y la radio de su país con pop
Los extremistas islamistas empiezan a perder cuando el talibán deja de ser el único modelo y triunfar como estrella de la música pop o como el mayor goleador de la liga de fútbol se convierte en una aspiración para los jóvenes. Es lo que ha ocurrido en Afganistán, según Saad Mohseni (Londres, 1966), fundador y director ejecutivo de Moby Media Group, el mayor grupo mediático del país asiático. “No estoy seguro de que el pop pueda cambiar un país, pero cuenta, porque gracias a la música en lugar de querer ser como Osama bin Laden puede que quieras ser como Enrique Iglesias”, explica el empresario durante una entrevista en el Oslo Freedom Forum (Foro de la Libertad de Oslo), celebrado esta semana en la capital noruega.
Hijo de un diplomático, Mohseni, que vivía en Australia desde su adolescencia, viajó a Afganistán en 2002 tras la caída del régimen talibán “solo para ver cómo estaban las cosas”. En los medios de comunicación, el terreno era virgen. “No había ninguna televisión, porque los talibanes lo prohibían; solo existía una radio, y unos 10.000 móviles en el país”, recuerda. En 2015, hay cerca de 200 emisoras radiofónicas, más de 100 canales de televisión y 13 millones de teléfonos móviles. “Y cientos de grupos afganos de música pop”, añade.
“Es muy arrogante decir que nosotros hemos cambiado la sociedad; simplemente la hemos enfrentado a nuevas ideas y, si le das la oportunidad, la sociedad cambia por sí misma”, sostiene el empresario afgano, que lamenta que las únicas noticias que trasciendan sobre su país sean las relacionadas con el terrorismo.
Una de sus primeras innovaciones radiofónicas fue incluir a dos locutores en cada estudio, un hombre y una mujer. “Al principio todos se extrañaron pero después muchas emisoras copiaron el modelo”, se entusiasma Mohseni, a pesar de que reconoce que sus trabajadores, un millar en todo el país, han sufrido amenazas por romper tabúes. El mayor de ellos ha sido, detalla, no solo que se escuchen las voces de las mujeres sino que sus rostros aparezcan en las pantallas de televisión.
Final de la edición de 2014 de La voz de Afganistán.
El grupo de Mohseni, dueño de la radio y la televisión con más éxito de Afganistán (Arman FM y Tolo TV), ha recibido críticas por percibir fondos de EE UU y de News Corporation, el conglomerado mediático de Rupert Murdoch. Sus detractores creen que algunos de sus programas, como La voz de Afganistán, o de sus telenovelas distraen de los verdaderos problemas del país, que ocupa el puesto 169 —entre 187— en el Índice de Desarrollo Humano. “No se puede desestimar la importancia del entretenimiento, porque en el mismo estadio al que la gente acude ahora a escuchar música, hace 15 años acudía a ver ejecuciones”, se defiende Mohseni. Y esgrime, entre sus éxitos, la cobertura de la última liga de fútbol afgana: “La final fue seguida por 15 millones de personas: unió al país”.
Pero más allá de entretener, los medios de comunicación “impulsan la sociedad civil”. Así también lo cree Kimberley Motley, la abogada estadounidense de la familia de Farjunda, la mujer afgana linchada tras haber sido falsamente acusada de quemar un Corán. Motley logró la semana pasada que 11 policías que presenciaron cómo la turba la golpeaba hasta la muerte fueran a prisión por no protegerla, una sentencia sin precedentes en el país. Pero si el caso conmovió a los afganos “fue también por su repercusión” en los medios de comunicación, admite. “La televisión y la radio sugieren”, apunta Mohseni, “pero la sociedad decide si reacciona, y Afganistán está reaccionando”.
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