La conquista de Palmira y Ramadi da nuevo impulso al Estado Islámico
La caída de la ciudad siria amenaza restos arqueológicos patrimonio de la humanidad
A punto de cumplirse un año de la gran ofensiva yihadista en Siria e Irak, las milicias del Estado Islámico acaban de ampliar sus conquistas tras haber resistido casi todos los contraataques de los Ejércitos de Damasco y Bagdad y los bombardeos aéreos de la coalición internacional encabezada por Estados Unidos. El Califato, proclamado por Abubaker al Bagdadi en junio de 2014 en la ciudad iraquí de Mosul, se apoderó el pasado fin de semana de Ramadi, la capital de la provincia iraquí de El Anbar, y ahora ocupa por completo la histórica Palmira, en el centro de Siria, cuyos valiosos restos arqueológicos dos veces milenarios forman parte del Patrimonio de la Humanidad catalogado por la Unesco.
Después de cerca de una semana de asaltos, las milicias integristas tomaron durante la noche del miércoles al jueves el estratégico eje de comunicaciones de Palmira, situada 240 kilómetros al noreste de Damasco en una zona con importantes yacimientos de hidrocarburos. Es un oasis en pleno desierto que cuenta con varios cuarteles, un aeropuerto militar y una cárcel tristemente célebre por ser uno de los focos de la represión del régimen de la familia El Asad. El Observatorio Sirio de Derechos Humanos, una ONG con sede en Londres, confirmó que las milicias controlaban toda la población y el propio Estado Islámico proclamó también a través de Twitter que su bandera negra ondeaba en Palmira.
Todo apuntaba a que tras las derrotas sufridas en febrero en Kobane, en la frontera entre Siria y Turquía, y en marzo en Tikrit, al norte de la capital iraquí, el Estado Islámico estaba comenzado a dar muestras de debilidad después de nueve meses de intensos bombardeos aéreos.
Pero la entrada de las fuerzas del Califato en la simbólica Palmira poco después de la conquista de la ciudad de Ramadi, clave en la vía de acceso hacia la capital iraquí, parece haber dado al traste con el triunfalismo de las Fuerzas Armadas de Bagdad y con la firmeza de las tropas leales a Bachar el Asad en el centro de Siria. El EI controla ya parte del norte y del desértico oeste de Irak, y más de la mitad oriental de Siria, que concentra las zonas menos pobladas del país. Pero sobre todo amenaza con echar por tierra la estrategia de la Administración del presidente Barack Obama frente al avance del yihadismo al frente de una coalición internacional.
La conquista de la perla del desierto de Siria –la primera ciudad que el EI arrebata directamente al Ejército de Damasco— supone también una extraordinaria baza propagandística para el Califato. Palmira (Tadmor, en árabe) fue en los siglos I y II un emporio cultural y comercial y paso de caravanas en la Ruta de la Seda. Antes del inicio de la contienda en el país, en marzo de 2011, las ruinas de sus palacios, templos y tumbas eran una de las principales atracciones turísticas de Siria.
La directora general de la Unesco, Irina Bokova, ha pedido “un alto el fuego inmediato para proteger uno de los lugares más significativos de Oriente Próximo”. La amenaza que representa el fanatismo del Estado Islámico para el patrimonio histórico ya quedó patente con la destrucción de los restos arqueológicos de Nimrod, de Hatra y de la bíblica Nínive, en el norte Irak.
También el responsable de Antigüedades y Museos de Siria, Maamun Abdelkarim, ha llamado al mundo a hacer frente a la barbarie y advirtió de que la caída de Palmira puede significar “el fin de una civilización”. El director sirio de patrimonio histórico aseguró que las autoridades habían conseguido trasladar a lugares seguros estatuas y objetos artísticos conservados en Palmira.
Naciones Unidas considera que apenas una tercera parte de los 200.000 habitantes del distrito de Palmira pueden haber huido junto con las tropas sirias, que abandonaron la ciudad en la noche del miércoles. Hasta la sede de Ginebra de la ONU llegaban, según la agencia Reuters, inquietantes informes de ejecuciones sumarísimas tras los registros casa por casa en busca de funcionarios del Gobierno. El EI ya irrumpió en el norte de la ciudad el pasado sábado, pero fue expulsado por las Fuerzas Armadas sirias al día siguiente. En los combates se han registrado más de 400 muertes, de las que más de 70 eran víctimas civiles, algunas de ellas decapitadas o fusiladas por los milicianos fundamentalistas, según el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos.
La jefa de la diplomacia de la UE, Federica Mogherini, dijo el jueves durante una visita oficial a Jerusalén que “los asesinatos masivos y la destrucción del patrimonio cultural por el EI serán denunciados como crímenes de guerra ante la Corte Penal Internacional”.
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