Polonia y Rusia, la paz más fría
Varsovia desafía a Moscú con un acto para conmemorar el fin de la II Guerra Mundial
En Moscú, los soldados sacan brillo a los tanques para conmemorar este viernes en la Plaza Roja el 70º aniversario de la derrota de Adolf Hitler. Pero parece que ni en cuanto a celebraciones de armisticios existe paz en Europa del Este tras la crisis ucrania.
En un desafío a Rusia, Polonia ha planteado la noche de este jueves una conmemoración paralela, en la que ha opuesto a la fanfarria militar la solemnidad gótica de los astilleros de Gdansk, la ciudad del norte del país en la que en los ochenta comenzó a resquebrajarse el comunismo y en la que en 1939 sonaron los primeros disparos de la II Guerra Mundial cuando los nazis invadieron Polonia.
Armas y elecciones
El Este ha vuelto a verse confrontado con la guerra. “Yo tengo un compañero de trabajo que se ha unido a un grupo de autodefensa y cuelga cosas de su entrenamiento en Facebook”, explica Siasia, una publicista de 36 años. “Pero no es lo normal”, acota. Se trata de excepciones, porque el clima en la calle nada tiene que ver con lo bélico, pero los grupos paramilitares que se entrenan en los bosques del país han aumentado hasta alcanzar el centenar, y el Gobierno comienza a ofrecerles pequeñas concesiones para tenerlos censados y visibles.
En un contexto electoral —los comicios presidenciales se celebran este domingo y las legislativas se prevén para octubre—, el Gobierno liberal de la Plataforma Cívica no está escatimando en gestos marciales que congratulen a los sectores más nacionalistas, a los que tienta el derechista partido Ley y Justicia. En las últimas semanas, se han sucedido anuncios oficiales de compra de armas a Estados Unidos y Europa, proyectos de fortificar la frontera con el enclave ruso de Kaliningrado, y vuelos de vigilancia sobre el Báltico.
Con el evento de anoche, el objetivo nada disimulado del presidente polaco, Bronislaw Komorowski, era profundizar en el aislamiento en que ha situado a Vladímir Putin la toma de Crimea y el apoyo a los rebeldes del este de Ucrania. El experimento de Gdansk ha salido bien solo a medias, porque ni Angela Merkel ni François Hollande han querido participar (como tampoco harán en Moscú). Sí han rodeado a Komorowski los mandatarios de casi todos sus vecinos de Europa del Este (incluido el ucranio Petró Poroshenko), además del presidente del Consejo Europeo (el polaco Donald Tusk) y Ban Ki-moon, secretario general de Naciones Unidas.
La transmutación en arma arrojadiza de una fiesta que hasta hace poco se celebraba en común revela hasta qué punto hay tensiones entre Rusia y Polonia, una de las naciones que más insiste en la Unión Europea en mantener sanciones a Moscú.
Los polacos disfrutan en su papel de azote de Putin dentro de una región en la que checos, húngaros y eslovacos son más partidarios de tender puentes. “Tenemos la impresión de que, sin nosotros, la posición respecto a Rusia podría relajarse”, explica Marcin Zaborowski, director del Instituto Polaco de Relaciones Internacionales. Varsovia sospecha que, sin su firmeza, los intereses económicos y el tradicional pacifismo europeo llevarían a Bruselas a olvidar demasiado rápido.
Mientras que en Polonia no se olvida. Una investigación del Instituto de Asuntos Públicos recoge que el 76% de los ciudadanos teme un ataque militar ruso. Agnieszka Lada, una de los autores del informe, explica que no es un miedo concreto, sino casi instintivo. “No queremos ser alarmistas y hablar de la Guerra Fría, pero es cierto que la gente tiene malos recuerdos del Ejército soviético, y nunca hemos conseguido arreglar nuestra relación a pesar de los esfuerzos. Nos acercamos y nos alejamos continuamente”.
Dos celebraciones
• A Gdansk han acudido casi todos los vecinos de Europa del Este, incluido el ucranio Petró Poroshenko, además del presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, y Ban Ki-moon, secretario general de la ONU.
• En el desfile de este viernes en Moscú participarán 16.600 soldados (700 extranjeros) y 143 aviones de combate. Entre los asistentes figurarán los primeros ministros de Grecia, Alexis Tsipras, e India, Narendra Modi; y los presidentes de Cuba, Raúl Castro; China, Xi Jinping; la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas; Vietnam, Truong Tan Sang, y Sudáfrica, Jakob Zuma.
Cerca y lejos. En Varsovia cada tres pasos hay un restaurante de sushi, tiene un popular sistema de alquiler de bicicletas, boutiques, centros comerciales… Pero, entre todas estas demostraciones de prosperidad, los polacos no pierden de vista que cerca, sólo a unos kilómetros, queda la guerra de Ucrania, un país que hace tres años compartió con ellos la organización de la Eurocopa de fútbol y que ahora vive a años luz de la normalidad.
El recuerdo de las desgracias del vecino es constante. En el barrio universitario de Varsovia hay un centro de apoyo al Euromaidán y los refugiados ucranios. “Estamos aquí para dar apoyo a los que vengan”, explica un chico en la recepción, llena de anuncios de empleo en cirílico. A continuación se gira para atender a otro joven que llega con unas dudas en ruso.
La buena noticia que se repite en Polonia es que en este contexto de confrontación con sus pesadillas rusas ha mantenido la complicidad europea, principalmente la alemana. Mientras Varsovia se ha sentido apoyada por Berlín, Alemania ha dado en Polonia con un aliado constante en un momento en el que muchos países de la UE han tendido al repliegue, absortos en la crisis económica.
“Esto ha sido un examen para nuestras relaciones, y lo hemos superado”, explica Zaborowski. Además de los tanques, el otro gran miedo polaco es que Bruselas pase página y quede como un triste agorero, apuntando hacia el Este y organizando fiestas a las que nadie quiera unirse.
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