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El ‘ejército popular’ de UKIP acude en auxilio de un líder que se tambalea

El declive del partido británico antieuropeo hace peligrar el escaño de Nigel Farage

Pablo Guimón
Nigel Farage posa para un 'selfie' en Broadstairs, South Thenat.
Nigel Farage posa para un 'selfie' en Broadstairs, South Thenat.SUZANNE PLUNKETT (REUTERS)

Armado con tacos de pasquines morados, un escuadrón compuesto por una decena de seguidores del UKIP abandona, a la caza de votantes, el improvisado cuartel general que el partido antieuropeísta ha montado en el pueblo de Ramsgate. Se abren paso, con caras de pocos amigos, entre abucheos y gritos de “vergüenza” proferidos por medio centenar de miembros del colectivo Stand Up To UKIP (levántese contra el UKIP) que han convocado un desayuno popular en la acera.

El “ejército del pueblo”, como llaman en el UKIP a sus eficaces campañistas, ha acudido a la llamada de socorro del gran líder. ¿Por qué aquí? Aunque Nigel Farage tenía poca o ninguna conexión con esta deprimida comarca costera del sureste de Inglaterra, los estrategas del partido decidieron hace unos meses que este era el lugar adecuado para obtener el escaño de su abanderado en el Parlamento. La popular diputada conservadora local que representaba en Westminster a esta circunscripción de South Thanet había decidido no presentarse “por motivos personales”. La demografía encajaba. Parecía pan comido. Lanzaron al paracaidista. Pero algo se torció.

La semana pasada, una encuesta interna que el propio partido quiso ocultar pero que acabó filtrándose a la prensa, daba la victoria por un punto al nuevo candidato conservador y situaba a Farage solo otro punto por encima del candidato laborista. El escaso margen otorgado al ganador entraba dentro del margen de error de la encuesta, pero fue suficiente para hacer saltar las alarmas: reflejaba la tendencia a la baja que experimenta, a medida que se aproximan las elecciones, el apoyo a UKIP a nivel nacional.

La victoria del partido en South Thanet se complicaba. Una derrota significaría que Nigel Farage, la cara pública del descontento con la política británica tradicional, no se sentaría en el Parlamento y, por tanto, habría de dejar el liderazgo de UKIP.

Farage tocó a rebato. A través de las redes sociales pidió a seguidores de UKIP de todo el país que vinieran a ayudarle en su “día de acción” en South Thanet. El movimiento opositor al partido, cada vez más organizado a medida que la amenaza se va haciendo más real, convocó sus actos de protesta. Y así es como esta esquina de Kent se convirtió ayer, a menos de un mes de las elecciones, en la metáfora del destino, incierto como todo en estas generales, del partido que ha sacudido la política británica en los últimos años.

“La burbuja de UKIP se está desinflando”, asegura Craig Mackinlay, de 48 años, el candidato del Partido Conservador que puede arrebatar el escaño a Farage. Mackinlay reparte pasquines entre los viandantes. Presume de haber visitado 20.000 hogares, de hacer campaña cada día, frente a las “apenas 14 visitas que ha hecho Farage”. Es un candidato local y conoce, asegura, las preocupaciones de sus votantes. Le favorece también una serie de inversiones en la región comprometidas por el Gobierno en esta recta final de la campaña.

Para acabar de enredar la trama, resulta que Mackinlay perteneció a UKIP —fue vicepresidente y tesorero del partido— antes de unirse a los tories en 2005. “Dejé el partido cuando me di cuenta de que, si estaba en UKIP, favorecía a los laboristas”, explica. “No he cambiado mis ideas pero en 2005 los conservadores volvieron a ser lo que eran. Solo un partido puede proporcionar un referéndum sobre Europa y es el Partido Conservador. Solo puede haber dos primeros ministros: David Cameron o Ed Miliband. En estas elecciones se trata de elegir entre conservadores y laboristas”.

Aquí, sin embargo, la dialéctica parece otra. UKIP o no UKIP. También está el candidato laborista, Will Scobie, un joven de 24 años que cuenta con poco apoyo del partido al no tratarse de una circunscripción prioritaria para su formación.

La gama de opciones para los votantes de South Thanet la completa un elenco, cuando menos, exótico: a) Nigel Askew, propietario de un pub que concurre por el partido fundado por Bez, el bailarín de los Happy Mondays, famoso por animar los conciertos del grupo en los ochenta colocado de éxtasis y reconvertido en estrella de realities; b) El actor Al Murray, otro propietario de un pub, esta vez en la ficción de su alter ego cómico The Pub Landlord, que presentó su campaña montado en un camión de bomberos dispuesto a “apagar el fuego”; c) Ian Driver, el candidato de los Verdes, que ha centrado su campaña en la conveniencia de abrir un café de cannabis; y d) El “profeta Zebadiah”, que viste túnicas africanas, dice representar a algo llamado “la Nación de Ooog Al-Zebadista” y propone la ilegalización del matrimonio heterosexual y la legalización de la heroína.

Estelle Rosenfeld, artista de 37 años que hace campaña contra UKIP a las puertas del cuartel general del partido eurófobo, conecta el auge de propuestas políticas marginales en South Thanet con “un sentimiento de abandono por parte de la clase política tradicional”. “Este era un destino costero muy popular en los años cincuenta y sesenta, antes de que todos los ingleses se fueran a buscar el sol a España”, explica. “La poca industria que había desapareció. Es fácil que aquí calen alternativas de protesta”.

South Thanet cuenta con una de las tasas de desempleo más altas de la región (más de un 10% entre los jóvenes) y con un porcentaje de inmigración ligeramente menor que la media nacional. Sheila McDonald, profesora universitaria de 61 años, señala que la economía de la zona “es muy dependiente del turismo y de los cursos de inglés para extranjeros”. “Esa economía sufrirá si el UKIP está en el poder”, advierte. Lo peor de la irrupción del partido en el panorama político, opina, es que “la gente siente que tiene permiso para expresar sus ideas racistas”.

Entretanto, el “ejército del pueblo” sigue de campaña por Ramsgate. Un acto de Farage será el colofón del “día de acción” del UKIP. La prensa extranjera no está invitada. “Hablará de asuntos británicos”, explica un portavoz.

El populismo menguante

Las encuestas confirman un descenso en el apoyo a UKIP a medida que se aproximan las elecciones del 7 de mayo. El partido cuenta con una estimación de voto cercana al 10%, según un sondeo del 31 de marzo, cinco puntos menos que la misma encuesta realizada 15 días antes. Se trata del resultado más bajo en un año, y casi una tercera parte del que obtuvieron cuando se convirtieron en la formación más votada en las elecciones al Parlamento Europeo de 2014.

El partido cuenta con dos diputados en Westminster, después de ganar las elecciones parciales el año pasado celebradas después de que dos tránsfugas conservadores se pasaran a las filas de UKIP. Desde entonces, hasta la caída de este último mes, el apoyo al partido ha rondado el 15%, una estimación que quintuplica el resultado que obtuvieron en 2010. Pero esos cinco millones de votos, debido a un sistema electoral que penaliza a los partidos con un apoyo geográficamente disperso, apenas se traducirían en un mínimo de dos y un máximo de siete escaños. La verdadera influencia del partido estará en los votos que arañe a los conservadores en circunscripciones muy ajustadas, entregando el escaño a laboristas o liberales-demócratas.

Uno de esos escaños es el que disputa el líder del partido, Nigel Farage, en la circunscripción electoral de South Thanet, en Kent, que ganaron los tories en 2010. Una encuesta de la semana pasada, encargada por el propio partido, vaticina un ajustadísimo desenlace: el candidato conservador tendría un 30%, Nigel Farage un 29% y el laborista un 28%. Farage ha anunciado que, si no gana su escaño, abandonará el liderazgo el partido.

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Sobre la firma

Pablo Guimón
Es el redactor jefe de la sección de Sociedad. Ha sido corresponsal en Washington y en Londres, plazas en las que cubrió los últimos años de la presidencia de Trump, así como el referéndum y la sacudida del Brexit. Antes estuvo al frente de la sección de Madrid, de El País Semanal, y fue jefe de sección de Cultura y del suplemento Tentaciones.

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