El “auge verde” amenaza al ecosistema político británico
Entrevista con Natalie Bennet, la mujer que ha llevado al partido ecologista de Inglaterra y Gales a convertirse en protagonista de las próximas elecciones en Reino Unido
Un salario mínimo que permita llevar una vida digna. Apostar por las energías renovables. No a la privatización de la sanidad pública. Eliminar las tasas universitarias. Más impuestos a los más ricos. No al imperio de las multinacionales. Sí al poder de las comunidades locales. Si usted apoya estas políticas, comparte buena parte de las propuestas de los Verdes británicos. Un partido que ha multiplicado por cinco su apoyo en dos años, que supera ya en militantes al Liberal Demócrata y que está llamado a desempañar un papel decisivo en las elecciones del 7 de mayo.
La web Voteforpolicies presenta al votante una serie de políticas y, en función de cuáles apoye, le asigna un partido político. Al 27% de los participantes se le ha asignado los Verdes. El mismo porcentaje que, en una encuesta de noviembre, respondió que votaría a los Verdes si creyera que podrían ganar. Su apoyo en el mundo de la realpolitik, sin embargo, apenas se acerca al 10%. Pero nadie subestima el valor calórico de ese trozo de una tarta que en estas elecciones se repartirá entre más comensales que nunca.
Es fácil vender eslóganes cuando no se tienen expectativas de responder por ellos en el Gobierno. Solo la implantación del salario digno costaría cerca del doble del abultado déficit público del país. Pero para Natalie Bennett, la periodista australiana de 48 años que llegó a Reino Unido en 1999 después de vivir en Tailandia, y que asumió la dirección del partido en 2012 para liderar lo que ya se conoce como el “auge verde”, esto es la demostración de que el suyo no es solo un voto protesta.
“Los británicos han sido entrenados durante décadas a votar por el segundo partido que menos les gustaba, solo para tratar de frenar a los que de verdad odiaban”, explica, mientras da cuenta de unas rodajas de melón en un temprano desayuno en un hotel de Westminster. “Pero lo que encuentro cuando viajo por el país es más y más gente diciendo que no va a volver a votar tácticamente. Lo han hecho durante años y no les gusta cómo ha salido. Ese voto táctico ha tenido un gran impacto en la naturaleza política británica. Lo que yo digo a la gente es: si quieres cambiar la política, está en tus manos hacerlo. Vota por aquello en lo que crees”.
La gran paradoja de los Verdes es que su auge, pasado por un sistema electoral que otorga solo un escaño por circunscripción, favorece un Gobierno conservador. Bennett reconoce que su techo realista son apenas tres diputados. Ni siquiera es probable que ella misma se siente en el escaño que disputa al laborismo en el norte de Londres. Pero si los Verdes cumplen sus expectativas, podrían entregar a los tories una veintena de escaños en los que estos están casi empatados con los laboristas o los liberal demócratas, partidos de cuyos votantes desencantados se nutre el “auge verde”.
Bennett culpa al sistema electoral. “Muchos escaños los ganará un partido que haya obtenido solo el 25% de los votos”, explica. “Ese otro 75% se preguntará qué ha pasado aquí. Así que el perdedor seguro de estas elecciones será el sistema electoral. Pero este puede ser el punto en que la política británica se abra definitivamente. Mire el referéndum escocés. Hubo una participación del 85%. Nosotros atraemos a gente que no ha votado nunca y que ahora se moviliza ante el auge de UKIP. Si esa tendencia se consolida en mayo, con los menores de 25 años votando en la misma proporción que los mayores de 60, ¿quién sabe qué Parlamento puede resultar? Si llegamos a esa participación, todo habrá cambiado en este país”.
Parte del éxito de los Verdes radica en la claridad de su postura, algo de lo que no pueden presumir los grandes partidos, temerosos de que las posiciones firmes les cuesten votos. ¿Europa? “Sí a un referéndum, porque nos fiamos de la democracia”, responde Bennett. “Pero haremos campaña por la permanencia, exactamente en la dirección contraria de lo que busca Cameron”. ¿Inmigración? “Somos los únicos que han levantado la voz contra el discurso de UKIP. Creemos que la inmigración es buena para Reino Unido”.
También está claro qué harían con sus escaños, si consigue un número suficiente como para marcar la diferencia. “Bajo ninguna circunstancia apoyaríamos un Gobierno tory”, asegura. “Sí apoyaríamos un Gobierno en minoría laborista, pero reservándonos el derecho a votar según nuestros principios”.
El auge verde, igual que el de UKIP, no radica en la letra pequeña de sus políticas, sino en los valores que estas expresan. Y su éxito real no deberá medirse en términos de escaños sino en cuánto consigan asustar al Partido Laborista, haciéndole abrazar esos valores en forma de concesiones concretas. “Los británicos miran a los partidos tradicionales y no les ilusionan”, opina Bennett. “La crisis medioambiental, económica y social que vivimos indica el fracaso de la política tradicional. La historia positiva que contamos nosotros, la necesidad de reformar la sociedad completamente, conecta con la gente”.
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