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Humor visto para sentencia

Caricaturistas ecuatorianos reflexionan sobre la sentencia a Bonil por racismo en una de sus viñetas dedicada a un afro-ecuatoriano

El caricaturista Javier Bonilla, Bonil, protesta fuera de la Superintendencia
El caricaturista Javier Bonilla, Bonil, protesta fuera de la SuperintendenciaAFP

El dibujante Xavier Bonilla, Bonil, inauguró en enero de 2014 el trabajo de la Superintendencia de la Comunicación de Ecuador al convertirse en el primer sancionado por la Ley de Comunicación que promulgó el Gobierno de Rafael Correa. Entonces, el caricaturista había sugerido que hubo violencia en el allanamiento de la casa de Fernando Villavicencio, un periodista que trabajaba con un político de la oposición. Bonil tuvo que rectificar y el medio (El Universo) que publicó la viñeta pagó una multa en torno a 100.000 dólares. Ahora, el humorista es el primer sancionado del año por haber criticado, en una viñeta, a un diputado negro del partido de Gobierno que no leyó con fluidez un discurso en el pleno de la Asamblea Nacional.

Los caricaturistas de los medios de comunicación privados cierran filas con el dibujante, cuya sanción ha sido ratificada este viernes por Superintendencia. Francisco Cajas, Pancho, con 37 años de experiencia en el diario El Comercio, dice que la caricatura de Bonil solo critica el mal desempeño del asambleísta. “No existe ni racismo ni discriminación, se ve a las claras que el Gobierno quiere quitarse de encima a los caricaturistas que le incomodan”, reflexiona.

La institución obliga a Bonil a emitir una disculpa pública que deberá publicarse en el diario El Universo. "Adicionalmente, se emite una amonestación escrita al señor Bonilla, previniéndole de la obligación de corregir y mejorar sus prácticas para el pleno y eficaz ejercicio de los derechos a la comunicación, y se le conmina a abstenerse de reincidir en el cometimiento de actos que se encuentran reñidos con la Ley Orgánica de Comunicación", explica la Supercom en una resolución hecho pública.

José Romero, Joseph, dibujante de El Expreso, entiende que con su trabajo se puedan herir susceptibilidades, pero tiene claro que un cargo público está sometido al escrutinio. “No se habla de las personas, sino de qué clase de representantes tenemos, si son legisladores deberían tener cierta preparación y dejar de lado susceptibilidades. Nosotros caricaturizamos al político, no a la persona”, explica.

Ambos coinciden en que la Superintendencia de la Comunicación está imponiendo límites a su trabajo y temen que los medios de comunicación se vean obligados a censurar sus viñetas para evitar las multas que les impone este órgano de control. “Yo me pregunto qué van a hacer los medios, nosotros dependemos de ellos para publicar nuestro trabajo, pero está claro que los Gobiernos ponen topes a las libertades, por eso elaboran las leyes y establecen hasta dónde quieren permitir ser criticados”, opina Pancho Cajas.

El caricaturista del diario público El Telégrafo, Fabricio Gavilanez, Calvin, difiere de sus colegas. “Uno piensa que la caricatura siempre debe ser jocosa, pero el mensaje debe ser coherente y dentro de unos límites. Uno debe analizar lo que se dibuja y lo que se dice, mucha gente asume que lo que yo dibujo es verdad, no lo toma como una broma. Como editorialistas gráficos debemos ser cuidadosos y todo lo que hacemos debe estar refrendado en información”, señala.

Sobre el trabajo de Bonil dice que quizás en otro país pueda ser aceptado, pero que en Ecuador hay leyes. “Si ya sabemos las reglas hay que medir susceptibilidades, sobre todo, si se dirige a una persona específica. Esto es como una cancha de fútbol, que tiene límites y árbitros, y una calle que tiene semáforos, imagínese si no los hubiera. Todos tenemos que tener límites y si los sobrepasamos hay consecuencias”, asegura Calvin, una opinión que da cuenta de la polarización del país, sobre todo, en materia de comunicación.

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