El vía crucis de comprar comida en Venezuela
El desabastecimiento de productos básicos en los supermercados aumenta la tensión
Los empleados del supermercado Unicasa de la urbanización Cumbres de Curumo —un sector de clase media alta donde residen muchos militares retirados y activos por su cercanía con Fuerte Tiuna, la principal fortaleza militar de Venezuela— vivieron una semana muy tensa. El miércoles llegó la leche en polvo, un producto que en Venezuela es tan escaso como el agua en el desierto. De inmediato, alertados a través del teléfono móvil, los vecinos y clientes de otras zonas de Caracas hicieron una larga fila para comprar cuatro paquetes, el máximo permitido.
En un esfuerzo por tratar de garantizar que los bienes más buscados —leche, café, arroz, papel higiénico, azúcar, jabón y aceite de maíz— alcancen para todos, los supermercados han regulado su venta, pero la demanda supera cualquier previsión. Y entonces, con la escasez, aparece la desesperación. Ese miércoles una señora, que llevaba las cuatro bolsas de leche, cayó al suelo empujada por la turba que corría hacia el pasillo donde estaba el insumo. Un hombre aprovechó para quitarle los paquetes. Una vecina reía mientras otros se lo recriminaban: “Pero es que esto es consecuencia de la situación que vivimos. Y aún nos falta mucho por ver”, se defendía.
Los bienes más buscados son: leche, café, arroz, papel higiénico, azúcar, jabón y aceite de maíz
En Catia, un bastión chavista del oeste de Caracas, una multitud saqueó el jueves un camión que transportaba pañales, otro de los productos muy demandados en estos días, mientras esperaba en una fila para entrar a una de las tiendas de la cadena de ventas al por mayor más importante del país. El mismo jueves, al supermercado de Cumbres de la Curumo llegó la harina de maíz precocido —la base para preparar las arepas, el desayuno tradicional venezolano— y varias cajas de pañales. Tampoco alcanzó para todos. Los que no tuvieron suerte pensaban que el encargado del supermercado había escondido los paquetes. La policía del municipio se acercó para pedirle que, si las sospechas eran ciertas, reiniciara la venta. “Podría decirle que pasen hasta el depósito para que se cercioren de que no estamos escondiendo nada”, decía. Después de comprobarlo, los clientes se marcharon hacia otros locales de Caracas para continuar con la caza de los productos que no consiguen.
El desabastecimiento siempre es más marcado a principios de año, pero las escenas de desespero y las largas filas en esta época del año, que se repiten en casi todo el país durante varias horas al día, sí son una novedad. En diciembre suele haber vacaciones en las fábricas y la falta de producción es compensada con el inventario. Sin embargo, desde 2013, para paliar la escasez, el Gobierno obliga a las empresas a sacar todas su existencias y considera al inventario un modo de acaparar. Las leyes aprobadas por el oficialismo castigan al empresario con prisión o la eventual expropiación del negocio. De esta manera Venezuela ha llegado a 2015 en una situación crítica y con un ambiente muy tenso en los supermercados.
Para evitar que la violencia campe las grandes cadenas distribuyen los alimentos escoltados por su propio personal de seguridad y la Guardia Nacional Bolivariana (GNB). Ocurrió el jueves en un supermercado de la urbanización Valle Arriba, una colina sobre la que están construidos edificios de lujo y donde se ubica la sede de la Embajada de Estados Unidos en Caracas. Al mediodía llegó la leche líquida y se repitieron las escenas de todos estos días: gente corriendo desesperada para llevarse el máximo permitido (seis unidades), desespero y reclamos. En menos de una hora ya no había leche. Dentro del local otras personas formaron una fila para esperar la entrega de una cantidad limitada de papel higiénico. Cuatro oficiales de la GNB, con armas largas, vigilaban a los clientes.
El Gobierno obliga a las empresas a sacar todas su existencias y considera al inventario un modo de acaparar. Las leyes castigan al empresario con prisión o la eventual expropiación
Al principio de la semana el Gobierno pareció restarle importancia a las filas, pero hacia el final de la semana prefirió reconocer el desabastecimiento y salvar su responsabilidad argumentando que el sector productivo nacional adelanta “una guerra económica” en su contra con el objetivo de provocar desórdenes que lleven a su eventual resignación. El jefe de gobierno de Caracas, Ernesto Villegas, añadió más polémica al asegurar que los “hijos de papá” (una despectiva manera de referirse a los descendientes de las personas pudientes) infiltraron personas para incitar a los saqueos.
El viernes, el vicepresidente de Seguridad y Soberanía Alimentaria, Carlos Osorio, recordó en el palacio de Miraflores que las leyes venezolanas impiden el cese de operaciones de productores y distribuidores de alimentos. “Si no quieren trabajar entréguenle esa planta a otro que sí lo haga”, dijo.
Entretanto, por las redes sociales comenzaron a circular rumores de una convocatoria para un paro nacional a partir de hoy, pero la coalición opositora Mesa de la Unidad se desmarcó. “Es un plan diseñado por el Gobierno para desviar la atención del drama de la escasez”, dijo su secretario general, Jesús Torrealba.
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