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Documentar el acoso

Una joven rodó este verano imágenes de su paseo por El Cairo y mostró el hostigamiento al que someten a las mujeres. Del éxito de aquel vídeo en Internet nace ahora un filme

Las documentalistas Tinne Van Loon y Colette Ghunim sentadas en la escalera de su casa
Las documentalistas Tinne Van Loon y Colette Ghunim sentadas en la escalera de su casaR.G.

Como a muchas jóvenes occidentales que llegan a El Cairo, a la estadounidense Colette Ghunim y a la belga Tinne Van Loon les chocó hasta qué punto el acoso sexual está omnipresente en las calles de la capital egipcia. En lugar de limitarse a expresar su frustración, optaron por atacar el problema con su arma favorita: una cámara. Las dos documentalistas acaban de grabar un filme que estrenarán próximamente y que aborda esta lacra. Se titulará People’s Girls [Las chicas del pueblo]. “El acoso sexual es constante. Es difícil que no te afecte. Te acabas sintiendo mal contigo misma, como si fuera culpa tuya”, se lamenta Ghunim, nacida en Chicago, pero de origen palestino.

Un estudio reciente elaborado por la oficina de las Naciones Unidas que promueve la igualdad de género muestra la magnitud del problema al que se enfrentan las egipcias. Un 99% de las mujeres adultas declaran haber sufrido alguna vez el acoso sexual y cerca de un 50% lo experimentan diariamente. Así pues, no es de extrañar que un 82% de las egipcias no se sientan seguras en la calle, y un 43% incluso eviten salir de casa si no es estrictamente necesario.

Para su documental, Van Loon y Ghunim han escogido dos protagonistas: Esraa, una actriz no profesional de 25 años que trabaja en el servicio de atención al cliente de una multinacional, e Islam, un muchacho de 20 años de un barrio marginal que se gana la vida conduciendo un tok-tok, los taxis de tres ruedas que circulan por los estrechos callejones de los bajos fondos cairotas. Sus visiones sobre la cuestión del acoso no pueden ser más divergentes. En sus ratos libres, Esraa participa en representaciones para concienciar a la población sobre el problema. En cambio, Islam, como muchos egipcios, se muestra condescendiente con los acosadores, e incluso reconoce él mismo haber abordado a algunas chicas en la calle.

La grabación del documental ha sido posible gracias al rutilante éxito de Creepers on the Bridge [Los asquerosos del puente], un vídeo de dos minutos que colgaron en agosto para promocionar su proyecto de crowdfunding. Inspirado en una popular grabación que refleja el acoso sexual que experimenta una chica en las calles de Nueva York, Ghunim registró con un teléfono las reacciones de los hombres que se cruzaba mientras caminaba por el puente de Qasr al-Nil, en el centro de El Cairo.

“Nuestro vídeo es más honesto que el del director Rob Bliss en Nueva York. Él condensa en dos minutos las experiencias de diez horas de la actriz deambulando por la ciudad. En nuestro caso, el trayecto duró menos de diez minutos”, añade la fotógrafa y documentalista belga. En el vídeo, la mayoría de los hombres con los que se cruza Ghunim le dedican miradas lascivas y comentarios soeces.

El acoso sexual es delito en Egipto desde el año pasado. “Hay que atacar en la raíz, no basta una ley”, dice la realizadora

“Lo más corriente son las miradas y los comentarios obscenos de desconocidos, pero también los tocamientos en zonas íntimas son habituales. Una no puede bajar nunca la guardia. A veces me da miedo caminar por la calle y cojo un pedrusco porque me hace sentir más segura”, comenta Esraa, cuya peor experiencia tuvo lugar cuando logró escapar de un taxista que se la llevó a un descampado de las afueras con la probable intención de violarla.

Contrariamente a lo que dictaría la intuición, las situaciones de mayor riesgo se dan en los sitios más concurridos, como manifestaciones, celebraciones públicas o medios de transporte, y a plena luz del día. En junio se produjo un inesperado giro a la inacción habitual de las autoridades ante un problema que no es nuevo, pero que se ha ido agravando con el paso de los años. Una joven padeció una brutal agresión sexual por parte de más de una docena de hombres en la emblemática plaza Tahrir, el epicentro de la revolución de 2011.

La novedad del caso fue que el asalto sucedió durante una concentración de celebración por la victoria del general Abdelfattá al Sisi en las elecciones presidenciales y fue grabado con un teléfono. Poco después de colgarlo en las redes sociales, se convirtió en una sensación, y forzó a Al Sisi a reaccionar y convertir la lucha contra el acoso en una prioridad. En un gesto efectista, visitó a la joven agredida con un ramo de flores en el hospital. En cuestión de días, el presidente firmó un decreto que tipificaba por primera vez el acoso sexual como delito. Lo que no habían podido lograr las organizaciones de defensa de los derechos de la mujer durante lustros de tenaz trabajo lo hizo un vídeo en una semana.

El decreto, que enmienda el Código Penal, recoge penas de prisión que oscilan entre los seis meses y los cinco años en función de la gravedad del asalto y de si se trata de un infractor reincidente. Además, también establece multas por un valor de entre 320 y 5.500 euros, una cifra considerable si tenemos en cuenta que el salario mínimo mensual en el país árabe no supera los 75 euros.

Cinco meses después de la aplicación de la nueva normativa, que ha incluido alguna condena ejemplar, los resultados son más bien exiguos. “Una vez puse una denuncia, y la policía me trató como si fuera una puta. No pienso volver a hacerlo”, se lamenta Esraa. “Hay un poco menos de acoso en la calle. Pero no basta con una ley. Se deben atacar las raíces profundas del problema, generar un cambio cultural”, comenta Van Loon, que ha vivido en otros países de Oriente Próximo y cree que ningún lugar es comparable a El Cairo en esta cuestión. “En un solo día aquí puedo experimentar un número similar de casos de acoso a los que viví en Amán o Ramala en tres meses”.

Entre los factores que se suelen apuntar para explicar este fenómeno, la frustración sexual que genera una sociedad cada vez más conservadora, mezclada con la amplia difusión de vídeos eróticos a través de la televisión por satélite o de Internet. “Algunos expertos señalan que la causa es la crisis económica, pues ha hecho que se retrase sustancialmente la media de edad de matrimonio, sobre todo entre los hombres, aumentando la frustración sexual”, comenta Rasha Hasan, una investigadora especializada en acoso que ha elaborado varios informes al respecto para diversas instituciones.

“No obstante, yo creo que el verdadero factor es la falta de respeto hacia la mujer y sus derechos”, espeta Hasan; y recuerda que la desigualdad de género en la sociedad egipcia se ha acentuado durante las últimas décadas a causa de la penetración de una interpretación retrógrada del islam promocionada por Arabia Saudí. La fotógrafa belga coincide en el diagnóstico: “No tengo claro que la cuestión de la edad de matrimonio sea la clave. Mi peor caso de acoso fue con un anciano de 70 años. Para mí un factor clave es el desempleo juvenil, y la frustración que sienten muchos chicos con sus vidas. El acoso es una forma de elevar su autoestima a base de humillar a otras personas”, intercede Ghunim.

Una de las más gastadas justificaciones de quienes disculpan estos comportamientos consiste en atribuir la responsabilidad a las víctimas, sobre todo, por su forma de vestir. Sin embargo, los datos refutan este lugar común. Según el estudio de la ONU, un 75% de las mujeres acosadas vestían de forma pudorosa. “Una de las mujeres que he entrevistado me dijo que sufría el acoso incluso llevando un velo integral que le tapaba la cara”, espeta Van Loon.

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