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Los enrevesados intentos de EE UU por minar al gobierno en Cuba

Varios programas de USAID descubiertos en Cuba han resultado en fiascos con posibles consecuencias políticas indeseadas

Silvia Ayuso
El grupo de rap cubano Aldo y los Aldeanos
El grupo de rap cubano Aldo y los AldeanosMelisa Riviere (AP)

La noticia de que la Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos (USAID) trató de promocionar a raperos y otros músicos críticos cubanos para provocar cambios políticos en la isla no ha tardado en ser portada de los medios oficialistas en Cuba.

“Otro proyecto encubierto de USAID contra Cuba”, publicaba rápidamente el diario Granma en su web, en referencia a la investigación de Associated Press (AP). “La conexión alucinante de la USAID con el hip hop cubano”, destacaba Cubadebate.

Una reacción poco sorprendente. En lo que va de año, son varios ya los programas de USAID en Cuba destapados por la agencia de noticias estadounidense: ahí está ZunZuneo, un “Twitter cubano” a través de mensajes de texto que de iniciales noticias inocuas sobre deporte o espectáculos pretendía evolucionar a un contenido político. O el uso de jóvenes latinoamericanos que, bajo tapaderas como talleres para prevención de enfermedades, tenían la labor de “identificar a actores sociales que pudieran impulsar un cambio social” en Cuba.

Según la última revelación de AP, entre 2008 y 2012 USAID promovió también a través de subcontratas y de promotores musicales el reclutamiento entre otros de Aldo y los Aldeanos, un grupo de rap con letras críticas con el gobierno cubano muy conocido entre los jóvenes de la isla, pero con poca proyección por su postura política.

Entre 2008 y 2012 USAID promovió el reclutamiento de un grupo de rap con letras críticas con el gobierno cubano

El objetivo era “ayudar a la juventud cubana a romper el bloqueo informativo” mediante el movimiento hip hop de la isla y crear “redes juveniles para el cambio social”, de acuerdo con los documentos a los que tuvo acceso la agencia.

Para ello, también trataron de conseguir el apoyo a los músicos que promovían de artistas de fama internacional como el colombiano Juanes, o los trovadores cubanos Silvio Rodríguez o Pablo Milanés, a quienes sin embargo no se reveló el origen estadounidense del patrocinio.

Del ZunZuneo al rap, estos programas tienen varios puntos en común: todos estuvieron financiados por USAID, que está bajo el ala del Departamento de Estado. Pero fueron implementados a través de terceros, como la agencia Creative Associates International, que aparece tanto en el proyecto de los músicos como en el del falso Twitter cubano.

Según la investigación periodística, hay otros paralelismos, como la poca preparación de los enviados a Cuba, “simples aficionados”, los califica AP en su último artículo. Pero, sobre todo, su escaso o nulo impacto: ZunZuneo nunca llegó a buen puerto, y tampoco el proyecto de captación de raperos parece haber tenido el eco buscado, más que nada porque las sospechas de las autoridades cubanas fueron crecientes y empezaron a hacer investigaciones y hasta arrestos.

USAID niega cualquier secretismo

“Las afirmaciones de que nuestro trabajo es secreto o encubierto son sencillamente falsas”, afirmó el portavoz de la Agencia, Matt Herrick. Según dijo en entrevista con EL PAÍS, el motivo de la eventual opacidad en este caso es que cuando la agencia trabaja en “espacios cerrados” como Cuba, tiene “que equilibrar el compromiso de la agencia con la transparencia con el imperativo de proteger la seguridad de nuestros socios y beneficiarios”. Ello requiere, aseveró, “actuar con un nivel de discreción apropiada”.

Lo que no quiso contestar directamente el portavoz es si USAID se aseguró de que los supuestos “beneficiarios” del proyecto, en este caso los músicos, estaban informados de forma clara de que tras el apoyo estaba el gobierno de EE UU. “El trabajo que hacemos en Cuba son actividades que promueven la democracia y los derechos humanos y están de acuerdo con la ley estadounidense”, se limitó a responder.

Todo ello cuando el precio es potencialmente alto: por un lado, revelaciones como éstas le sirven a las autoridades de la isla para alimentar las acusaciones de “intervencionismo” estadounidense, como muestra el espacio privilegiado dado a esta noticia en los diarios oficialistas.

Estas revelaciones le sirven a las autoridades de la isla para alimentar las acusaciones de “intervencionismo” estadounidense

También pueden tener un coste diplomático. En una ocasión, el promotor serbio contratado para promover a los músicos cubanos, Rajko Bozic, fue detenido a su llegada a Cuba con computadoras y equipos de vídeo. Después de ello, Bozic adelantó su salida de la isla. Esto ocurrió en noviembre de 2009.

Solo un mes más tarde, era arrestado otro contratista de USAID, el estadounidense Alan Gross, que pretendía repartir ordenadores y equipos de comunicación entre la comunidad judía cubana. Desde entonces, cumple una condena de 15 años en La Habana.

El caso de Gross se ha convertido en el principal obstáculo para cualquier avance en las tensas relaciones entre La Habana y Washington, como ha reconocido en reiteradas ocasiones el gobierno estadounidense.

En el plano interno, proyectos como éste también pueden tener un fuerte coste para aquellos implicados sin conocer el origen de las ayudas, o incluso para muchos más que nada tuvieron que ver con estos programas ni se beneficiaron necesariamente de ellos.

“En vez de provocar cambios, el proyecto perjudicó una auténtica voz de protesta que había generado algunas de las críticas populares más duras desde que Fidel Castro tomó el poder en enero de 1959”, sostiene AP. Y colectivos de artistas cubanos parecen darle la razón.

“Avizoramos que estas revelaciones van a coadyuvar a una radicalización en la visión que las autoridades tienen sobre el sector cultural independiente de la sociedad y la perspectiva que pudieran tener de una sociedad civil auténtica, capaz de generar iniciativas propias y discernir sus intereses”, lamentaron en un comunicado.

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Sobre la firma

Silvia Ayuso
Corresponsal en Bruselas, después de contar Francia durante un lustro desde París. Se incorporó al equipo de EL PAÍS en Washington en 2014. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, comenzó su carrera en la agencia Efe y continuó en la alemana Dpa, para la que fue corresponsal en Santiago de Chile, La Habana y Washington.

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