Las monarquías del Golfo crean una fuerza naval conjunta
Los seis Estados aparcan sus diferencias ante el auge de Irán y la amenaza yihadista
Los líderes del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) se han reunido este martes en Doha para coordinarse frente a la amenaza del Estado Islámico (EI), el ascenso regional de Irán y lo que perciben como un alejamiento de EE UU. Esta cumbre anual de Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Kuwait, Qatar y Omán tiene especial relevancia porque intenta dejar atrás la disputa que los tres primeros han mantenido con Qatar por su apoyo a la primaveraárabe y a los Hermanos Musulmanes. A pesar de que persisten sus desacuerdos, han anunciado la formación de una policía antiterrorista común y una fuerza naval conjunta, pero no han llegado poner en marcha el esperado mando militar integrado.
“Aún hay diferencias y no debiéramos minimizarlas. Son normales y saludables, pero el mensaje de la cumbre es que la disputa [entre los miembros] del CCG está cerrada y el proceso de integración sigue adelante”, resume el politólogo emiratí Abdulkhaleq Abdulla, quien no duda en calificar la última como “la crisis política más grave” que ha vivido el Consejo desde su fundación en 1981.
El pasado marzo, Arabia Saudí, Emiratos y Baréin retiraron sus embajadores de Qatar, una medida sin precedentes que hacía públicas las discrepancias entre este pequeño pero activo emirato y sus vecinos. Desde que se iniciaron las revueltas árabes en 2011, Doha no ocultó sus simpatías hacia ellas y el nuevo orden político que inicialmente alentaron, en especial en Egipto donde llegaron al poder a los Hermanos Musulmanes. Riad y Abu Dabi, por su parte, ven en ese grupo una amenaza a su estabilidad y lo han declarado “organización terrorista”.
La controversia ha estado a punto de romper el CCG. Pero ayer, los líderes de los seis Estados miembros aparcaron sus diferencias. En el comunicado final, Qatar se unió a sus vecinos en el apoyo al presidente egipcio, Abdelfatah al Sisi, y se comprometió a ayudar a Egipto a convertirse en un país fuerte y estable.
El anfitrión, el jeque Tamin Bin Hamad al Thani, declaró durante la inauguración que la prioridad del grupo era la “lucha contra el terrorismo”. “No tenemos más alternativa que hacer frente al terrorismo. Su prevención es mejor que intentar curarlo una vez que se ha extendido”, afirmó en su discurso.
Aunque no todos los miembros tienen la misma percepción de la seguridad, les preocupa la amenaza que supone el expansionismo del Estado Islámico, que ha sembrado el caos en Siria e Irak, a las puertas de la península Arábiga. Pero también la creciente confianza con la que Irán respalda a sus aliados chiíes en Irak, Siria, Líbano y Yemen.
Por ello han impulsado la CCG-Pol, una agencia ínter policial similar a Interpol para compartir información, además de mejorar la cooperación en la lucha contra el tráfico de drogas, el lavado de dinero y el cibercrimen, que tendrá su sede en Abu Dabi. Además, han anunciado la formación de una fuerza naval conjunta para contrarrestar la influencia de Irán en aguas del golfo Pérsico. Sin embargo, el comunicado final no dice nada sobre el mando militar conjunto que Riad propuso el año pasado y cuya aprobación se esperaba.
“Los Estados del CCG ya tienen ventaja militar sobre Irán, así que su mensaje es que, si lo necesitan, están preparados para usarla sin depender de EE UU”, interpretaba poco antes Robert Springborg, profesor visitante en el Instituto de Estudios Políticos de París. “Esto es importante en el contexto de los temores del CCG de que la Administración Obama va a alcanzar un acuerdo con Teherán a su costa”, añade.
Después de años de confiar en EE UU, su negativa a intervenir en Siria y su retirada de Irak han convencido a los miembros del CCG de que su tradicional aliado ya no está tan comprometido con su seguridad como en el pasado y que la explotación del petróleo de esquisto lo hace mucho menos dependiente del crudo arábigo. Aunque han secundado las operaciones de Washington contra el EI, sospechan que eso es insuficiente para derrotarlo. Además, temen que las negociaciones nucleares terminen rehabilitando a Irán como potencia regional.
Salvo Omán, que ha preservado buenas relaciones con Irán y albergó las conversaciones secretas con EE UU que llevaron al preacuerdo de Ginebra, las monarquías de la península Arábiga descartan que el acercamiento irano-norteamericano pueda beneficiarles. No se fían de Washington cuando argumenta que una política de zanahoria en vez de mostrar el palo vaya a ayudar a moderar a Teherán.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.