“En Hong Kong no habrá una matanza como en Tiananmen”
El activista chino más famoso cree que la democracia llegará algún día a su país
Chen Guangcheng (Dongshigu, 1971), quizás hoy el disidente chino más conocido, se hizo famoso cuando en abril de 2012 logró escapar de su arresto domiciliario en el campo y huir a Pekín para refugiarse en la Embajada de Estados Unidos. Ciego desde la más tierna infancia, abogado autodidacta, Chen está estos días en Barcelona invitado por la Casa del Tíbet para participar en un coloquio sobre derechos humanos.
En la entrevista, celebrada a través de una intérprete, mostró su inquebrantable optimismo: “No sé cuándo pero, algún día, China será una democracia. Al Gobierno chino lo que más miedo le da es el sistema democrático porque significa que habría un control sobre lo que ellos pueden hacer, porque la democracia está diseñada para controlar al poder”. Quizá por eso “el Gobierno chino está muy inquieto desde que empezó la primavera árabe, porque teme que se contagie” y que la protesta de Hong Kong pidiendo elecciones libres se extienda por China. “Pero podemos estar tranquilos porque en Hong Kong no habrá una matanza como ocurrió en 1989 en Tiananmen. No se atreven porque no podrían afrontar la condena universal que se produciría”, añade.
Frente a quienes defienden la eficacia de regímenes autoritarios, Chen Guangcheng advierte: “Sí, un país con dictadura es eficiente pero es una eficiencia sin vigilancia”. “No voy a decir que los países democráticos son eficientes al 100% en cuanto a funcionamiento, a democracia, a justicia. Pero un país democrático es un país con justicia, vigilado, al 80% o al 90%. Sigue habiendo entre un 10% y un 20% sin control, pero ya está bien. En China, con apenas el 20% controlado, no hay ni un río limpio, hay nubes tóxicas por todos lados, y ese daño al medio ambiente es el resultado de un crecimiento económico sin control, y lo sufren los ciudadanos”.
Chen denuncia lo que considera una campaña del Gobierno chino para controlar a intelectuales y académicos occidentales y que eso, en su opinión, forzó su salida de la Universidad de Nueva York, donde le invitaron a estudiar Derecho, una solución utilizada por Washington y Pekín en 2012 para que él y su familia pudieran salir de China sin sonrojar demasiado al régimen. “El Gobierno chino destina cada vez mayor presupuesto a persuadir a las instituciones del mundo occidental. En términos políticos, ideológicos, es lo que se llama guerra de persuasión para unificar al mundo occidental. China está controlando la libertad de prensa y la académica a escala mundial. También en España, donde presionó para que el Gobierno impidiera el procesamiento de dirigentes chinos por violaciones de los derechos humanos”, denuncia.
“China utiliza el Instituto Confucio para penetrar e influir en la sociedad occidental de forma directa o indirecta a través de la cultura. La Universidad de Chicago, la de Pensilvania y una canadiense se han dado cuenta de eso y han dejado de tener relaciones con el instituto”, asegura.
Y explica por qué cree que lo importante no es que caiga el régimen, sino que Pekín aplique sus propias leyes: “Cuando un Gobierno aplica y respeta la ley, su capacidad se ve limitada por esa misma ley. El sistema chino no es como el occidental. En China, en cada nivel de Gobierno, por encima está el Partido Comunista, que controla y manipula todas las decisiones que toma cada Gobierno local o provincial”.
¿Qué quiere hacer, cómo se ve a 10, 15 o 20 años vista? “No sé cuál será mi aspecto entonces”, ríe. “Solo sé que nunca me va a querer un país que sea una dictadura”, concluye.
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