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La huelga de hambre que azuza la política griega

Un anarquista preso por atracos lleva 28 días de ayuno por no poder estudiar

María Antonia Sánchez-Vallejo
La policía griega detiene a Nikos Romanós tras el ataque frustrado a un banco en febrero de 2013
La policía griega detiene a Nikos Romanós tras el ataque frustrado a un banco en febrero de 2013ap

Nikos Romanós, de 21 años, está en huelga de hambre desde hace 28 días en protesta por la negativa de los jueces a concederle un permiso para estudiar en la universidad. La salud del joven anarquista, preso desde 2013 con una condena de 15 años por dos atracos, se deteriora por minutos en el hospital Gennimata de Atenas, mientras su caso galvaniza el insondable hartazgo de gran parte de la sociedad griega. Cuando las protestas masivas daban muestras de abatimiento tras cuatro años de ajustes e inestabilidad, el movimiento en solidaridad con Romanós (#NRomanos es tendencia permanente en las redes sociales, con multitud de convocatorias de actos de apoyo) ha espoleado de nuevo la contestación. No de otra manera se explica la intensidad que revistió la conmemoración, este sábado, del sexto aniversario de la muerte del adolescente Alexis Grigorópulos a manos de un policía: se practicaron 296 detenciones —43 personas han pasado a disposición judicial— y 12 policías resultaron heridos en Atenas, de nuevo un escenario crispado por los gases lacrimógenos, los cócteles molotov y la quema de contenedores; una de esas imágenes que el país parecía ir dejando atrás entre el repunte del turismo y unos pocos datos económicos alentadores, como el superávit primario logrado este año.

La determinación de Romanós, que sólo ingiere agua, ha unido también a la oposición en una crítica unánime a la gestión de la huelga por parte del Gobierno, hasta el punto de forzar al primer ministro, el conservador Andonis Samarás, a entrevistarse con el padre del preso; la reunión terminó sin acuerdo. “Como padre comparto la preocupación por la salud de su hijo, pero como primer ministro no puedo interferir en la decisión judicial”, fundamentada en el riesgo de fuga, dijo hoy Samarás sobre este nuevo frente, el enésimo que se le abre en semanas: los otros son la negociación in extremis con la troika sobre el rescate; los Presupuestos de 2015, aprobados por los pelos en la noche del domingo al lunes y, en fin, el indudable clima preelectoral que vive el país, con las encuestas pronosticando una victoria del izquierdista Syriza en los más que probables comicios anticipados. El Gobierno adelantó hoy dos meses —el próximo 17 de diciembre será primera vuelta— la fecha de las elecciones presidenciales que decidirán el futuro inmediato del país; Grecia vive ya instalada en el vértigo.

Pero si Romanós muere, además, “será el caos”, pronostica por teléfono la periodista Maria Margaronis. “Esto va a ir a más, y no faltan quienes creen que los disturbios pueden interesarle al Gobierno para restar apoyo a Syriza”. Su líder, Alexis Tsipras, ha apoyado públicamente al huelguista, así como las manifestaciones de solidaridad, e instado al Gobierno a “intervenir de inmediato” a favor del joven en vez de fomentar “un clima de desestabilización e inseguridad” que se plasma en disturbios como los de este fin de semana.

El Gobierno ha adelantado dos meses la fecha de las elecciones presidenciales; la primera vuelta será el 17 de diciembre

Más allá del desenlace del ayuno, Romanós, que tras ser detenido confesó a la policía ser “miembro de una guerrilla urbana” pero negó su pertenencia a un oscuro grupúsculo, el de las Células de Fuego, se ha convertido en símbolo de la deriva acelerada del país durante el último lustro; su trayectoria es el reverso de la crisis del euro y los rescates. Y el último cabo de un círculo siniestro: Romanós estaba con Grigorópulos la tarde del 6 de diciembre de 2008 en una placita de Exarjia, un barrio de Atenas, cuando un policía mató a este último. “Mi amigo fue asesinado a sangre fría”, dijo entonces. Dos días después, fue uno de los que llevaron a hombros el féretro blanco con los restos de Alexis en un suburbio de clase media de Atenas. Luego desapareció hasta que en 2013, en medio de una oleada de ataques e incidentes perpetrados por grupos ignotos que azuzaron la inestabilidad en el país, Romanós fue detenido con otros tres jóvenes en Kozani (norte) por atracar dos bancos. El caso no fue uno más de la crónica negra; al contrario, gracias a un evidente retoque fotográfico —fotos de los detenidos con evidentes signos de tortura y otras posteriores, blanqueadas por ordenador para “favorecer el reconocimiento” de los testigos—, se convirtió en un caso político, “y sacó a la luz la brutalidad policial”, recuerda Margaronis, “una violencia que había eclosionado con el asesinato de Grigorópulos”. La policía ha iniciado una investigación interna tras conocerse un vídeo en el que aparece un antidisturbios golpeando a un detenido esposado durante las protestas de este fin de semana, informa la agencia Reuters.

“Romanós es un símbolo de la crisis, y resulta inimaginable que su malestar vital, el de un niño de 15 años que ve morir a su amigo a manos de un policía, no rompiera por algún lado”, subraya Margaronis, la primera en denunciar la actitud policial en un artículo publicado en el diario británico The Guardian que le valió una amenaza de querella —finalmente no sustanciada— por parte del entonces ministro del Interior griego.

Al entrar en prisión, Romanós retomó sus estudios de secundaria y superó las pruebas de acceso para cursar empresariales; también contrajo matrimonio con su novia. De hecho, ha sido un alumno modelo, lo que le valió un premio de 500 euros que rechazó por una cuestión de principios morales. Pero el “riesgo de fuga” hizo desestimar a los jueces la solicitud de asistir a la facultad —“algo a lo que tiene derecho legalmente”, recuerda la periodista—, y Romanós ha anunciado que ayunará “hasta la victoria o la muerte”, rechazando incluso el agua. En estas circunstancias, con el país otra vez en vilo, “resulta muy difícil que alguien dé un paso atrás, ni unos ni otros lo harán”, aventura Margaronis; “pero estamos hablando de una vida humana, una vida que tal vez esté siendo oscura y maquiavélicamente instrumentalizada con fines políticos. Desgraciadamente, en Grecia muchos ayunan y muchos se suicidan a diario sin que nada trascienda, pero ahora hay demasiadas cosas sobre el tapete”.

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