Identificado un sacerdote ugandés en una fosa de Guerrero
La diócesis de la capital, Chilpancingo, ha confirmado que los restos hallados correspondían a John Ssenyondo, secuestrado en abril
Con 25.000 desaparecidos en México, las fosas comunes comienzan a narrar la violencia que ha azotado al país desde hace siete años. Un entierro clandestino hallado en el poblado de Ocotitlán ha contado la historia de John Ssenyondo, un cura de 55 años originario de Uganda, que llevaba esparciendo la palabra de Dios en las localidades mixtecas de la sierra del Estado desde su llegada de África, en 2010. La Diócesis de Chilpancingo ha confirmado este viernes que la vida del cura terminó en una fosa común junto a otros seis cadáveres.
“Desconocemos el móvil. La violencia en el Estado es generalizada”, señaló Víctor Aguilar, vicario general de la Diócesis de Chilpancingo-Chilapa. Son pocos los detalles que se saben sobre el caso de Ssenyondo. El religioso, que fungía como párroco de Nejapa, una localidad de 3.000 habitantes, fue secuestrado el 30 de abril después de haber oficiado una misa en la comunidad de Santa Cruz. “Un grupo de personas que iba en una camioneta lo detuvo, lo bajó del coche y lo echó a la cajuela” tras la homilía relata Aguilar. Los peritos señalaron que el hombre fue ejecutado con un disparo en la cabeza. Otra versión señala que fue secuestrado y asesinado porque se negó a bautizar a la niña de un supuesto capo local.
El misionero comboniano del Corazón de Jesús fue identificado por sus dientes, que pudieron cotejarse con su historial dental proporcionado por su dentista. “Esa es la suerte que corremos. Él sabía que podía encontrarse con la suerte del pueblo con el que decidió quedarse”, dijo a la agencia AP el padre Rogelio Bustos, superior de la orden a la que el sacerdote africano pertenecía. La embajada de Uganda tramitará la repatriación de los restos del sacerdote.
La fosa donde se halló a Ssenyondo, en la localidad serrana de Ocotitlán, no está relacionada a los sitios donde las autoridades mexicanas buscan a los 43 estudiantes desaparecidos el 26 de septiembre en Iguala. Entre ambos lugares hay 200 kilómetros de por medio, pero subraya la violencia extendida a través de todo el territorio de Guerrero, en la costa del Pacífico.
Los religiosos, como el resto de la sociedad del Estado, no habían sido ajenos a la violencia provocada por la presencia de delincuentes. Ascensión Acuña, párroco de San Miguel Totolapan, también en Guerrero, fue asesinado en septiembre. Su cuerpo fue hallado a las orillas del río Balsas. Acuña pertenecía a la diócesis de Ciudad Altamirano, una de las zonas más castigadas por el narcotráfico en Guerrero.
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