Los ‘lobos solitarios’ proliferan
El entorno social suele ser consciente de la radicalización, según los expertos
El asesinato, el pasado miércoles, de un soldado canadiense que custodiaba en Ottawa el monumento de los caídos, cometido por otro canadiense —musulmán converso— que abrió fuego después en el Parlamento, es el último caso de una lista todavía corta pero que crece de manera preocupante: los atentados cometidos por supuestos lobos solitarios en nombre del islam.
Solo un día antes, otro canadiense, también islamista, atropelló premeditadamente a dos soldados, matando a uno de ellos. A finales de septiembre, un australiano que quería unirse al Estado Islámico (EI) apuñaló a un policía al que hirió de gravedad y el pasado mayo un yihadista francés asesinó a tiros a cuatro personas en el Museo Judío de Bruselas.
“Si son lobos solitarios significa que no pertenecen al Estado Islámico, es decir, que actúan individualmente sin vincularse a ningún grupo, y ellos mismos conciben su modus operandi, sin recibir indicaciones”, explica Moussa Bourekba, experto en mundo árabe del CIDOB (Barcelona Centre for International Affairs). Lo cual no significa, según considera, que no exista una influencia del grupo yihadista. “La autoradicalización es una realidad, hay muchos recursos a través de las redes sociales, y el EI ha apostado precisamente por la comunicación en Internet”, añade Bourekba.
La amenaza de los lobos solitarios se ha colado en las agendas de los Gobiernos occidentales. El libro blanco de Francia que define la estrategia de seguridad del país alude directamente a la amenaza de los “individuos aislados” y “llenos de resentimiento” que se radicalizan por el efecto de atentados terroristas. En España, los lobos solitarios son también una de las principales preocupaciones del Ministerio del Interior.
Según John G. Horgan, director del Centro Internacional para el Estudio del Terrorismo, “aunque existe una percepción común de que los lobos solitarios son virtualmente indetectables” hay factores que ayudan a identificarlos. En Bombing Alone (Bombardeando solo), un estudio en el que Horgan y Paul Gill, también experto en terrorismo, analizan 119 casos, los investigadores sostienen que muchos de ellos “participan en actividades dentro de un grupo de presión, un movimiento social u organizaciones terroristas”. Y aún más importante, en la mayor parte de los casos el entorno de los agresores era consciente de su radicalización y casi un 60% había escuchado sus planes de realizar un ataque. “Los amigos, la familia y los compañeros de trabajo pueden desempeñar un papel muy importante para prevenir o frustrar las acciones de los lobos solitarios”, defienden Horgan y Gill, que animan a las autoridades a informar a la población sobre los indicadores de conducta que apuntan hacia una radicalización violenta y a establecer mecanismos para investigar los testimonios recabados.
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