El alto precio de no negociar rescates
EE UU se mantiene firme en su negativa a ceder a las demandas de secuestradores
James Foley estaba tan convencido de que EE UU haría algo para salvarlo de sus captores del Estado Islámico que “se negó a permitir a los otros estadounidenses secuestrados no creer en su Gobierno”, le contó su familia al también periodista norteamericano David Rohde, quien años atrás fue rehén de los talibanes.
Probablemente nunca se conocerá si Foley llegó a saber que el presidente Obama había autorizado, semanas antes de su salvaje ejecución, una operación para rescatarlo que fracasó. Si en esa confianza ciega cabía también la esperanza de que Washington fuera a pagar un rescate por su libertad, entonces se equivocó.
No ya porque la suma presuntamente reclamada, 100 millones de euros, fuera tan exorbitante incluso para estándares terroristas, que hace pensar a muchos expertos que el dinero nunca fue la razón de su secuestro. Estados Unidos no paga rescates.
“No hacemos concesiones a los terroristas. Y eso incluye no pagar rescates”, ha declarado el Departamento de Estado. El motivo: ceder y pagar “les proporciona fondos para continuar sus actividades”, y un “peligroso incentivo” para realizar más secuestros, dijo este viernes el viceasesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Ben Rhodes. Según Washington, en lo que va de año los grupos terroristas han recaudado “millones de dólares” con los rescates pagados por algunos gobiernos.
Desde el Centro para la Protección de Periodistas (CPJ), según el cual unos 20 informadores siguen secuestrados en Siria, apoyan esta posición, también practicada por Reino Unido. “Este tipo de acciones puede llevar a más secuestros”, señala la directora de la asesoría legal del CPJ en Washington, Courtney Radsch.
El Gobierno de Obama evita señalar a los países que sí pagan, pero se sabe que otros Gobiernos europeos lo hacen. Así lo atestigua el propio correo electrónico que recibió la familia de Foley de sus captores, hecho público el viernes: “Ustedes recibieron oportunidades para negociar la liberación de su gente mediante transacciones en efectivo, que otros Gobiernos han aceptado”.
Solo Londres sigue con Washington la pauta de no pactar con terroristas
“Nosotros, los países que pagamos, somos considerados por los terroristas como una vaca a ordeñar”, reconocía también a France Presse Alain Chouet, un ex alto funcionario del servicio de inteligencia exterior francés.
Y ahí radica el problema, según periodistas como Rohde: la falta de una “respuesta consistente” de los Gobiernos occidentales ante los secuestros, algo que “se necesita desesperadamente”.
El apoyo a la política de no ceder a los reclamos de dinero de los terroristas es, oficialmente, amplio. Una resolución presentada por Reino Unido en enero ante el Consejo de Seguridad de la ONU instando a todos los países a no pagar rescates a secuestradores terroristas fue aprobada por unanimidad. El G8 también acordó hace un año —de nuevo a instancias de Londres— negarse oficialmente a pagar rescates. Pero la práctica ha continuado.
Y es que, como apuntaba The New York Times, que recientemente denunció la multimillonaria financiación de grupos terroristas gracias a los rescates que Gobiernos europeos están pagando para liberar a sus ciudadanos secuestrados, “no hay una respuesta sencilla a la pregunta de si se debe ceder ante la extorsión terrorista”. “Si todos se negaran a pagar, los terroristas podrían no tener el incentivo de recurrir al secuestro como una industria” para obtener financiación, señala el rotativo en un editorial.
La cuestión, sin embargo, es más compleja. Como demuestra el caso de Foley, el dinero no es siempre el motivo principal para un secuestro. Además, está la pregunta de qué supone “negociar”. Porque según expertos como Fred Fleitz, del Center for Security Policy, más allá de la dureza oficial de su postura, EE UU negocia. “La idea de que [en EE UU] no pagamos rescates y de que no negociamos con terroristas es buena, pero no hay duda de que la Administración Obama ha sido flexible en este aspecto”, señala.
El caso más reciente es el del soldado Bowe Bergdahl, al que los talibanes que lo tuvieron secuestrado casi cinco años en Afganistán canjearon por cinco peligrosos presos de Guantánamo. “No creo que nadie en España o en cualquier parte del mundo considere que eso no es una negociación con terroristas”, señala.
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