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El Papa contra los padrinos

La excomunión de los mafiosos decretada por Francisco como primera medida para distanciar a la Iglesia del crimen organizado ha provocado la reacción de la ‘Ndrangheta.

La  procesión que se detuvo ante la casa de un mafioso.
La procesión que se detuvo ante la casa de un mafioso.Toni Condello (AP)

Hace dos años, por estas fechas y con este mismo calor, desapareció sin dejar rastro Francesco Raccosta, un vecino de 42 años muy devoto de la Virgen de las Gracias, la patrona de Oppido Mamertina, un pueblo de 6.000 habitantes en la provincia de Reggio Calabria, justo en la punta de la bota italiana. Nadie pareció darle mucha importancia al asunto —a nadie se le escapaba que el tal Raccosta siempre había andado en malos pasos— hasta que, unos meses después, otro vecino del pueblo, Simone Pepe, de 24 años, confiara por teléfono a un amigo mientras estaba siendo grabado por la policía:

—¡No sabes cómo chillaba Raccosta! Estaba todavía vivo cuando se lo echamos a los cerdos. No sabes qué satisfacción oírlo chillar. Me habían dicho que los cerdos siempre dejan algo, pero yo no vi que quedara nada…

El contenido de la conversación —sin ahorrar un detalle— y la noticia de la detención del joven Pepe fueron publicadas por los periódicos italianos, que atribuyeron el asunto a un ajuste de cuentas más entre los diversos clanes locales de la ‘Ndrangheta, la terrible mafia calabresa. Pero, a fuer de ser sinceros, aquí en el pueblo la vida siguió su curso sin que nadie armase alboroto ni pusiese el grito en el cielo. Nada comparable, desde luego, a lo que está sucediendo ahora.

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El pasado miércoles 2 de julio, la procesión con la imagen de la Virgen fue detenida en señal de reverencia ante la casa de Peppe Mazzagatti, un viejo capo de la ‘Ndrangheta condenado a cadena perpetua por delitos de asesinato y asociación mafiosa, pero que ahora, en atención a sus 82 años y a su delicado estado de salud, cumple la pena en arresto domiciliario. La leve inclinación de la estatua de la Madonna ante un capo local no es, ni aquí ni en el resto de los pequeños pueblos de la zona sometidos por la mafia calabresa, un asunto nuevo, pero el domingo se convirtió en piedra de escándalo por una serie de hechos concatenados. El primero es que el jefe local de los Carabinieri, mariscal Andrea Marino, intentó evitar el homenaje y, al ver que no le hacían caso, se marchó con sus agentes de la procesión y puso el asunto en conocimiento de sus superiores. El segundo hecho es que alguien subió a Internet un vídeo casero con la reverencia de la estatua al capo y la red se encargó por sí sola de burlar la ley del silencio. La tercera y principal circunstancia —la que convierte el asunto en único y no en otro abuso más destinado a caer en el olvido— es que, apenas dos semanas antes, el papa Francisco había acudido a Calabria para, por primera vez en la historia, dictar la excomunión de las mafias y situar a la Iglesia enfrente. “La ‘Ndrangheta es la adoración del mal, el desprecio del bien común. Hay que combatirla”, dijo Jorge Mario Bergoglio ante decenas de miles de personas que aplaudieron cuando añadió: “Y la Iglesia tiene que ayudar más”.

El mensaje fue captado inmediatamente por las dos partes directamente aludidas. Los curas de pueblo que desde hace décadas luchan, sin apoyo del Vaticano y pagando a veces tal arrojo con su vida, contra la Cosa Nostra en Sicilia, la Camorra en la zona de Nápoles o la ‘Ndrangheta en Calabria, se sintieron por primera vez respaldados. Pero también las mafias, cuya base del negocio es el consenso con la sociedad civil, entendieron la gravedad del asunto. Solo unas horas después, 200 mafiosos internados en la sección de alta seguridad de Larino, en la región de Molise, decidieron no asistir a misa en protesta por el anatema. Se trató de una acción organizada desde la cúpula. La ‘Ndrangheta estaba desafiando al Papa.

Los curas de pueblo luchan desde hace décadas contra la Mafia sin apoyo del Vaticano

A las dos de la tarde del jueves, en la plaza de Oppido Mamertina solo se podía pegar la hebra con un grupo de muchachos, ninguno mayor de 20 años, que charlaban en voz baja junto al único bar abierto.

—¿Podemos hablar de lo que pasó en la procesión?

—Déjelo. No lo entendería.

—¿Y de lo que le sucedió hace dos años a Francesco Raccosta, aquel que arrojaron…? ¿Alguno de vosotros lo conocía?

—Se lo recomiendo: déjelo, no va a conseguir que nadie le cuente nada. Son asuntos nuestros. Nunca es agradable que venga nadie de fuera a recordar historias viejas.

El arzobispo de Reggio Calabria ha propuesto al Papa suspender la figura del padrino en los bautismos 

Al final, los muchachos van contando a duras penas que todo se ha exagerado desde los medios de comunicación y que, en realidad, “siempre fue así” y “no tiene importancia”. Dos afirmaciones que, pronunciadas una y otra vez en boca de veinteañeros, se convierten en un símbolo. Los muchachos añaden que el párroco, Don Benedetto Rustico, lo está pasando mal:

—Como le han culpado a él de la inclinación de la Madonna, se ha defendido diciendo que, de haberlo sabido, la habría evitado, y ahora es su familia la que se ha enfadado con él.

—¿Y quién es su familia?

La misa de nueve no empieza a las nueve, sino a la hora que llega el capo

Los muchachos se ríen al fin ante la malicia de la pregunta. El párroco del pueblo es… primo del capo.

Don Benedetto no quiere ver a un periodista ni en pintura, pero después de que lo acusaran de arengar a los fieles desde el púlpito para que le partieran la cara a un periodista entrometido, acepta dar una explicación. Eso sí, negando en principio la mayor —“la estatua de la Madonna no le hizo la reverencia a nadie”—, pero admitiendo al final que, en un pueblo como el suyo, rara es la calle donde no vive alguno con problemas con la justicia. “Si hubiese sabido la que se iba a organizar, tal vez habría cambiado el recorrido e incluso suspendido la procesión”. Es lo que, el pasado jueves, decidió la Iglesia local. Suspender todas las procesiones previstas para el verano para evitar males mayores. Por si fuera poco, el arzobispo de Reggio Calabria, monseñor Firoini Morosini, ha propuesto al Papa suspender al menos por 10 años la figura del padrino en bautismos y confirmaciones “para obstaculizar el uso que la ‘Ndrangheta hace de la Iglesia para sellar sus alianzas criminales”.

El párroco, como tantos otros vecinos de Oppido Mamertina, no acierta a comprender qué es lo que ha cambiado para que, habiendo sucedido lo mismo tantas otras veces, se haya armado ahora la revolución y hasta el fiscal haya abierto diligencias para saber quiénes eran los vecinos del pueblo que llevaban las andas de la Madonna. En cambio, don Pino Demasi, el párroco de la localidad vecina de Polistena, sí lo tiene claro. “La excomunión del Papa”, asegura, “está haciendo mucho daño a la ‘Ndrangheta. Tenga en cuenta dos cosas. La primera y principal es que las mafias necesitan del consenso de la gente, de un acuerdo tácito que les permita dominar la situación, hacer las veces de Estado. La segunda es que casi todas las mafias, pero en especial la ‘Ndrangheta, obtiene ese consenso a través de la religión. Esta es una región donde las iglesias todavía se llenan a rebosar y ellos conectan con la gente a través de símbolos y ritos religiosos. ¿Cómo es si no su juramento?”.

Todavía hoy, uno de los rituales de iniciación consiste en quemar una imagen de la Virgen o del arcángel San Miguel con unas gotas de la sangre del nuevo integrante del clan, quien en ese momento jura fidelidad hasta la muerte. Un sistema que desde hace décadas lleva estudiando Claudio La Camera, del Observatorio de la ‘Ndranghteta: “Me llama mucho la atención tanto revuelo porque lo que sucedió en Oppido sucede cada día, varias veces al día. Hay decenas de ejemplos. El más evidente tal vez es que la misa de nueve no empieza a las nueve, sino a la hora que llega el capo. No es un problema de horario, sino de mensaje. El cura, sin abrir la boca, le está diciendo al pueblo que allí todo depende de la voluntad del capo”. Es ese consenso —un consenso criminal avalado durante décadas por curas cobardes o directamente mafiosos— el que Francisco quiere romper apoyándose en los curas valientes. Porque, según La Camera, todo el poder de las mafias se basa en esa acuerdo implícito que les permite sustituir al Estado: “Si el sistema no funciona —y aquí en Calabria no funciona nada—, ellos se encargan. Cuando piden el pizzo —el impuesto por ejercer una profesión o tener un negocio—, no lo hacen tanto por el dinero, sino para construir en torno a sí una estrategia de consenso: cualquier cosa que cualquiera necesite, tiene que pedírsela a ellos. Desde un trabajo hasta un fontanero. Y todo lo rodean de un sistema de valores con más de un siglo de historia. Hay que tener en cuenta que la ‘Ndrangheta, antes de ser un fenómeno criminal, fue un fenómeno cultural. Y su capacidad de construir sistemas simbólicos y sugestivos es muy fuerte. Por eso usan la simbología religiosa y la música popular cambiándole las letras y convirtiéndolas en las canciones de la mala vida”.

En la casa del viejo capo todavía hay colgado un cartel alusivo a la visita que el papa Francisco giró el pasado 21 de junio a Cassano allo Jonio, el pueblo de Calabria donde la ‘Ndrangheta asesinó el pasado mes de enero a un niño de tres años junto a su abuelo y a la joven novia de éste prendiéndoles fuego en el interior de un coche. El hecho curioso y muy significativo es que el cartel de la visita papal que el capo tiene todavía colgado en su casa pone en boca de Jorge Mario Bergoglio una frase que nunca dijo: “Vengo a pedir excusas”. El poder mafioso —y sus hábiles monaguillos en la política y el clero— hicieron correr la especie de que el Papa no venía a aplicar un severo correctivo a los criminales, sino a pedir perdón por llevarse a Roma a un obispo especialmente querido en la zona. El eslogan colgado en el balcón del mafioso —Jorge Mario Bergoglio pidiéndole perdón a la nuca criminal del viejo boss Peppe Mazzagatti— y la estatua de la Madonna parándose frente a su casa —con su correspondiente aliño de música, flores y olor a sudor e incienso— componen una escena muy precisa del poder manipulador de la ‘Ndrangheta, de su necesidad de la religión popular para ser aceptada, e incluso absuelta, por quienes viven bajo su yugo.

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