A las órdenes de los democristianos
El SPD ha logrado imponer un giro social en la coalición con sus socios democristianos
Los socialdemócratas alemanes recuerdan con horror la noche del 27 de septiembre de 2009. Frank-Walter Steinmeier, su candidato a canciller, sufrió ese día una humillación a manos de la que había sido durante los cuatro años anteriores su jefa en el Gobierno de coalición, Angela Merkel. El 23% obtenido era el peor resultado del SPD desde la II Guerra Mundial. Pesaban como una losa el recuerdo de las medidas liberales aprobadas por el último canciller socialdemócrata, Gerhard Schröder, y los cuatro años de colaboración con los democristianos de Merkel.
Ha pasado un lustro, y la situación es al mismo tiempo muy parecida y muy diferente de la de entonces. El SPD gobierna de nuevo en Berlín como socio menor de la CDU, y el mismo Steinmeier que entonces hablaba de asumir su responsabilidad ante la derrota histórica vuelve a trabajar a las órdenes de la incombustible Merkel como ministro de Asuntos Exteriores.
Pese a las similitudes, el SPD ha logrado en esta segunda gran coalición imponer un giro social a sus socios democristianos. En los casi siete meses de Merkel III, los proyectos más importantes del Gobierno han venido del bando socialdemócrata. Tanto el salario mínimo que el pasado jueves recibió el visto bueno del Bundestag como la jubilación a los 63 años para los que hayan trabajado al menos 45 años han salido del Ministerio de Trabajo de Andrea Nahles. Y Sigmar Gabriel, el hombre que asumió el liderazgo del SPD tras la derrota de 2009 y actual número dos del Gobierno, no ha dejado de ganar poder e influencia.
La hiperactividad de Gabriel muestra unas poco disimuladas ansias de llegar a la cancillería en 2017 frente a una CDU de la que no se sabe si volverá a presentar a Merkel, que tantos éxitos le ha dado y para la que no tiene recambio claro. El avance de los socialdemócratas en las elecciones europeas de mayo muestra que su estrategia no va desencaminada. Pero también confirma algo que debería preocupar a los mandos del partido centenario: aún siguen lejos, a ocho puntos de distancia, del apoyo que logró la CDU y sus hermanos socialcristianos de la CSU. Y algo todavía más preocupante: que el 27% de los sufragios obtenidos en mayo confirman que al SPD le queda aún un trecho para recuperar la condición de auténtico Volkspartei (partido de masas) que tenía en los años setenta, cuando Willy Brandt llegó a superar el techo del 45%.
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