El Quidditch quiere saltar de las páginas de Harry Potter a los diarios deportivos
Sus fans luchan por hacerle un hueco en el mundo del deporte
Puede que la mayor parte del mundo siga con los ojos fijos en el Mundial de fútbol en Brasil, pero en la costa este de Estados Unidos, varios centenares de jóvenes prefieren estos días apostar por un deporte más nuevo, el quidditch.
Sí, exacto, el quidditch es ese deporte mezcla entre el rugby y el “balón prisionero” en el aire, montado sobre una escoba, que constituye la pasión del personaje de ficción juvenil más famoso de las últimas décadas, Harry Potter.
En 2005, Xander Manshel, un novato de la universidad de Middlebury, Vermont, organizó el primer partido pese a ser consciente de que los muggles, las personas no mágicas del universo de J.K.Rowling, no pueden volar ni con una escoba. No importa. Casi una década después y pese al fin de la saga del aprendiz de mago, son cientos, si no miles, los jóvenes que practican este otrora ficticio deporte sobre todo en Estados Unidos, pero también en Reino Unido, Australia, Francia y hasta en España, México o Argentina.
“Solemos decir que la gente viene por Harry Potter, pero se queda por el deporte”, cuenta Alex Benepe, un compañero de Manshel que quedó tan prendado del quidditch que desde entonces se dedica en cuerpo y alma a promoverlo. Para ello dirige la Asociación Internacional de Quidditch, que comprende 200 equipos en todo el mundo y organiza torneos y hasta “mundiales” como el que el 19 de julio reunirá en las afueras de Vancouver, Canadá, a equipos de siete países, incluido uno mexicano.
Benepe además pasará los próximos días en Washington, participando en una convención en la que los fans del quidditch aprenderán nuevas técnicas y habilidades para el juego que, según Benepe, les pueden servir también en su vida profesional.
Benepe, que hoy tiene 27 años, viajará hasta la capital estadounidense acompañado, como siempre, de su escoba, un elemento imprescindible y valioso del quidditch, afirma.
“Hay gente que se reirá de ello, pero nunca he visto a nadie que juegue y no le encante. La primera vez que se monta uno en una escoba es un tanto embarazoso, pero una vez que lo haces te das cuenta de que no importa porque te lo estás pasando muy bien, es un momento liberador”, sostiene. Y apunta también a la “destreza” que requiere el agarrar con una mano una escoba entre las piernas mientras se corre o lanza un balón, a la par que esquiva a los oponentes en un deporte que exige un excelente estado físico y que no carece de riesgo, con lesiones que van desde las contusiones a huesos rotos.
Todo ello sin la magia de la escuela de Potter, Hogwarts, donde con una poción y una varita mágica se cura casi todo. Algunos jugadores del “quidditch real” tardan hasta seis semanas en recuperarse de una lesión, señala Benepe.
Con todo, la escoba, el elemento más estrambótico de este juego con aspiraciones a ser considerado un deporte mundial sigue siendo un elemento que ha provocado más de un quebradero de cabeza a los practicantes de quidditch.
Sobre todo a la hora de desplazarse en avión, si el agente de aduanas no es un fan de Harry Potter, meter una escoba como equipaje puede dar lugar a más de un equívoco, reconoce Benepe.
Aun así, el joven emprendedor está convencido de que el quidditch tiene futuro y que en “unos años” se celebrará un “verdadero campeonato del mundo” como el de la FIFA. Y quién sabe, quizás también llegue a ser olímpico. “Probablemente hay un montón de deportes por delante nuestro a la espera de ser olímpicos, pero sería genial. En vista de lo fascinante que resulta observar un partido de quidditch, creo que fácilmente podría convertirse en uno de los principales deportes del mundo si recibe el apoyo adecuado”.
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