La cumbre da la espalda a Cameron con el nombramiento de Juncker
Los líderes europeos eligen al conservador luxemburgués pese a las presiones de Londres
David Cameron se convirtió este viernes en el hombre más solo de Europa. Reino Unido cosechó en la cumbre de Bruselas su derrota más aplastante en más de cuatro décadas de relaciones con la Unión, donde su influyente cuerpo diplomático ha sabido maniobrar con éxito centenares de veces para moldear el proyecto europeo a su antojo. Eso ha cambiado. Los Veintiocho aprobaron por 26 votos a favor y dos en contra —el británico y el del primer ministro húngaro, el autoritario Viktor Orbán— el nombramiento del conservador luxemburgués Jean-Claude Juncker como candidato a la presidencia de la Comisión Europea, el puesto más importante de Bruselas con más de 25.000 funcionarios a su servicio. En medio de una cumbre bronca, los líderes europeos (incluso sus aliados más íntimos) dieron la espalda a Cameron, que reconoció el descalabro y a renglón seguido aseguró que la designación de Juncker “hace más difícil” mantener a Reino Unido en la UE, un digno colofón al reguero de amenazas, ultimátums e incluso golpes bajos que han elevado la tensión a niveles insoportables durante las últimas semanas.
Ese fracaso británico marca un antes y un después en las relaciones, habitualmente espinosas, entre Reino Unido y la UE. Cameron forzó un voto sin precedentes en el Consejo Europeo y trató de dramatizar con ese golpe de teatro su firme oposición, una especie de remate final a la deriva euroescéptica que viene protagonizando su partido —y su país— desde su victoria en las elecciones británicas de 2010. No hubo sorpresas. Nadie le siguió, con la única excepción de Hungría. El socialcristiano Juncker, ex primer ministro de Luxemburgo durante casi 20 años y gran conocedor de los entresijos de Bruselas, emerge así como el gran ganador de las elecciones del 25 de mayo, marcadas por el ascenso de los populistas —consecuencia del malestar acumulado en Europa, y no solo por la crisis— y por una nueva forma de hacer política, con candidatos a la presidencia de la Comisión en los grandes partidos.
Juncker representa todo lo que Cameron no quiere ver ni en pintura. “Es un mal día para Europa”, resumió, “y la presencia de Juncker hará más difícil las reformas que necesita la Unión”. Frente al europeísmo y a las convicciones federales de Juncker, Cameron pretende devolver competencias a las capitales, limitar lo que llama “turismo del bienestar” —la inmigración en busca de prestaciones sociales, un fenómeno muy residual que aun así se ha colado en el debate político alemán, francés y británico— y seguir adelante con la creación del mercado interior y la liberalización de servicios. Algo de eso va a obtener.
El 'premier' acepta la derrota, pero dice que ha sido más firme que Thatcher
La prensa europea le ametralló a preguntas sobre su incapacidad para forjar alianzas, su aislamiento, sus errores de estrategia y le recordó unas declaraciones de un ministro polaco que le llamó “incompetente” hace unos días. Cameron encajó los golpes con deportividad. Explicó que defiende “una posición moral: hay que reformar este lugar”. Aceptó que ha cosechado “una derrota inapelable, pero lo importante es la guerra”. Y, a la postre, se defendió de los ataques comparándose con Margaret Thatcher: “Ella nunca consiguió recortar el presupuesto europeo, como ha hecho mi Gobierno, y yo sí he conseguido vetar tratados, lo mismo que hizo Thatcher en su día”. Esa es la cruda realidad: las aportaciones británicas han pasado en los últimos años de ser fundamentales en ámbitos como la economía y la política exterior a obsesionarse con el presupuesto comunitario y la devolución de competencias, señalan fuentes diplomáticas.
Solo el jefe del Gobierno húngaro, el populista Orbán, secundó su veto
Nadie quiso hacer sangre después de la reunión. La canciller alemana, Angela Merkel, aseguró que los Veintiocho “tendrán en cuenta” las inquietudes británicas. François Hollande, el presidente francés, defendió la necesidad de tender puentes ante la constatación de que Cameron queda en una posición “delicada”. Los líderes, en fin, tratarán de hacer concesiones en la agenda europea para los próximos cinco años para que Reino Unido siga a bordo, aunque una alta fuente europea subrayó que la humillación de Cameron “reabre la cuestión británica, que hubiera llegado en cualquier caso, de forma más o menos inminente”.
Cameron tienen un calendario infernal por delante. Se enfrenta al referéndum escocés a tres meses vista. Después convocará elecciones, y si gana —“solo si gana”, recordaba una fuente comunitaria— intentará renegociar el estatus de Reino Unido en la UE para después someterlo a referéndum, en 2017. Aunque su primera prueba de fuego —tras una durísima conferencia de prensa a la que llegó cariacontecido y en la que los medios británicos le sacudieron de lo lindo— llegará el próximo lunes, en una comparecencia comprometida ante la Cámara de los Comunes. O quizá no tan comprometida: Cameron sale derrotado de Bruselas, pero las encuestas demuestran que muchos de sus conciudadanos comparten su posición. Hace ya tiempo que los británicos responden a los sondeos de opinión que no saben mucho sobre la Unión Europea; que no confían en las instituciones continentales ni en la prensa británica para informarles de dichas instituciones; y que, de cualquier modo, no les importa demasiado. No saben, no confían, no les importa: el Canal de la Mancha parece a veces más ancho que el Atlántico.
Merkel y Renzi liman asperezas
Tras lograr que el borrador de conclusiones de la cumbre europea incluya una flexibilización de las reglas fiscales europeas —más tiempo para reducir los abultados niveles de déficit de la periferia—, el primer ministro italiano, Matteo Renzi, mantuvo ayer por la noche un encuentro bilateral con la canciller alemana, Angela Merkel, para tratar de limar asperezas en una cuestión central en las prioridades del Gobierno transalpino. Según informa el Corriere della Sera citando fuentes oficiales, ambos mandatarios se reunieron ayer antes de la cena con el objetivo de llegar a la cumbre de hoy con un texto "algo menos genérico". En esta toma de contacto de bilateral, Renzi le recordó a Merkel —en tono de broma, matiza el diario italiano— que su país no violará el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, tal y como hizo Alemania en 2003. Esta misma mañana, poco antes del inicio de la cumbre, ambos líderes han vuelto a entrevistarse en la sede del Consejo Europeo en Bruselas para discutir los nuevos nombramientos en las instituciones comunitarias.
En los márgenes de los últimos encuentros comunitarios —una práctica habitual en las altas esferas comunitarias—, tanto Renzi como el presidente francés François Hollande, han tratado de relanzar el debate sobre la flexibilidad de la consolidación presupuestaria en aras de impulsar el crecimiento y el empleo, el talón de Aquiles en los países del sur. Y, pese a las reticencias de la Europa más ortodoxa —con Alemania a la cabeza—, todo parece indicar que lograrán su propósito de incluir los ansiados cambios en el texto final de conclusiones de la cumbre. Este acuerdo forma parte de un rompecabezas según el cual Renzi y Hollande votarán a favor de Juncker como próximo presidente de la Comisión Europea a cambio de la flexibilización de las reglas fiscales y de mayor poder de decisión sobre el resto de puestos clave del nuevo mandato europeo (Alto Representante y presidente del Consejo, sobre todo). Merkel, por su parte, acepta estas variaciones en su rígida hoja de ruta de reformas siempre que no implique un cambio en los Tratados, el corazón de la arquitectura legal comunitaria.
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